Escocia en la época de SK: Guardianes de la frontera


Continuo las entradas (aquí y aquí) dedicadas a la frontera anglo-escocesa, en este ocasión hablando de aquellos dedicados a mantener el orden en este difícil territorio.

Como ya he comentado con el tiempo ambas coronas intentaron controlar más estrechamente la región, y también crear una organización militar estable durante las largas guerras fronterizas. creando divisiones administrativas paralelas a ambos lados de la linea: las Marcas Orientales, las Medias y las Occidentales.


A la cabeza de cada una de ellas se encontraba un Guardián de la Marca (Warden of the March), aunque ocasionalmente un único noble podía acumular los tres títulos, también llamados Conservadores de la Tregua (Conservator of Truce). En realidad el primer título se centra en sus funciones militares, como comandantes de la frontera, y el segundo en sus labores pacíficas, como administradores en la relación con la otra nación.

Los Guardianes del lado inglés solían ser nobles provenientes de otras regiones del reino, durante mucho tiempo los cargos fueron controlado por los Percy (Duques de Northumberland), para no tener lazos con ninguna de las facciones locales. Por el contrario, en el lado escocés, el cargo solía ser ocupado por magnates locales, miembros muchas veces de las mismas dinastías de reivers a las que debían controlar.

Bajo su autoridad se establecen una serie de fortalezas, guarniciones y un sistema de torres de vigilancia (peel tower) y almenaras para advertir de los movimientos de los ejércitos enemigos en tiempos de gurra y también de las bandas de saqueadores, pero estos demuestran una y otra vez su habilidad para evitar ser detectados o para tender emboscadas a las fuerzas gubernamentales enviadas tras ellos.

En principio era un puesto estrictamente militar pero, ya en el siglo XIV, surgió una especie de código particular de leyes, la Ley de la Marca, que determinaba las relaciones a ambos lados de la frontera y el Guardián adquirió ciertas atribuciones jurídicas. Básicamente se trataba de un código de mínimos destinado a intentar mantener la violencia bajo control y evitar así la sucesión de venganzas personales, que solían terminar degenerando en un feudo entre familias, pero su efectividad era limitada.

Se establece, por ejemplo, que aquellos que sufrieran un robo a manos de los ladrones de ganado, tenían seis días para perseguirlos, incluso cruzando la frontera de ser necesario, siguiendo ciertas formalidades mínimas; por ejemplo, para indicar su intención debían portar un trozo de turba ardiendo en la punta de una lanza (conocido como hot trod, como se puede ver en la ilustración que acompaña al primer artículo de esta serie) y hacer sonar sus cuernos de caza cuando se acercaran a cualquier población o vivienda. Se suponía además que los habitantes de la región debían ayudar a los perseguidores, incluso unirse a ellos, en estos casos. 

Se fijaron además los Días de Tregua, una especie de tribunales internacionales, convocados por los Guardianes en diversos lugares de la región. Allí un habitante de un lado de la frontera podía presentar sus alegaciones contra un habitante del otro lado, con el guardián como juez. La causa debía presentarse por anticipado y acusado, acusador y testigos eran convocados al siguiente Día de Tregua para someter dicha queja a juicio.

El Guardián era asesorado por un grupo de jurados de la nación contraria (es decir, si el día de tregua era convocado por el guardián inglés contaba con seis notables del lado escocés, y viceversa), para evitar acusaciones de partidismo. Sin embargo era  habitual que se dieran casos de intimidación de los testigos, peleas y similares durante las sesiones o en los días previos. Aunque se establecían multas para aquellos que no acudieran, como acusados o como testigos, estas eran difíciles de aplicar.

El castigo más común eran multas y a menudo se ofrecían rehenes como promesa de pago y de buen comportamiento pero, en otras ocasiones, las acusaciones desembocaban en duelos personales entre las partes (para lo que era necesario pedir permiso del Guardián) o en verdaderos linchamientos.

Las funciones de los guardianes no estaban, por supuesto, por encima de la intriga o la búsqueda del beneficio personal. Los guardianes ingleses, particularmente, utilizan su posición a menudo para influir en la política escocesa o se ven implicados en movimientos políticos a mayor escala (como la Levantamiento del Norte contra Isabel I en 1569). Al fin y al cabo, en tiempos de paz, los Guardianes de las Marcas eran uno de los pocos cargos con tropas regulares bajo su mando y por ello su participación era fundamental en cualquier intento de sublevación.

Las villas y ciudades (Jedburgh, Kelso, Otterburn...) también suelen contar con sus propias autoridades locales, incluyendo condestables y guardias para intentar mantener el orden, pero sus normativas raramente son atendidas por las familias de reivers, que residen en sus propiedades rurales y, en ocasiones, se producen violentos altercados cuando supuestos ladrones son detenidos por las autoridades municipales y sus parientes acuden al rescate.

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