Cosas para ver: Filmografía Pulp (9ª Parte)


Sigo añadiendo películas que, desde mi punto de vista, resultan interesantes para el narrador interesado en cualquiera de las múltiples variedades del pulp, con ejemplos de terror, género, negro y aventuras (principalmente) así como alguna comedia, algún musical y, de vez en cuando, rarezas difíciles de clasificar. 

Los criterios de inclusión, tengo que admitirlo son difusos, algunas lo hacen por su ambientación o rodaje en la época dorada de los pulps, otros por elementos argumentales o formales que de una manera u otra me resultan inspiradores... y a veces es la casualidad (un descubrimiento o una revisión reciente) la que hace que cierta película entre en la lista o no. 

La calidad no es siempre el criterio principal, aunque en general intento no poner películas que considero insalvablemente malas y, a veces, algunos clásicos indiscutibles  se han quedado injustamente olvidados o dejados de lado por obvios (¡y es que en el listado donde voy apuntando todas las que podrían tener un pase llevo 284 películas  y ¡seguro que me faltan muchas!). 

Y aclarados estos puntos, ¡vamos con la 9ª entrega! (si te interesan las anteriores aquí puedes verlas


Cartel de la película Black Moon, en inglés. Una ilustración con dramáticos colores. la parte inferior (sobre la que aparecen los créditos y el título de la película. De ese fondo negro surgen hacia arriba la silueta de varios brazos también en solido color negro. En el centro aparece dibujado el personaje de Juanita (Doroty Burgess) ataviad con una especie de túnica blanca y con un machete alzado en u mano derecha, foertemente ilumina su figura es casi completamente blanca, excepto el cabello oscuro y alguns detalles. Tras su figura el fondo está ocupado por los primeros planos de Gail (Fay Wray) y Stephen (Jack Holt) con rostro asustado ella y preocupado el de él. Estos rostros aparecen virados a tono naranja, con iluminación dramática desde abajo, haciendo un fuerte contraste con el blanco-azulado del cuerpo de Juanita.

Luna Negra
 (Black Moon, 1934, Roy William Neill)

Película que me ha resultado muy interesante por los paralelismos que se pueden trazar con algunos aspectos del relato la Llamada de Cthulhu de Lovecraft (escrita en 1926 y publicada en Weird Tales en Febrero de 1928, por aclarar la cronología); de forma que algunas escenas rituales casi podrían utilizarse como ilustración para el relato. Pero donde los subtextos racistas, presentes en el relato de Lovecraft, en cierta forma pueden sublimarse con su marco de terror cósmico, este relato cinematográfico de Black Moon no tiene estas excusas. En la película el miedo fundamental, y poco disimulado, es la corrupción de la familia blanca, cristiana y anglo-americana, por la siniestra influencia de las religiones extrañas y sus practicantes de piel más oscura.  También se respira el miedo a la revuelta racial violenta, a la subversión de la jerarquía racial construida tras la guerra civil, algo no solo subyacente en la obra de Lovecraft, si no aún más constante en la del sureño Robert E. Howard. 

Juanita Lane (Dorothy Burgess), de soltera Pérez, es la esposa del empresario Stephen Lane (Jack Holt) y tiene una hija pequeña, Nancy (Cora Sue Collins); todo sería ideal en la casa de los Lane, pero Juanita está obsesionada por el sonido de los tambores, recuerdo de su infancia en la isla caribeña de Saint Christopher (que no deja muy claro si es la verdadera isla de tal nombre o no). Perseguida por los recuerdos decide viajar de vuelta a la isla, junto con su hija, una niñera y la secretaria de su esposo, Gail (Fay Wray). Allí la joven madre se ve arrastrada, contra su voluntad o no, al culto del vudú, personificad en el sumo sacerdote Kala (Laurence Criner) y la niñera que crio a Juanita, Ruva (Madame Sul-Te-Wan). El único personaje negro de función eminentemente positiva es el marinero Lunch McClaren (Clarence Muse), que además evita casi totalmente el peligro de devenir en alivio cómico. El que se trate de un precode (película norteamericana estrenada antes de la aplicación estricta del código Hays de censura) permite en este caso algunos devaneos morales que, al contrario del cine inmediatamente posterior no serán castigados, como el romance adúltero que posibilita el final, más o menos, feliz.

Las escenas más destacadas son, por supuesto, las ceremonias vudú a la luz de la luna, a las que debemos sumar el asedio de nuestros protagonistas en un sótano en la parte central del metraje, en las que Roy William Neill (uno de esos directores eficientes que a menudo se llaman artesanos, que dirigió por ejemplo muchas de las entretenidas aventuras del Sherlock Holmes de Basil Rathbone) maneja de forma magistral la tensión dramática creciente y el ambiente de amenaza. 

Como punto débil, adicional, ninguno de los personajes es realmente explorado en profundidad, y la que menos Juanita (curiosamente, pesé a su nombre innegablemente hispano, en Saint Christopher todo el mundo parece hablar francés criollo), que en otro enfoque podría haberse convertido en la heroína trágica que esta historia no le deja ser. El protagonismo de Jack Holt, actor popular de la época (especialmente en el cine de serie B) pero para mi gusto bastante limitado, tampoco aporta ninguna profundidad dramática. 

Por supuesto no es la primera vez que Fay Wray aparece por la filmografía, su papel más conocido es la Ann Darrow de King Kong (1933), pero como abonada al género de aventuras y  el terror (y el western, aunque ese es un terreno en el que no hemos entrado en profundidad), ya hemos mencionado aquí El malvado Zaroff o Doctor X

Cartel de la película. un dibujo sobre fondo blanco de nuestros dos protagonistas en plano medio. El lleva el pelo negro engominado hacia atrás y un traje oscuro, ella un vestido rosa oscuro de chaqueta y el pelo anaranjado suelo y rizado. Amos sonrien y elevan los ojos hacia la parte izquierda del cartel. Ella está delante (su cabeza alcanza el hombro de él). El título en inglés aparece en esa misma parte izquierda, en azul sobre un fondo amarillo y con un corazón rojo sustituyendo al punto de la "i". En la parte superior aparecen los nombres de los dos actores en color rojo, ella primero, y en la parte inferior derecha.

Adelante, mi amor
(Arise, my love, 1940, Mitchell Leisen)

Una de esas combinaciones raras que a veces nos da el cine, una comedia romántica con elementos de propaganda bélica. Escrita por el gran dúo, que acabaron mal avenidos, pero produjeron algunos de los mejores guiones de la historia de hollywood, Billy Wilder y Charles Brackett (sobre una historia de Benjamin Glazer y Hans Szekely

La película comienza en 1939 en España, donde nuestro protagonista,  Tom Martin (Ray Milland) está a punto de ser fusilado por los fascistas, tras haber servido como aviador con las tropas republicanas. Sin embargo se ve salvado in extremis cuando su esposa (Claudette Colbert) aparece para suplicar por su vida. Solo hay un problema, Martin no está casado (y el momento en que el militar fascista, interpretado por George Zucco, se da cuenta de su error leyendo el testamento de Tom es un gran momento cómico) y, en realidad, la mujer resulta ser Agusta "Gusto" Nash, una ambiciosa periodista dispuesta a todo por hacerse con una exclusiva. 

Tras su fuga de la España dominada por el fascismo, seguimos la historia del romance, constantemente interrumpido, entre nuestros protagonistas, mientras Europa se lanza a la guerra y sus planes (él planea unirse a la aviación polaca para seguir luchando contra los fascistas y ella desea ser corresponsal en Berlín, la primera mujer en ocupar el puesto) se interponen en el camino del amor.

La semilla de la historia se basa en la anécdota real, protagonizada por Harold Edward Dahl. Este piloto americano fue capturado por los fascistas en 1937, en el frente de Brunete, salvándose in extremis por la intervención de su esposa (esta si, real), la vedette Edith Rodgers, quién llegó a escribir al mismo Franco (supuestamente con una foto "sensual" adjunta)y consiguió que lo liberaran.

El personaje de Gusto, por otra parte, bebe también de la personalidad e imagen de dos periodistas reales: Martha Gellhorn (que, entre otras cosas, también realizó varios reportajes en la guerra civil española) y Dorothy Thompson (corresponsal en Berlín desde 1927 hasta 1934, cuando fue expulsada por el gobierno hitleriano). 

El arquetipo de la periodista deslenguada y que no tiene miedo a nada, especialmente a competir contra sus compañeros varones, es un recurso habitual de la ficción pulp y neopulp. Podríamos mencionar muchos ejemplos como la mismísima Lois Lane de las historias de Superman, la "Hildy" Johnson (Rosalind Russell) de Luna Nueva (His Girl Friday, 1940, Howard Hawks) o la Polly Perkins (Gyneth Paltrow) de Sky Captain y el Mundo del mañana (Sky Captain and the World of Tomorrow, 2004, Kerry Conran), pero quiero hacer aquí una mención especial a la olvidada Theresa "Torchy" Blane. 

Esta rubia de armas tomar (la primera de las películas se titula justamente Smart Blonde) llegó a protagonizar nueve películas, dentro de la serie B de la Warner,  entre 1937 y 1939, siendo interpretada por Glenda Farrell en siete de ellas (y por Lola Lane y Jane Wyman en una película cada una), enfrentándose a mafiosos, espías y lo que se tercie junto con su novio, el policía Steve McBride (interpretado por Barton MacLane en las siete protagonizadas por Farrell).



Pimpinela Smith
(Pimpernel Smith, 1941, Leslie Howard)

Leslie Howard había interpretado en 1934 a Sir Percy Blakeney, la Pimpinela Escarlata (personaje creado por  Emma Orczy en 1905) un héroe de capa y espada  que, en tiempos de la revolución francesa, utiliza el subterfugio y la esgrima para salvar a aristócratas perseguidos por el Comité de Salud Pública. En esta ocasión el actor británico no sólo se encarga de encarnar al protagonista, si no que también ocupa la silla de director y la de productor, mostrando la importancia personal que para él tenía el tema. En esta actualización, o revisión, del personaje nos encontramos con Horatio Smith (nótese como dejamos atrás al aristócrata para convertir en protagonista al hombre común, con el apellido más común posible): un aparentemente apocado y distraído profesor de arqueología en Cambridge. Acompañado de un grupo de alumnos (americanos y británicos), se adentra en la Europa prebélica de 1939 con la excusa de participar en la excavación en Alemania, muy cerca de la frontera, que planea utilizar para ayudar a escapar a los perseguidos por el régimen Nazi. 

Algunos paralelismos visuales y temáticos con Indiana Jones son evidentes, desde el uso de la sombra de Smith como señal identificativa (recurso visual utilizado por Spielberg tanto en En busca del Arca Perdida como en La calavera de cristal), así como el contraste entre la personalidad aparentemente apocada del profesor en clase, frente a su faceta más aventurera, más real. También es necesario señalar un rasgo que comparte con los films de Spielberg, es la tendencia a tratar a los nazis de forma algo caricaturesca, privándolos en parte del aura de poder de la que intentaban, e intentan, imbuirse. Así la némesis de nuestro protagonista, el general Von Graum (interpretado Francis L. Sullivan), parece más un burócrata, rodeado de otros burócratas burócratas, cegados por sus prejuicios y su  incultura, llevando a cabo su siniestro trabajo, sin ningún glamour. 

Se trata, claro, de una película propagandística, realizada por Howard con el claro objetivo de apoyar el esfuerzo de la guerra de su país, ganando para la causa al público americano. La historia tiene algo eminentemente británico (al menos de como los británicos gustan de verse a si mismos) con una combinación de ingenio e ironía, de ingenio y deportividad, frente a la violencia de sus oponentes. Quizás una de las escenas que peor han envejecido es la forma en que Smith ahuyenta, utilizando pura misoginia "fingida", a las alumnas femeninas en su clase para "caballerosamente" ahorrarles los riesgos de su misión. Sin embargo se encontrará con una mujer implicada en el caso, la Ludmila interpretada por Mary Morris (cuyo papel exacto en la trama prefiero no desvelar).

En su interpretación del protagonista Leslie Howard consigue equilibrar ese humor que comentaba anteriormente, exacerbado por ejemplo en las escenas en que se hace pasar por un propagandista nazi americano, con la seriedad necesaria en otros momentos, por ejemplo en el emotivo discurso final en que profetiza el inevitable final de la dictadura nazi (recordemos, rodado en 1941). El actor, trágicamente, moriría sin poder ver esta derrota; en 1943, solo dos años después del estreno de la película, el avión en el que viajaba entre Lisboa y Londres fue derribado por los alemanes sobre el atlántico. 

En su otra faceta, la de la  dirección, Howard, que solo había dirigido anteriormente la versión del Pygmailon de George Bernard Shaw de 1938 (un éxito en su época, hoy casi olvidad en beneficio de la versión musical de 1964, My Fair Lady), muestra gran soltura en el aprovechamiento de la puesta en escena. Como muestra, la primera escena en el albergue de montaña, donde los cortes son sustituidos en su mayor parte por movimientos de la cámara y los actores en un mismo espacio o la forma sintética en que nos muestra la recepción en la embajada inglesa. 

Cartel en español de la película, que utiliza un montaje de multitud de elementos fotográficos. En la parte inferior, sobre fondo blanco aparece únicamente el título de la película. Inmediatamente sobre el título aparecen las figuras, en pequeña escala de los miembros del comando, distribuidos en horizontal y "avanzando" hacia la cámara. Visten con ropa de época (Cavill en el centro lleva un abrigo y una gorra alemana) y portan armas de la segunda guera mundial, excepto el personaje interpretado por Alan Ritchson que lleva un arco. Tras ellos hay una gran explosión. Sobre dicha explosión se repiten, a una escala mucho mayor, las figuras de (de izquierda a derecha) Freddy Alvarez (como  Henry Golding), Alan Ritchson (con su arco), Henry Cavill (apuntando una ametralladora y sin el uniforme robado) y Eliza Gonzalez (con un revolver en cada mano y soplando el humo de uno de ellos) Los colores naranjas de la explosión el y rojo oscuro del título dominan la imagen, contrastando con el fondo blanco del cartel.

El ministerio de la Guerra Sucia
(The Ministry of Ungentlemanly Warfare, 2024, Guy Ritchie)

Y de un film de propaganda antinazi de los 40 paso a una película muy reciente, apenas estrenada en nuestro país antes de llegar a plataformas, donde la acción antinazi toma un rumbo muy distinto que la anterior. Si Leslie Howard opta por desarmar la violencia nazi con ironía e inteligencia, aquí Guy Ritchie opta por pagar con la misma moneda, violencia por violencia, y ofrecer un espectacular film de acción y humor gamberro, con abundancia de tiroteos y explosiones pero poca flema británica

La historia, remotamente basada en personajes y acontecimientos reales (la llamada Operación Postmaster), sigue a un comando británico capitaneado por Gus March-Phillips (Henry Cavill), en una misión de sabotaje para obstaculizar el suministro para los submarinos alemanes desde la isla de Fernando Po, en la Guinea española, a finales de 1941. Junto con Cavill aparecen como miembros de su equipo, entre otros,  Alan Ritchson, Eliza González y Babs Olusanmokun, mientras que en el papel de villano tenemos al alemán Til Schweiger. Otros muchos personajes aparecen y desaparecen de las escenas, de forma que incluso algunos de los que aparecen en el cartel pasan por la película sin un solo instante memorable que adscribirles, por falta de tiempo y de atención mayormente.

Es una película divertida, sin duda, pero para mi ha sido una decepción. El estilo visual de Ritchie, siempre uno de sus puntos fuertes, parece aquí haber ganado de largo la partida al argumento y a la caracterización. La comparación más cercana, en lo formal e incluso con algunos giros argumentales calcados, podría ser con Malditos bastardos (Inglorious Basterds, 2009, Quentin Tarantino). Sin embargo, desde mi punto de vista, este Ministerio resulta un acercamiento mucho más superficial y simple que la película de Tarantino. Si la historia de Aldo Raine (Brad Pitt) y los suyos es en el fondo una historia sobre el papel de la ficción y la violencia (con algo de complejidad temática, y contradicciones, bajo su espectacular envoltorio y la comedia), el film de Ritchie no parece ir más allá de dicha violencia, creando un artefacto mucho más liviano y sin trascendencia. Tampoco ayuda el que la acción carezca en su mayoría de tensión, algo que el film de Tarantino manejaba estupendamente, ya que los personajes protagonistas, y especialmente el líder interpretado por Henry Cavill nunca parecen estar realmente en peligro; con una superioridad e invulnerabilidad casi cómica se pasean masacrando nazis como si se tratara de un videojuego con todos los códigos de trampas activados, mientras los peligrosos nazis caen como moscas a su alrededor. 

Tiene algunos momentos sinceramente divertidos pese a todo, demasiado pocos, y algunas escenas podrían haber funcionado con ligeras modificaciones. 


Caltiki, el monstruo inmortal 
(Caltiki - il mostro immortale, 1959, Riccardo Freda y Mario Bava) 

Esta es una entretenida película de monstruos de los 50, realizada en Italia con la participación de uno de los directores que revolucionaría el cine de género, en la década siguiente con la magnífica La máscara del demonio (La Maschere del demonio, 1960). Se puede decir que tiene claras influencias argumentales y visuales de El experimento del Dr. Quatermass (The Quatermass Experiment, 1955, Val Guest), de Lo desconocido (X, The unknown, 1956, Leslie Norman y Joseph Losey) o La masa devoradora (The Blob, 1958, Irvin S. Yeaworth Jr. y Russell S. Doughten Jr.), pero sin forzarlo demasiado estamos también muy cerca de Lovecraft, especialmente en el principio de la película.

Un grupo de científicos está trabajando en Tikal (yacimiento maya en Guatemala), para intentar descubrir el motivo de la supuesta "desaparición de la civilización maya del año 607 d.c.". Accidentalmente descubren un templo de una diosa llamada Caltiki, que es "una e inmortal" y que "cuando llegue su esposo, venido del cielo, destruirá el mundo" y que, en realidad, no es si no una monstruosidad protoplasmática  de 200 millones de años. 

Lo mejor para mi, es ese principio arqueológico, aunque pronto entre en el territorio más convencional del subgénero de terror de monstruos gigantes, trasladando la acción a la ciudad, que diluye la atmósfera lograda en las ruinas. Así, según avanza la película, esos buenos momentos se ven sepultados por forzados giros argumentales, una obsesión por las tramas románticas melodramáticas, y una poco convincente ambientación en Ciudad de México. Algunos efectos están resueltos con gracia y desenvoltura (como la efectiva recreación de las ruinas mediante pinturas mate), ayudados por la buena fotografía en blanco y negro, pero otros (incluyendo buena parte del duelo final, pretendidamente espectacular) resultan involuntariamente cómicos.

Película con reparto internacional, incluyendo al canadiense John Merivale, que interpreta al protagonista el profesor John Fielding,  y el alemán Gérard Herter, como el miembro de la expedición marcado por la diosa (y que en su problemática recuerda al Victor Carroon de la ya menciona primera película del Dr.  Quatermass). Hay discusión con que parte dirigió Freda (el más veterano de los dos) y que parte dirigió Bava (que hasta entonces había trabajado como director de fotografía principalmente). 

Por cierto, otra película de los 50 con cierto aire lovecraftiano, (en este caso por la parte de los caserones oscuros, los legados malditos y los antepasados monstruosos) es la curiosa, y bastante desconocida, The Maze (1953, William Cameron Menzies). Está basada en una breve historia titulada, también, El Laberinto (1948), del escritor suizo Maurice Sandoz (y con ilustraciones de Dalí), que resulta menos intensa que la película, aunque ambas fallan en conseguir trasmitir verdadero terror y dejan demasiados hilos sueltos en su argumento, que Lovecraft no hubiera desaprovechado. 


Comentarios

  1. Un placer volver a leerte. Estoy trabajando en una campaña pulp ambientada en los años 50, se que es una época tardía para el género, pero creo que puede ser una mezcla muy interesante todo lo de la guerra Fría, el telón de acero y mezclarlo todo con cultos antiguos y demás.

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    1. Gracias por comentar, ha sido un verano duro y estoy intentando volver a la normalidad. Los 50 es verdad que yo los suelo dejar un poco de lado, véase aquí lo que hablo de Calitiki, pero igualmente es una época muy interesante y, en general, menos explorada que los 30.

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