Producción italiana que toca un tema muy querido para el Solomon Kane, el de la brujería, desde un país que es poco habitual en el género fantástico (al menos desde los tiempos de esplendor del cine de género europeo en los años 70) pero parece que, impulsados por las modas internacionales y por la producción de las plataformas de streaming, veremos algunas más en el futuro.
Ya he comentado alguna vez que, para mi, la bruja es una figura compleja en el terreno de la ficción, especialmente en la de terror, donde interseccionan categoráis complejas de género, clase y religión. Por un lado la tradición literaria victoriana (y a partir de ella la pulp) y folclórica la aúna a otros monstruos de tradición gótica, como el vampiro o el hombre lobo y, en el caso de la ficción lovecraftiana, servidoras de Dioses Oscuros e inhumanos. Por otro la investigación histórica deja sin duda constancia de una persecución brutal e injusta contra gentes, especialmente contra mujeres, que no eran culpables de lo que se les acusaba: ni servidoras del diablo ni hechiceras ni supervivientes de un culto pagano ancestral (por mucho que lo afirmen las obras de Murray y hayan abrazado los modernos paganos). Por ello parece algo cruel adoptar el discurso del perseguidor y utilizar a las brujas como oponente, por otro privarlas del elemento sobrenatural puede permitir interesantes obras de ficción histórica pero nos priva del gancho fantástico que a muchos nos atrae a esta clase de historias.
La bruja no ya como oponente si no como heroína es cada vez más común en las últimas décadas, sin ir más lejos la infame Embrujadas o la mismísima saga de Harry Potter, y esta es la opción seguida por la escritora Tiziana Triana en la serie de novelas que han inspirado esta serie. Así mantiene el elemento sobrenatural y fantástico pero al mismo tiempo intenta preservar su inocencia, convirtiéndolas en perseguidas injustamente por una sociedad intransigente incapaz de aceptar esas creencias en su seno y convirtiéndolas, quizás de forma algo paradójica, en aliadas del pensamiento moderno cientificista.
En el lado opuesto la serie coloca a los benandanti, nombre y concepto tomado de la investigación (muy polémica y compleja, por otra parte) de Carlo Ginzburg, como un colectivo de personas que, en la región italiana de Friuli, afirmaban enfrentarse en luchas nocturnas, oníricas, con las brujas para proteger a la comunidad. Pero por supuesto, al convertir en heroínas a las brujas, los benandanti se convierten en villanos, además se les da una estética muy interesante, que recuerda a muchas formas de mascaradas rurales tradicionales.
La recreación estética es bastante correcta, con algunos excesos New Age en la parte más fantástica, principalmente en todo lo relacionado con el personaje de Tebe (Manuella Mandracchia), la jefa de la comunidad de brujas, que aúna un vestuario absurdo, un peinado demasiado moderno y el abuso del trisquel en forma de tatuaje para un look más propio de una rave de veteranos que de una serie histórica. el ambiente fundamentalmente rural y modesto de la serie facilita la recreación, que sobre todo aprovecha hermosos paisajes naturales para muchas de sus escenas y escenarios recreados en los estudios romanos de cinecitta para el resto.
Escrita por mujeres, junto a Tiziana Triana en los guiones participan Francesca Manieri (Il Primo Re, Il Miracolo) y Laura Paolucci (La Amiga Estupenda y diversos proyectos como productora) y también cuenta con un plantel de directoras italianas, en una serie dominada por el talento femenino.
El papel protagonista recae en la joven Nina Fotaras (actriz que ya habíamos conocido en la reciente miniserie de El Nombre de la Rosa) como Ade Bruno, una joven que descubre el mundo secreto de las brujas y nos sirve como puerta de entrada al mismo. También es el centro de la inevitable trama romántica, en que el otro elemento es el joven estudiante de medicina, y no creyente en lo sobrenatural, Pietro (Giorgio Belli) que además es el hijo del líder de los benandanti, Sante (Giandomenico Cupaiolo).
En el grupo de hechiceras nos encontramos, junto a la ya mencionada Tebe, a la veterana Janara (Federica Fracassi), la combativa Leptis (Lucrezia Guidone) y la jovencísima Persepolis (Adalgisa Manfrida) , ocultas bajo pseudónimos que aúnan nombres (seguramente pseudónimos) de ciudades del pasado y personajes mitológicos (y un nombre para las brujas en ciertas regiones de Italia). Pero también entre los benandanti destaca la luchadora Cesaria (Gloria Caravona) que se convierte en el tercer vértice de un triangulo amoroso poco explorado.
El argumento da algunos bandazos y especialmente el clímax de esta primera temporada resulta algo confuso, apresurado y resuelto de forma poco elegante. En general no me termina de convencer la forma de aproximarse a los poderes de los personajes, que parecen a veces más un equipo de mutantes (cada una con su poder particular) que hechiceras al uso.
El objetivo internacional de la producción es evidente, tanto en la forma en que, en general, se evita elementos demasiado italianos que pudieran resultar difíciles de entender para el público internacional, como en el uso de letras en inglés en su banda sonora (correcta pero incongruentemente contemporánea en demasiadas ocasiones) y en general sus recursos estilísticos y narrativos se atienen a este formato internacional. Se echa de menos, quizás, algo más de personalidad en la producción que la distinga por si misma de otras producciones.
Puntuación: 6/10
El tema entre las creencias antiguas y la razón, me recuerda mucho a mago la cruzada de White wolf.
ResponderEliminarEfectivamente tiene sus similitudes. Muchas gracias por comentar.
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