Cosas para leer: La cosa del lago, de Eleanor M. Ingram


Esta novela ha resultado ser tanto una agradable sorpresa como una decepción al final. Durante toda su duración hay un constante desequilibrio entre unas estimables ideas de horror, en su vertiente cósmica, y una trama romántica repleta de sentimentalismo tardovictoriano. Y en su conclusión este segundo elemento, el que me parece menos interesante y más olvidable, claramente triunfa restando fuerza a esos momentos  e imágenes verdaderamente terroríficos que salpican la trama.

El argumento gira en torno a los sucesos extraños que se suceden en la casa en el campo, la antigua casa Michell, que compra un compositor de música ligera, Roger Locke, para huir del calor del verano neoyorkino. Allí, por las noches, una oscura figura parece arrastrarse del cercano lago, en realidad poco más que un pantano de aspecto insano, mientras que otra misteriosa figura femenina parece acudir en su ayuda. Con el tiempo se desvela una trama que gira en torno a un secreto antiguo y brujerías ancestrales, pero también en torno al encaprichamiento de  Roger por su misteriosa protectora. Con economía de personajes, los únicos destacables además de los mencionados son la prima de Roger, Philida, y su marido, Ethan Vere, que sirven como guardeses de la casa.

Eleanor Marie Ingram (1886-1921) es una escritora bastante olvidada, quizás por su muerte prematura (aunque comenzó a publicar muy joven),  o por su propensión a un género, como la ficción sentimental a la que dedico la mayor parte de su obra, que no ha tenido las tendencias al interés anticuario de la ciencia ficción o el terror. El que su escritora fuera mujer tampoco ayudo, me temo, a que fuera considerada por los críticos. Lovecraft la menciona favorablemente en su correspondencia en 1927 (la novela se había publicado, póstumamente, en 1921), pero decide no incluirla en su ensayo El horror sobrenatural en la literatura (escrito entre 1925 y 1927, pero revisado en 1933 y 1934), pese a tener paralelismos claros con parte de su obra, incluso su escenario en Nueva Inglaterra y, en parte, en su amado siglo XVIII. Los elementos que podemos calificar de lovecraftianos no se quedan ahí, sin embargo, la descripción de la criatura, el uso de libros ficticios (con un magníficamente nombrado Abimelech Fetherstone como autor) y otros que prefiero no desvelar para dejar la sorpresa al lector, recuerdan mucho a momentos de la obra de el de Providence. 

Es curioso que Ingram, para tratarse según todas las referencias de su primera y única obra de terror, muestra un dominio de fuentes ocultistas y cercanas (sin repasar mucho encontramos referencias al ocultismo egipcio, a la demonología judeo-cristiana, a los casos de brujería americanas como Salem, pero también a la literatura de género, con una referencia directa a Dumas) con una facilidad que podría mostrar un interés real por el tema, extremo que me ha resultado imposible de comprobar. Al menos una referencia, por ejemplo, me lleva a pensar que consulto la socorrida An Encyclopaedia of Occultism de Lewis Spence (1920) (obra que también Lovecraft aparentemente poseía y que podéis consultar aquí).

De nuevo esta es una ocasión, por cierto, perfecta para señalar la diversidad de significados y contenidos del pulp. Ingram es, también, una autora pulp, si bien un ejemplo temprano, anterior a la era dorada por unos pocos años. Así el primer relato que he podido localizar aparece en el número de octubre de 1902 de Short Stories (The Duke, the Slipper and Dolores), y se puede encontrar su obra entre otras en varias revistas del editor Munsey (como The Cavalier o All-Story Magazine) y también en The Red Magazine (revista de ficción destinada a un público femenino que sigue publicándose como revista hoy día, aunque sin relatos desde 1993). 

Sobre la edición española de La Magnífica poco que decir, correcta traducción por parte de Sergio Mars (que se enfrenta a la dificultad adicional de traducir hablas regionales y lenguaje arcaizante) y muy buenas ilustraciones de Carlos Cuesta Dolz (aunque quizás la distribución de las mismas en el texto resulte rara en ocasiones). Mi única pega es que el tipo de papel e impresión utilizado en la cubierta es demasiado frágil y ya parece desgastado y descolorido en los cantos al momento de empezar a leerlo. 

Puntuación: 7/10

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