Astrología y Astronomía en la época de Solomon Kane (y los Mitos de Cthulhu)





"Cuando los astros se hallaban en la posición correcta, Ellos podían precipitarse de mundo en mundo a través del firmamento; pero cuando los astros estaban en posición adversa, no podían vivir"

H.P. Lovecraft, La Llamada de Cthulhu.


Los cultos de los Grandes Antiguos siempre se han vuelto hacia los cielos buscando una señal del resurgir de sus dioses; durante la época de Solomon Kane hay varios eventos estelares y planetarios que pueden interpretarse como señales de una nueva edad cósmica o heraldos de desastres por venir, o quizás señales regulares de su presencia en el mundo

Como siempre cuando los mitos interactúan con otros sistemas de creencias hay que tener en cuenta que las correspondencias nunca son claras y unívocas si no que parten más bien de la desquiciada mente de los sectarios, intentando ajustar las alienígenas deidades a sus ideas preconcebidas de divinidad y su propia cultura.  Es innegable que los Primigenios y sus servidores están asociados a alineaciones estelares, pero es muy posible que sus reglas o condiciones sean para nosotros inexplicables o incognoscibles. Es más posible que los seguidores de los mitos se vean atados por estas creencias que las entidades en si, aunque también es posible que, inadvertidamente, hayan topado con una ley cósmica comprendida solo parcialmente.

Por simplicidad me voy a centrar en la astrología europea (heredera en gran parte de una tradición helenística y con raíces en Persia y Egipto e influencias romanas, hebreas y árabes) pues otros países y culturas tienen sus propias tradiciones astrológicas que, pese a obvias similitudes, alargarían demasiado esta entrada. 

La concepción prevalente al principio del periodo, de tradición aristotélica, concebía el universo como una serie de esferas concéntricas, con la Tierra ocupando el centro del universo y, más allá, las ocupadas por los siete planetas  (La Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno), la esfera del zodiaco y la de las estrellas inmóviles o fijas. Más allá de estas 10 esferas estaría el reino celestial, el Empíreo o, simplemente, la divinidad

La esfera terrestre y la lunar estarían formada por los cuatro elementos materiales (fuego, aire, tierra y agua) mientras que las más elevadas estarían formadas por quintaesencia, o éter, incorruptible y distinto a la materia terrenal. Por ello solo las esferas interiores estarían sometidas a procesos de cambio y mutabilidad, mientras que (creían) las esferas externas solo repetían ciclos fijos, inamovibles y eternos.

También en ocasiones se habla de la música o armonía de las esferas, una idea de raíz pitagórica que une las esferas con notaciones musicales y la distancia entre las mismas con intervalos armónicos, y que cada esfera produce en su movimiento un sonido propio, imperceptible para los humanos pero fundamental para la propia existencia de la realidad. Johannes Kepler ahondará en estas ideas a final del periodo en su libro Harmonices Mundi de 1619.
Esquema de las esferas según la concepción geocéntrica

La sociedad y la astrología

Algunos pensadores, tanto católicos como protestantes, condenan la astrología como hechicería satánica (o casi) otros lo ven como un simple engaño, pero otros lo ven como un instrumento para conocer e interpretar la voluntad divina. 

Muchos nobles y burgueses encargan cartas astrales de si mismos o de sus hijos, en las que se estudia la posición de los astros visibles en el lugar y fecha de su nacimiento para dilucidar las señales del destino en su camino. Incluso algunos de los más lujosos precalculaban las posiciones en las que se encontrarían los cielos en sucesivos aniversarios del nacimiento, para hacer predicciones sobre la suerte del estudiado en dicho año. 
 

También es común el realizar consultas más concretas (Gerolamo Cardano las llama interrogaciones) sobre el resultado de una acción o decisión particular, consultando igualmente las posiciones de los planetas en el momento, o intentar averiguar cual podría ser el  día y hora más propicios para llevar a cabo un plan (desde negocios a invasiones, bodas o incluso el tratamiento de enfermedades).

En general, la población y las instituciones son tolerantes con las ideas de influjos planetarios, estelares o zodiacales (por ejemplo en el campo de la medicina o la personalidad), la astrología natural. Lo que provoca alguna (y no demasiada) controversia, en realidad, es la posibilidad o no de adivinar el futuro utilizando dichos conocimientos, lo que se suele llamar astrología judiciaria

En diversos momentos la publicación de horóscopos y predicciones puede prohibirse, pero más por su posible uso como propaganda (por ejemplo, las predicciones anunciando la muerte de Isabel Tudor en determinados momentos) que por considerarse algo demoniaco o inmoral. Igualmente era un método astuto de publicar literatura subversiva (llamando al derrocamiento del gobierno o al magnicidio) escudándose en supuestas predicciones estelares. Igualmente los hechiceros y sectarios pueden utilizar estos símbolos para ocultar sus propias creencias de forma más o menos aceptables.

Como siempre la frontera entre superstición, magia y ciencia es difusa en esta época e incluso los que consideramos hoy grandes precursores de la ciencia (Copérnico, Kepler, Brahe...) están impregnados de ideas astrológicas, herméticas y cabalísticas, sin solución de continuidad con otras concepciones que hoy consideraríamos perfectamente racionales. 

Sucesos previsibles: Conjunciones, oposiciones y eclipses

Tras milenios de observación  los astrónomos habían logrado ya una aproximación bastante precisa del movimiento celeste (aunque el heliocentrismo obligaba a ajustes extraños, para explicar los movimientos aparentemente retrógrados de algunos astros) y mediante tablas (como las tablas alfonsíes, las tablas prusianas de 1551, y más tarde las tablas rudolfinas, 1627), instrumentos y cálculos podían prever gran número de acontecimientos con gran precisión.

Así podían saber con antelación cuando se produciría un eclipse (se dice que Colón uso este conocimiento para impresionar a los habitantes de Jamaica) o cuando los planetas se encontrarían en conjunción (visibles en el mismo grado y minuto en el cielo), agrupamientos (cuando dos o más planetas son visibles muy cerca unos de otros, normalmente dentro de una misma casa zodiacal o arco de 30º) o se opondrían (dos planetas separados exactamente 180º) en el cielo.  

Pero ser movimientos previsibles y predecibles no significa que no se les dotara de significados profundos y todos los años se publicaban miles de panfletos en toda Europa buscando interpretar sus movimientos en forma profética. Por ejemplo, el eclipse total de sol visible en partes de Inglaterra y Escocia el 25 de  febrero (o 7 de marzo según el calendario gregoriano, todavía no aplicado en Inglaterra) de 1598 señalaba, según muchos de ellos, el próximo fin del reinado de Isabel I. 

En el gran esquema astrológico renacentista tenían gran importancia las 12 Casas del Zodiaco (divisiones de 30º de la elíptica, cada una identificada por una constelación) y también los 36 decanos (3 divisiones, de 10º, por cada casa, también con sus propias constelaciones epónimas) que forman   junto con los siete planetas y sus posiciones relativas la base absoluta del sistema astrológico occidental. 

También se consideran, en ocasiones, las 28 Mansiones Lunares o divisiones del cielo basándose en la posición de la luna a lo largo del añoque son fundamentales en la tradición árabe o china, pero secundarias en la astrología occidental (excepto quizás en la Península Ibérica, posiblemente por influencia árabe), así como el influjo de determinadas estrellas  individuales (que veremos más adelante). 

Es importante destacar que los doce signos o casas (en orden, Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario, and Piscis) no se corresponde con la posición real de las constelaciones. Principalmente por el fenómeno de la precesión de los equinoccios (que hace que todo el sistema se desajuste aproximadamente 1 grado cada 71 años). Así, si una carta astral indica que "Júpiter se encontraba en Géminis", quiere decir que se encontraba entre 61º y 90º de longitud (siendo el lugar donde el sol cruza el ecuador en el equinoccio de primavera el punto de inicio o grado 0) y no sobre, o siquiera cerca, de la constelación de Géminis en si.

El énfasis en el  signo del zodiaco en que se ha nacido, tan importante para los que creen en la astrología hoy, sin embargo, no eran tan importante para los astrólogos del siglo XVI, como la relación entre los planetas en el tiempo del nacimiento. Para alguien de la época no sería importante, o significativo, decir que alguien es un Libra (por ejemplo) pero si saber el lugar del cielo en que se encontraba cada planeta en el momento de su nacimiento, y en relación unos con otros.

Imagen del primer decano de Aries


Los planetas y las luminarias

Como parte de la tradición clásica los astrólogos y astrónomos renacentistas y barrocos denominan planetas (del griego planetai = errantes) a los cuerpos celestes móviles, es decir aquellos que parecían moverse alrededor de la Tierra en ciclos visibles. Así no solo designan a lo que hoy llamamos planetas (además aún desconocían la existencia de Urano, Neptuno y Plutón) si no también al Sol y la Luna (que también eran designados como luminarias para diferenciarlos de los demás).  

Los planetas se consideran beneficiosos o desfavorables dependiendo de su posición entre sí y con las casas zodiacales, con rasgos positivos o negativos muchas veces relacionados con su equivalente mitológico (así Marte es benéfico para cuestiones guerreras y Venus para el amor). Sin embargo si el astro se encontraba en movimiento retrógrado, en que parece desplazarse en dirección contraria al fondo de estrellas, el significado podría ser el inverso del habitual.

Los planetas se asocian con símbolos, colores, metales, alimentos, plantas, animales y los humores del cuerpo humano (así tradicionalmente Saturno es melancólico, Marte  colérico, Júpiter sanguíneo y Venus flemático) o, incluso, con las jerarquías angélicas o los sefirot de la cábala.  Así, utilizar un anillo de hierro o vestir ropas de color rojo podía ser una forma de magia simpatética para atraer las fuerzas celestiales de Marte o, al contrario, evitar el plomo o nunca vestir de negro podría mantener alejada la influencia de Saturno. 

Esta tabla ofrece algunas equivalencias, tomadas principalmente de Cornelio Agrippa, pero, por supuesto, los distintos autores hacen sus propias interpretaciones (a menudo contradictorias) y sirve más como ejemplo que otra cosa.

Planeta

Metal

Color

Ángeles

Aves

Animales

Joyas

Luna

Plata

Blanco

Gabriel

Buho

Gato

Cristal

Sol

Oro

Amarillo dorado

Rafael

Cisne

León

Carbunclo

Mercurio

Mercurio

Naranja o azul claro

Miguel

Cigüeña

Mono

Ágata

Venus

Cobre

Violeta o  azul oscuro

Haniel

Paloma

Cabra

Esmeralda

Marte

Hierro

Rojo o violeta

Camael

Buitre

Lobo

Diamante

Júpiter

Estaño

Verde, azul o púrpura

Zadkiel

Águila

Ciervo

Zafiro

Saturno

Plomo

Negro o marrón

Zaphkiel

Avefría

Topo

Ónice


Así gran parte del pensamiento mágico renacentista, y barroco, se basa en un cuadro de correspondencias y correlaciones y por ello las ideas astrológicas se manifiestan también en la medicina y la alquimia y son muy visibles en el arte del periodo

Los seguidores de los mitos de inclinación hermética y cabalística sin duda realizan sus propias correlaciones y es posible que asocien planetas (y toda su simbología asociada) con deidades del ciclo, pero estas asociaciones son a menudo contradictorias y parciales:

Por ejemplo, la identificación de Saturno con el Rey de Amarillo aparece en diversas fuentes, a veces usando el nombre hebreo del planeta (Kaiwan o Chiun) para referirse a la entidad (y de la misma manera las Híades que ocupan un lugar tan importante en su mitología reciben el nombre hebreo de Ash o Ayish). En ese sentido, las profecías clásicas (por ejemplo la 4º égloga de Virgilio) del retorno del dios Saturno, y una futura edad de oro bajo su egida, no deja de resultar curiosa. 

Pero también el culto de Tsathoggua vincula a dicha deidad con el planeta Saturno, al que denominan por alguna variación de su nombre hiperbóreo  del mismo (Cykranosh).

También la vinculación de Venus con Shub-Niggurath es clásica, pero otras identificaciones son más problemáticas. Nyarlathotep ha sido asociado con Mercurio (como mensajero de los dioses), pero también con Marte, y, la identificación de Cthulhu también con Saturno no hace más que complicar las cosas. 

Sabemos que los seguidores de Sadogui en Averoigne dan importancia a los ciclos lunares, y prefieren realizar sus ceremonias en luna nueva, especialmente si esta coincide con la fecha de la Noche de Walpurgis (30 de Abril al 1 de Mayo), algo que sucede cada 19 años (como ejemplo en 1565). 

En la literatura de los mitos otros planetas, Yuggoth, Shaggay y Kynarth aparece en ocasiones como situados más allá de los conocidos. Mucho después de la época de Solomon Kane los descubrimientos tanto de Urano (1781) como Neptuno (1846) y Plutón (1930) hicieron que algunos identificaran esos mundos con ellos (o con Caronte, una de las lunas de Plutón) pero para los astrólogos del XVI su existencia es meramente hipotética. 

La idea de que las estrellas son otros soles que pueden tener a su vez planetas orbitando a su alrededor es ajena a la práctica totalidad de los astrónomos de la época. Solo Giordano Bruno (1548-1600) planteó esta posibilidad, pero sus opiniones, además de conducirle a  la hoguera, no fueron demasiado populares ni crearon escuela. Así la existencia de planetas extrasolares mencionados en el Necronomicon, el Libro de Eibon y otros (como Abbith, Hadath, Kythanil, Xoth, Yith y otros) es algo difícil de conceptualizar para los seguidores de los primigenios en el siglo XVI, que tienden pues a identificarlos con distintos infiernos o lugares ocultos y no con lugares físicos. 

Las estrellas inmóviles 

Para el pensamiento astronómico renacentista, más allá de las constelaciones del zodiaco se encontraría la última esfera del universo, el 9º Cielo, el límite de la materia rarificada del éter. Para el pensamiento de la época estas estrellas estaban fijas en la esfera más lejana (incluso algunos afirmaban que era aperturas que permitían ver la luz exterior) y  su posición entre si era siempre fija, desplazándose como un todo. 

Cornelio Agrippa en su De Oculta Philosophia Libri III (1533) destaca las que llama behennii (singular behenius) 15 estrellas de especial significado oculto, tomadas por él de la tradición occidental y árabe con nombres que a veces difieren del que les damos hoy:
 

- La Cabeza del Espectro (nombre moderno, Algol, en la constelación de Perseo)
- Las Pléyades (en Tauro)
- Aldaboram (Aldebarán, en Tauro) 
- Hircus (Capella, en el Auriga)
- El Can Mayor (Sirio) 
- El Can Menor (Proción)
- El Corazón del León (Régulo, en Leo)
- La Cola de la Osa Mayor (Benetnasch)
- El Ala del Cuervo (Algorab)
- Spica (Espiga, en Virgo)
- Alchameth (Arturo, en el Boyero)
- Elpheia (Alphecca, en la Corona Boreal) 
- El Corazón del Escorpión (Antares, en Escorpio)
- El Buitre que Cae (Vega, en la Lira)
- La Cola de Capricornio (Deneb Algedi). 

Algunas de ellas son consideradas como buenos presagios, como Aldebarán (sin embargo, muy asociada con los mitos del Rey de Amarillo, junto con las Hiades) mientras que otras, especialmente Algol, son consideradas portadoras de influencias nefastas o perniciosas

Algol, cuyo nombre moderno deriva del árabe raʾs al-ghūl, la cabeza del demonio, y que los griegos identificaban con la cabeza de Medusa (que porta la constelación de Perseo, a la que pertenece), es visible durante gran parte del otoño y del  invierno en el hemisferio norte. Su brillo es variable (aunque hay discrepancia sobre si este hecho era conocido, o aceptado, antes del siglo XVII), aumentando y reduciéndose su brillo en ciclos regulares. En latín a veces se la designa también como Caput Medusae. En la astrología china también se le vincula con elementos siniestros y con la mutilación, siendo parte del asterismo conocido como 大陵 (Dà Líng), o la Gran Tumba. 

La reaparición anual de Sirio (del griego Σείριος, "abrasador") en el cielo nocturno, tradicionalmente, se asociaba a los días de más calor del verano (también asociado a un aumento de los incendios, las enfermedades con fiebre y los ataques de perros) entre finales-mediados de Julio y finales de agosto o principios de septiembre. Estos eran conocidos en latín como dies caniculares (de donde deriva el castellano canícula y la expresión inglesa dog days, para referirse a esos días). Aunque, debido de nuevo a la precesión, la fecha del orto de Sirio ya no se produce al principio de dicho periodo si no más bien (a mediados del siglo XVI) en pleno  agosto; en la antigüedad su aparición en los cielos de Egipto (donde era identificada con la diosa Sopdet) era considerada la señal precursora de la inundación del Nilo. 

Además en el ciclo de Yog-Sothoth algunas de ellas cobran también especial importancia:

En el cuarto planeta orbitando Celeano o Celeno, una de las Pléyades (las siete hijas del titán Atlas y la ninfa Pléyone) o Siete Hermanas, se encuentra según ciertas traducciones del Necronomicon (Celeano no tiene nombre árabe tradicional, por lo que es poco probable que fuera mencionada como tal en el texto original de Abd-al Azhred) la Gran Biblioteca, donde se cree que la sabiduría de los Primigenios (o la que aquellos robaron) se encuentra guardada y custodiada. También se relaciona a Celeano con los seres conocidos como Byakhees. Su nombre deriva del griego y literalmente significa "la oscura".

Ya he mencionado la asociación de Aldebarán y las Híades con Hastur, y son visibles durante el invierno y principios de la primavera en el hemisferio norte. Se dice que en Aldebarán se haya el hogar de la deidad, en el Lago de Hali. Aunque a veces se considera a Aldebarán cercana a, o incluso parte de, las Híades en realidad se trata de un efecto óptico desde la Tierra y ambos asterismos están separados por unos 150 años luz.

La estrella Fomalhaut, conocida como la Boca del Pez Meridional, es una de las estrellas más brillantes del cielo nocturno que no es mencionada en la lista anterior de Agripa. Esta estrella es asociada al culto a Cthugha y los rituales e invocaciones a la deidad deben realizarse cuando la estrella es visible sobre el horizonte (esto es, durante el otoño en el hemisferio norte y en primavera en el hemisferio sur).

También hay quien ha asociado la constelación de Orión (el Cazador) con Nodens, el señor del Gran Abismo. Considerado por algunos enemigo de los Primigenios, o incluso Guardián de su prisión, hay quién creé que la influencia de estos es menor cuando la constelación es visible en el cielo (entre noviembre y febrero aproximadamente) e incluso que se use la representación de las tres estrellas del Cinturón de Orión como signo de protección. 

Fotografía de las tres estrellas del cinturón de Orión


La Gran Conjunción de 1583 

Las conjunciones y agrupaciones planetarias y el signo en que se producían eran considerados de gran valor astrológico, ya al menos desde la obra del árabe Albumasar (Ya'far ibn Muḥammad Ibn 'Umar Abū Ma'shar al-Baljī 787-886) y el judío Messahala (Masha'allah ibn Athari, c.740–815), ambos traducidos al latín ya en el siglo XIII. Albumasar afirmaba que el mundo había sido creado con una conjunción de los cinco planetas en el signo de Aries (183102 a.c) y terminaría con otra similar en el signo de Piscis (en el lejano 176899 d.c.). 

A la espera de esa conjunción apocalíptica las conjunciones de dos o tres planetas son más comunes. Así se denomina Gran Conjunción a la alineación de Saturno y Júpiter en el mismo grado y minuto del cielo nocturno; evento que se produce, aproximadamente, cada poco menos de 20 años. 

Se considera que ambos planetas representan fuerzas cósmicas fundamentales y antagónicas: Saturno se considera un símbolo de destrucción y disolución (y el temperamento melancólico), mientras que Júpiter representa la fuerza opuesta de creación y crecimiento (y el temperamento sanguíneo). Por tanto su conjunción estelar solo puede señalar tiempos de crisis y cambio, a veces terrible (por cierto, la última fue el 21 de diciembre de 2020, por si alguien quiere hacer cálculos). 

Esquema mostrando las fechas y posiciones de varias grandes conjunciones con respecto al zodiaco


Pero la de 1583 era una Gran Conjunción con un significado especial, que requiere una explicación algo más compleja. Cada Gran Conjunción se produce aproximadamente 120º separada de la anterior en el  cielo, lo que significa que se produce sucesivamente en tres signos que forman un mismo trigón elemental (los signos del zodiaco están divididos en cuatro trigones relacionados con los cuatro elementos tradicionales: fuego, tierra, aire y agua). Pero, al no ser 120º perfectos y, por tanto, desplazarse lentamente, cada 240 años aprox. el fenómeno pasa a producirse en un trigón/elemento al siguiente*.  

En 1583 se produciría uno de esos cambios de trigón, siendo el último en tener lugar en un signo de agua (Piscis, que forma el trigón junto con Cáncer y Escorpio) y el siguiente (1603) se produciría en el de fuego (Aries, junto con Leo y Sagitario) siendo además este el fin del ciclo completo, de 960 años aprox.,  ya que Aries se considera siempre el primer signo del zodiaco.  

En la mente de muchos, además, se asocia esta conjunción con una  profecía de Johann Müller Regiomontano (1436-1476) que señalaba 1588 como el año del Fin del Mundo. Otros señalan que una Gran Conjunción de estas características marcaría el inicio de una nueva era religiosa y que traería el fin del Islam, la reunificación de las iglesias cristianas o el nacimiento de una religión completamente nueva ya que señalaban que la fundación de otros cultos o el nacimiento de ciertos profetas coincidía con instancias anteriores de este fenómeno.

Si consideramos la denostada teoría elemental de los Mitos es posible que este momento tenga una significación especial para los Grandes Antiguos asociados a las fuerzas elementales implicadas. Quizás marque un inicio de una mayor actividad de aquellos relacionados con el elemento fuego (Cthugha) o quizás, haciendo la interpretación opuesta, una mayor influencia de los liberados poderes acuáticos (Cthulhu y los suyos). 

Sucesos imprevisibles: cometas y novas

Siguiendo a Aristóteles, se consideraba a los cielos como inmutables: más allá de la imperfecta esfera sublunar nada podía cambiar, nunca. Por ello los eventos celestes inusuales, que parecían tener lugar más allá de la luna, tenían una especial importancia, casi de violación del orden natural establecido. Precisamente la observación de algunos de estos fenómenos ayudaría a desechar (al demostrar que se producían efectivamente más allá de la Luna) esas concepciones.


El cometa de 1556 sobre Estambul

El  Gran Cometa de 1556

Los cometas tradicionalmente se habían creído más fenómeno meteorológico que celestial, aunque igualmente considerados una señal de perdición y mal agüero. Hay quien ha asociado la presencia de cometas a estallidos de la peste, sequías, terremotos y otros desastres naturales o con cambios políticos, como la muerte de gobernantes o el nacimiento de futuros líderes

Por poner solo tres ejemplos muy diferentes: en Roma la aparición durante siete días de un brillante cometa en el 44 a.c. fue interpretado como señal de la deificación de Julio Cesar tras su muerte (y se le dedicó un templo propio como sidus iulium o Astrum Caesaris),  un cometa (posiblemente el que actualmente es conocido como cometa Halley) aparece en el famoso Tapiz de Bayeoux, sirviendo como señal celestial de la conquista normanda de Inglaterra en 1066, y el escriba Gerome de Perigon parece crear que un cometa avistado en el verano de 1369  trajo a a tierra a la llamada Bestia, que asoló Averoigne ese año

El cometa de 1556 comenzó a ser visible en Europa occidental a finales de Febrero o principios de Marzo. En su máximo esplendor se afirma que llegó a un tamaño aparente similar al de la mitad de la luna. A veces, también se le denomina como Cometa de Carlos V; este nombre deriva de una tradición que afirma que el emperador decidió abdicar, tras observar este fenómeno como una señal celestial para ello. 

En China el cometa fue también observado y considerado, igualmente, una señal de mal agüero, incluso asociando su aparición con el gran terremoto de Shaanxi, de enero del mismo año, que mató a, se calcula, más de ochocientas mil personas (considerado el terremoto más mortífero de la historia). El dominico portugués Gaspar da Cruz, que se encontraba en China en ese momento, escribió posteriormente una descripción del suceso, considerando el cometa una señal de desastre para todo el mundo, incluso como una señal del nacimiento del Anticristo. Otro terremoto, menor que el sucedido en China, se registró también en tierras otomanas el 10 de mayo, poco después de la visita del cometa y poco antes de un eclipse lunar (para terminar de redondear los malos augurios).

Tycho Brahe (retrato no contemporáneo, por Eduard Ender)

La nova de 1572

A partir del 16 de noviembre de 1572 diversos observadores en Europa describen una nueva luz en la constelación de Casiopea, cuyo significado fue muy discutido. Incluso algunos se niegan a aceptar que se trate de una nueva estrella y lo llaman cometa, pese a sus evidentes diferencias. Su luz aumenta durante varias semanas, llegando a ser más brillante que Venus, para luego ir descendiendo lentamente, hasta dejar de ser visible a finales de marzo de 1574


El gran astrónomo danés Tycho Brahe (1546-1601) no fue el primero en observar la nueva estrella pero si quien realizó las más precisas mediciones sobre la misma, demostrando por paralelaje (aunque no todo el mundo académico aceptó su demostración) que el fenómeno se debía producir mucho más lejos que la esfera lunar, en su obra de 1573 sobre el fenómeno, y por tanto su presencia anunciaba que, al contrario de lo que decía Aristóteles, si podía haber cosas nuevas en los cielos.

Otros autores como el británico Thomas Digges, los españoles Jerónimo Muñoz y Bartolome Barrientos o el checho Tadeáš Hájek publicaron sus propias obras académicas sobre el fenómeno, así como aparecieron abundantes panfletos y obras anónimas populares. 

Algunos teólogos, especialmente en el mundo protestante, vincularon la aparición de la estrella con la supuestamente inminente Segunda Venida y el Fin del Mundo, o que incluso era un ángel, o Dios mismo, mostrando su rostro.

John Dee llega a fechar algunas de sus cartas a partir del Anno Stellae (año de la estrella) en sustitución del tradicional Anno Domini (desde el supuesto nacimiento de Jesús) como si realmente fuera la señal de una nueva era y muchos la compararon con la estrella de Belén. 

Una interpretación común es que como la señal había sido visible durante 16 meses algo portentoso debía suceder a los 16 años de su aparición, señalando el año 1588  como el principio del Fin.

Imagen del cometa de 1577

Gran Cometa de 1577

El Gran Cometa de 1577, con una cola muy brillante y espectacular, fue visto entre Noviembre de ese año y enero del siguiente, desde Perú en el oeste  hasta Japón en el este. Según algunos testimonios su brillo llegó a ser mayor que el de la luna en su momento de mayor cercanía a la tierra (en torno al 11 de noviembre) y algunos afirman que tenía dos colas. 

En Europa septentrional fue considerado como una señal del aumento del peligro otomano, pues se decía que su forma era similar a la de una cimitarra, mientras que en las mismas tierras otomanas se le asocia con una epidemia de peste aquel año. 

Otros autores señalan que fue su decisión de ignorar el augurio del cometa lo que condujo a la derrota, y a su misteriosa muerte (otro día, quizás, hablaré del sebastianismo), al rey de Portugal, Sebastian I, en la batalla de Alcazarquivir (4 de Agosto de 1578) y finalmente a la anexión de Portugal por parte de Felipe II.

Otros cometas de menor tamaño son visibles en Europa en 1580, 1582  y 1585, aunque ninguno tan espectacular como los de 1565-1577 son igualmente vistos con una mezcla de miedo y fascinación. 

La tumba de Christian Rosencreutz, de la portada de un manifiesto rosacruz

La nova de 1604

Otra nueva estrella aparece en la constelación de Serpentarius, el portador de la serpiente  (también conocida como Ofiuco, a partir del nombre griego de la misma del mismo significado), entre octubre de 1604 y el mismo mes de 1605. Su brillo aumentó tanto que llego a ser visible incluso durante el día, al menos durante tres semanas. Además su aparición coincidió con una  conjunción de Júpiter y Marte en una dirección muy próxima, por lo que muchos astrónomos tenían la vista fijada en dicha sección del cielo.

Johannes Kepler (1571-1630) estudió en profundidad la nova y publico su De Stella nova in pede Serpentarii (Sobre la nueva estrella en el pie del Portador de la Serpiente, 1606) y por ello a menudo esta es referida, en fuentes actuales, como Supernova de Kepler.

En los famosos manifiestos rosacruces, publicados poco después (ligeramente fuera de la época para SK, pero muy adecuados para Máscaras del Imperio o el Hombre Abstracto, 1614-1615), se hace referencia directa a las novas (tanto la de 1572 como la de 1604) como señales del principio de una nueva era, la era de la reforma rosacruciana, e incluso sitúa a 1604 como la fecha en que el sepulcro oculto de Christian Rosencreutz (el mítico fundador del movimiento) habría sido desvelado al mundo.

Muchos seguirían recordando, durante los desastres de la Guerra de los Treinta Años, estás supuesta señales apocalípticas como muestra de que el conflicto no era otro que la guerra del fin de los tiempos y que, sin duda, el fin del mundo estaba cerca. En ese sentido podemos considerar también la fama casi mesianica, entre los protestantes, del rey Gustavo Adolfo de Dinamarca, identificado con el León del Norte o León de la medianoche (alemán Der Löwe aus Mitternacht) de una famosa profecía pseudo-paracelsiana (atribuida al médico alemán pero posiblemente apócrifa) enfrentado a los Habsburgo imperiales. 


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