Un conjuro para TSW of Solomon Kane: Agujas parlantes

"Los platónicos llamaron magia a la atracción de una cosa por otra mediante cierta afinidad natural, pues las partes de este inmenso mundo, a modo de miembros de cuna criatura viva, depende todas de un agente y se hallan estrechamente ligadas por los lazos de la naturaleza."

Gianbattista della Porta, Magia Naturalis (Capítulo 9, Libro I) 

Las agujas parlantes (a veces se usa el nombre de Telégrafo simpático) es un conjuro que permite a dos personas comunicarse a larga distancia. Se cree que su inventor, o descubridor es el erudito italiano Gianbattista Della Porta (1535-1615)

Este erudito, científico y escritor napolitano fundó en su ciudad natal la conocida como Academia Secretorum Naturae (Academia de los Secretos de la Naturaleza), o en italiano simplemente  Accademia dei Segreti (Academia de los Secretos) en 1560. Utilizando para reunirse su mansión campestre en el distrito de Aranella (la zona más tarde conocida como Due Porte, quizás por el recuerdo del autor), en las afueras de Nápoles, y especialmente una serie de túneles y salas subterráneas ocultas bajo la misma. 

Della Porta es un autor destacado en múltiples campos, la botánica, la óptica, la farmacología, la criptografía (como autoridad en la materia es citado en El Horror de Dunwich) y las matemáticas, además de autor de teatro y poesía. En su obra defiende que existe un tipo de Magia lícita y natural basado en descubrir los secretos y relaciones ocultas del mundo, en la tradición hermética y neoplatónica de un Ficino o un della Mirandola

Sin embargo el jurista francés Jean Bodin (1530-1598), conocido cazador de brujas y autor de libros sobre la materia,  no duda en calificar al italiano de "mago venenoso" y "Gran hechicero" en su Démonomanie (1580), y su opinión es compartida por otros. Así en 1574 se inicia e una investigación inquisitorial contra la organización y su fundador, acusados de practicar la nigromancia y, tres años después, comienza el juicio contra Della Porta en Roma. Quizás por sus conexiones con el influyente cardenal Luigi d'Este (1538-1586) se libra de una condena y la conclusión es ambigua: se declara un veredicto de purgatio canonica. Es decir, se considera que no se ha podido demostrar fehacientemente su delito (practicar la magia diabólica) pero aún así queda marcado por la sospecha, debe jurar no haberlo cometido y en caso de ser más adelante condenado se le consideraría un hereje relapso (es decir reincidente y no arrepentido) lo que conllevaría la pena de muerte.

Aunque menciona la invención repetidamente en su obra Magia Naturalis (citada arriba, publicado en dos versiones, una en 1558 con seis libros ampliada a veinte en 1589) la fórmula exacta para conseguir el efecto solo ha sido trasmitida por sus colaboradores y amigos más cercanos, quedando registrada en el apócrifo libro 21 de dicha obra (obra con una difusión muy limitada). Se dice que entregó también el secreto de su fabricación a la Inquisición romana, durante su juicio, y que ciertas ramas ocultas del vaticano han hecho uso del conjuro para sus propios fines.

Después de la muerte de Giambattista, la mansión y cualquier secreto superviviente  recayó en Cinzia Della Porta, su hija, y en el esposo de esta, Alfonso di Constanzo. En 1640 una descendiente de los Constanzo, Isabella di Constanzo alzaría en esos terrenos una iglesia que según algunos oculta significados alquímicos y quizás también más misterios. Una leyenda local defiende que el fantasma del escritor aún puede encontrarse en las habitaciones de su mansión y en las calles de Nápoles.


Conjuro: Agujas parlantes (Taumaturgia)

Rango: Veterano.
Modificador de lanzamiento: -6
Distancia: Toque (para encantarlas, la distancia de comunicación incluye cualquier lugar de la Tierra).
Duración: Las agujas permanecerán imantadas 1 día por rango del taumaturgo.
Ornamentos: imanes, pases y fórmulas alquímicas y astrológicas.

Dos agujas metálicas, idénticas, son encantadas a la vez, creando un vínculo entre ellas que permite comunicarse sin importar la distancia. Para utilizarlas ambas se dejan flotar sobre un cuenco de agua, en cuyo borde hay inscritas las letras del alfabeto, si una de las agujas es movida, utilizando un imán, para que señale una de las letras la otra (independientemente de la distancia y de forma inmediata) imitará el mismo movimiento. Es posible también utilizar un alfabeto cifrado o en código para evitar posibles espías.

Cada una de estas agujas solo permite comunicarse con otra y siempre que estén en la condición ideal (con el cuenco correctamente alineado con el norte magnético para partir del mismo punto de referencia, por ejemplo) 


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