El Dial H es un concepto clásico del universo DC, aparecido por primera vez en House of Mystery #156 USA (1966) y que ha tenido diversas encarnaciones a lo largo de estos cincuenta años. El objeto es un disco, similar al disco rotatorio de un teléfono antiguo, que, al seleccionar las letras H-E-R-O convierte a su portador en un superhéroe, pero (y este es realmente el rasgo más original) no siempre en el mismo (como podría ser el caso del Capitán Marvel), si no que ofrece una variedad de transformaciones, que convierten el cómic en una divertida oportunidad de experimentar, con personalidades y poderes diferentes en cada ocasión.
En los años 80 dos nuevos personajes, Chris King y Vicki Gran se convierten en portadores de dos nuevos diales en historias de complemento en diversas colecciones, donde se termina descubriendo que el creador de estos dos diales no era otro que el original Robby Red, dividido en una identidad heroica y otra villanesca por accidente.
También quiero mencionar una historia suelta, guionizada por Michael J. Strazinsky y con los lápices de Jesús Saiz, en la colección Brave and the Bold #27 USA donde se cruza al personaje con Batman. Pese a publicarse en noviembre de 2009, entre la serie de Pfiefer/Kano y la de Mieville/Santolouco, utiliza al clásico Robby Reed en una historia de redención y una reflexión sobre que es, en realidad, un héroe muy, pero muy, interesante.
Pero la serie que nos ocupa, publicada en españa por ECC en tres tomos entre febrero y mayo de 2020, conteniendo los 12 números originalmente aparecidos en América el año anterior. Esta miniserie formaba parte del sello Wonder Comics, un sello fundado por Brian Michael Bendis y que pretendía centrarse en nuevos (Naomi) o clásicos (como este que nos ocupa) personajes juveniles de DC.
Pese a mis opiniones en general sobre la errática política editorial de DC en los últimos años si quiero destacar como algo muy positivo la forma en que han potenciado, publicando cosas interesantes y a tiempo, las líneas para lectores juveniles o infantiles, algo muy necesario para renovar el público, en un mercado que corre peligro de convertirse (si no se ha convertido ya) en una reserva de viejos fans que no salen (¿salimos?) de los mismos clichés y personajes. Y eso implica también abrirse a otros géneros y otras formas de narrar que, quizás, han conectado más con una generación más joven (especialmente el manga en su infinita variedad).
En los guiones contamos con Sam Humphries , un autor con poca obra publicada hasta el momento, con etapas en Los Ultimates para Marvel y Green Lanterns o Harley Queen para DC, además de sus iniciales series independientes como Our Love is Real (solo he leído una preview y es... peculiar).
Respecto al arte se encarga principalmente el magnífico Joe Quiñones y una variedad de otros artistas más o menos conocidos (Arist Dyen, Coleen Doran, Michael Avon Oeming. Erica Henderson, Stacey Lee y Paulina Ganucheau) que tienen la ocasión de lucirse imitando a lo largo de sus páginas diversos estilos pasados y presentes del cómic, no solo las esperables referencias al cómic de superhéroes (desde Kirby hasta Liefied pasando por Perez, Garcia-Lopez o Miller) si no también los dibujos animados de Hanna-Barbera, el manga de Toriyama, la ciencia ficción de Moebius o autores americanos más indie como Eastman y Laird, Chris Ware o el Allred de Madman y Red Rocket (¡y solo estoy citando a unos pocos!).
Es una verdadero catálogo de estilos que Quiñones, y los demás, consiguen homenajear con gran efectividad, manteniendo su estilo propio para la narración principal y una narrativa coherente pese a los continuos saltos y encajando cada uno con su propia función narrativa. Quiñones, además, dota de una gran personalidad a sus personajes principales, con una expresividad y una personalidad propias.
La aventura en sí, la trama en si misma, sigue a dos adolescentes Miguel y Summer que cruzan su destino con el Dial H y se lanzan a una aventura algo enloquecida con seres cósmicos y conceptos del multiverso morrisoniano mientras intentan superar sus propios traumas personales y encontrar su lugar en el mundo. Por supuesto una organización malvada, el Club Thunderbolt, intenta hacerse a su vez con el Dial y comienza una persecución que les llevará a una nueva vida y nuevas aventuras.
Como hilo conductor un mensaje de responsabilidad, de tolerancia y aceptación, de si mismo y de los demás, muy positivo pero que quizás por momentos se pierde en el caos argumental que se desata, especialmente en los últimos números. También hay un discurso sobre el valor del cómic, en su vertiente más optimista, de lo que puede representar o trasmitir que sea un valor positivo para nuestra sociedad contemporánea, lo que el cómic (en particular el de superhéroes pero, en general, el medio) nos puede enseñar o hacernos ver.
En definitiva un recomendable experimento de mezcla de géneros, con un dibujo con pocos puntos bajos (personalmente el número dibujado por Paulina Ganucheau me parece lo más flojo en ese sentido) y un argumento que con ropajes humorísticos trata temas muy importantes con estilo y gracia.
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