Escocia en la época de Solomon Kane: El Hombre Oscuro



La secta de El Hombre Oscuro o simplemente el Oscuro se trata de un grupo cuya existencia es desconocida para la inmensa mayoría de la población local escocesa, pese a haber existido en alguna forma en Escocia al menos desde el siglo III.

Por aquel entonces gran parte de lo que hoy es Escocia era conocida como Caledonia y  algo más tarde como Pictland, Pictia o Pictavia, y sus habitantes, consecuentemente, caledonios o pictos (que se convierte en el término más común a partir del siglo III). Desconocemos el nombre que se daban a si mismos, en realidad desconocemos mucho sobre este pueblo: no conservamos los nombres de sus dioses, ni estamos seguros, siquiera, de la lengua que hablaban. El nombre picto tradicionalmente se deriva del latín, haciendo referencia a la costumbre de este pueblo de usar pintura corporal o tatuajes (aunque también es posible que el nombre tenga un origen totalmente diferente, quizás asociado con el nombre galés de la isla Prydain). En gaélico se usa a veces el término Cruthin o Cruithne para referirse tanto a los pictos de Escocia como a ciertas poblaciones distribuidas en los condados de Antrim, Laois, Galway, Derry y Down a principios de la Edad Media, lo que podría sugerir una conexión entra ambos.

En textos medievales irlandeses, como el Lebor Bretnach del siglo XI, Cruithne Mac Cing  (a veces también aparece con el nombre  Albanectus) aparece también en ocasiones como nombre epónimo del primer rey de los pictos, que habría dividido su reino entre sus siete hijos (Fib, Fidach, Floclaid, Fortrenn, Got, Ce, Circinn) tras reinar él mismo durante 100 años. Sin embargo, el primer rey de los pictos que parece ser plenamente histórico y no legendario es Vipoig (muerto en el año 341).

en fuentes tardo antiguas, y en la leyenda artúrica, los pictos se unen a los escotos, los anglos y sajones, como causantes de la ruina de Britania, formidables guerreros salvajes, sin piedad y sin refinamiento. Sin embargo Kenneth McAlpin (810-858), Cináed mac Ailpin en gaélico medieval, rey de Dal Riada, conquista y anexiona el reino de los pictos, siendo considerado por muchos como el fundador del Reino de Alba (antecedente de Escocia). Aunque de ascendencia irlandesa (tal es el significado original de escoto) por parte paterna algunos creen que posiblemente el mismo fuera hijo o nieto de una princesa picta o estuviera casado con una. 

Ya en el siglo XII, Henry de Huntingdon, en su Historia Anglorum, califica a los pictos de "el Pueblo que se Desvanece", habitantes de las regiones más remotas de las islas, desplazados por los escotos a las regiones más pobres y remotas, escasos en número y en fuerzas, asimilados casi completamente a la población dominante.

Como curiosidad, en el siglo XVI, un libro sobre la creación de la colonia británica de Virginia en Norteamérica, A Briefe and True Report of the New Found Land of Virginia de Thomas Heriot (1585) incluye (como comparación con los habitantes salvajes del Nuevo Mundo) las imágenes de guerrero pictos, hombres y mujeres, reconstruido a través de las referencias literarias y clásicas como bárbaros desnudos, cubiertos de tatuajes o pinturas por todo el cuerpo. Esto resumen muy bien la idea sobre ellos que la gente culta de los siglos XVI y XVII tenía sobre ellos, un recuerdo difuso del más lejano pasado, un ejemplo de barbarie y atraso, y al mismo tiempo un misterio atrayente. De forma casi contemporánea John Leland llama a las ruinas del muro de Adriano La Muralla Picta en su recorrido The Itinerary of John Leland in or about the Years 1535–1543

Sin embargo, las Crónicas Nemedias cuentan que muchos siglos antes, al final de la era hiborea, los antepasados de los pictos ya forjaron un gran imperio, sobre las ruinas de los reinos civilizados del occidente, pero que este cayó presa de la división y la barbarie. Estas crónicas también señalan a un origen mucho más antiguo para los pictos y un linaje que se retrotrae a las tinieblas de la era Thuria y aún más allá.

Sea como sea, en torno al año 200 había un rey, o un caudillo militar, que destacaba por encima de los demás, que soñaba con reunir a todos los pictos (aunque aún no eran conocidos como tales y posiblemente fuera más acertado denominarlos caledonios) en un sólo reino: la tradición recuerda su nombre como Bran Mak Morn. Bran, y su progenitor Morn*, no aparecen en las listas conocidas de reyes pictos, aunque algunos creen que su nombre ha sido deliberadamente expurgado (o cambiado por un pseudónimo) por una cuestión de tabú religioso. 

* Hay dos personajes muy posteriores, miembros de los Fianna (banda de guerreros legendarios irlandeses, capitaneada por Fionn mac Cumhail) que comparte patronímico con Bran, Goll mac Morn o mac Morna, y su hermano Conan, pero ambos no parecen estar relacionados con Bran ni con los pictos.

Bran es una figura elusiva, ya que sólo aparece oblicuamente en las fuentes romanas, como parte o instigador de una rebelión en el norte de Britania, en tiempos del gobernador Titus Sulla (c.147-153 d.c), y los pictos, de forma característica, no han dejado su propia crónica de los sucesos. Sin embargo un pequeño y disperso grupo religioso, La secta del Hombre Oscuro, conserva sus propias historias y leyendas sobre el Gran Rey, pero no comparten esa información con los ajenos al culto. 


La Isla del Altar (Eilean na h-altarach)

El centro de sus ritos, desde el siglo VIII cuando la mayoría de los pictos se habían convertido al cristianismo, se encuentra en un islote conocido por sus miembros como la Isla del Altar, marcado por la presencia de un antiquísimo círculo de piedras (que sirve también como una especie de calendario lunar) y una caverna, siempre custodiada por siete miembros (uno por cada animal totémico), elegidos para dicho papel por un periodo también de siete años.

En el fondo de dicha caverna, en un lugar donde no llega la luz del exterior pero donde se escucha el incesante sonidos de las olas, descansa una figura de piedra negra. de unos cinco pies de altura, toscamente tallada en la forma de un hombre. Esta estatua representa a Bran o, si nos atenemos a la creencia de sus seguidores, "es" Bran y, en el futuro lejano, el Gran Rey volverá a encarnarse o animar esa estatua y volver a gobernar a su pueblo. Es una obligación para todos los miembros peregrinar una vez en su vida a la caverna y postrarse ante la negra escultura, esperando el día que se produzca el regreso de su dios-héroe.

Cada siete lunas (203 días) se ofrecen en la cueva sacrificios al Dios sin Nombre, el Gran Gusano y otras figuras netamente siniestras, la sangre de las víctimas (a las que se arranca el corazón, tradicionalmente con un cuchillo de obsidiana) es asperjada sobre la estatua y en las paredes de piedra y se dice que en los dibujos que forman las gotas de sangre se puede vislumbrar el futuro. La relación de los cultistas con estas figuras divinas es ambivalente, aunque les ofrecen sacrificios estos tienen más una función de aplacar su ira y mantener los titanes dormidos, que intentar despertarlos o obtener directamente sus favores. Hay incluso algunos que creen que el retorno de Bran será precisamente para luchar contra estas entidades y desterrarlas definitivamente de nuestro mundo.

Otra reliquia fundamental es la primitiva corona del Rey de los Pictos, una tosca banda de oro tallado, que se mantiene también oculta también en la caverna y que nadie puede mirar ni tocar hasta que Bran retorne para coronarse de nuevo.

Las víctimas sacrificiales suelen ser secuestradas en las noches inmediatamente anteriores al sacrificio, preferiblemente en las costas cercanas (siendo más sencillo llevar a las víctimas por mar que transportarlas por tierra). Los seguidores del Hombre Oscuro prefieren utilizar el sigilo para llevar a cabo sus planes, cayendo sobre granjas desprevenidas o asaltando pequeños barcos, secuestros que pasan en general inadvertidos o son atribuidos a bandidos y piratas.

Lejos de la Isla del Altar, entre los miembros  dispersos del culto, los sacrificios en las fechas prescriptivas se limitan habitualmente a animales, pero aquellos que buscan particularmente el favor de las fuerzas misteriosas para una tarea particular o en busca de mayor poder pueden arriesgarse a practicar el sacrificio humano. Suelen realizarse ante una pequeña figura de piedra, tallada a imitación de la escultura de Bran, pero a escala mucho menor.


Número y fuerzas 

Los miembros del culto afirman descender de los antiguos pictos, y se precian de recordar (la trasmisión es oral, ya que consideran un pecado escribir los secretos de su religión) genealogías que aseguran llegan hasta los inicios del pueblo picto, que sitúan en remotísimos tiempos antediluvianos (lo que implica cientos o incluso miles de generaciones). Muchos ritos de la religión comienzan con el recitado del linaje (trazado por vía bilateral, es decir tanto pueden seguir el linaje paterno o materno dependiendo del que sea más prestigioso) y dos miembros del culto que no se conozcan utilizaran dicha recitación como forma de establecer su relación y jerarquía mutua.

Cada linaje parte de uno de los siete hijos de Cruithne y se relaciona con una bestia totémica
(el toro, el salmón, el águila, el jabalí, el caballo, el ciervo y el lobo, que se dice que era el tótem al que pertenecía Bran y por ello es el más respetado). Es creencia entre ellos que el tótem marca a sus descendientes con ciertos rasgos físicos y mentales (los toros son fuertes y de gran estatura, los lobos nervudos y astutos, etc). Algunos incluso poseen la capacidad de transformarse en su bestia totémica, o dominar a dichos animales. Es necesario apuntar que pese la importancia de la genealogía, no hay nadie que afirme descender directamente de Bran, según la tradición él mismo no engendró ningún hijo o hija y por ello nadie puede reclamar legítimamente el trono hasta que él regrese.
 
La pertenencia pasa de una generación a otra, así como las tradiciones, leyendas y creencias del mismo, y nadie ajeno al linaje puede ser admitido (ni siquiera cuando se casan fuera del culto tienen permitido compartir esos misterios con sus cónyuges). La iniciación suele tener lugar en la adolescencia e implica un juramento estricto de secreto, como señal de la cual se les tatúa un antiguo símbolo en forma de creciente, con una flecha partida en forma de V superpuesta. Algunos eligen tatuarse signos adicionales, como el tótem de su linaje, pero siempre en lugares fáciles de ocultar, como la espalda, el pecho o los hombros.

Incluso para algunos de los miembros de esta secta estas ceremonias son poco más que una tradición extraña, una particularidad de su linaje. Tan solo una serie de ritos menores, gestos e historias que pasan de padres a hijos pero que poco más afecta su vida cotidiana. Por ello el número de miembros es difícil de determinar. Posiblemente estemos hablando, como mucho, de un par de cientos en total y la mayoría de "células" estarán formadas por cuatro o cinco miembros, normalmente estrechamente relacionados por lazos familiares (es decir un patriarca o matriarca con sus hijos y quizás nietos). Su número se concentra en la costa occidental escocesa y algunas regiones del interior de Irlanda, aunque ambos núcleos tienen escasos contactos entre si. 

En algunos lugares (particularmente en la región de Galloway en la costa suroccidental de Escocia) los linajes locales mantienen relación con una comunidad oculta de Gente Pequeña, recordando el antiguo pacto forjado por el rey Bran para derrotar a los soldados de Sulla. En estos casos los puntos de contacto suelen localizarse en estelas y túmulos prehistóricos que, a veces, dan acceso a los complejos de cavernas subterráneas donde estos habitan.

Los cazadores de brujas e investigadores que se han encontrado con algún miembro no tienen problemas en identificar al Hombre Oscuro con Satanás, y con el Hombre Negro que aparece en muchos juicios de brujería, sin embargo parece necesario aclarar que estas dos entidades poseen características muy diferentes. El culto acepta como sacerdotes y líderes tanto a hombres como mujeres y algunos de los guerreros más temibles de la organización son ante el mundo mujeres de aspecto común, manteniendo dicha destreza en secreto. 

Los pictos de Howard y el conocimiento actual

Robert E. Howard tenía cierta obsesión con los pictos: aparecen en algunos de sus primeros manuscritos juveniles, también en las historias de Kull y en las de Conan, y son, por supuesto, los protagonistas absolutos del ciclo de Bran Mak Morn, además de parte fundamental de otros relatos situados en la edad media o, incluso, la época contemporánea. Sus pictos son pequeños, morenos y (a excepción del mismo Bran, Brule y unos pocos más) casi deformes, "comedores de ajo" (siempre me ha resultado curiosa la repetición de este detalle gastronómico en varias descripciones en sus cartas y papeles personales) equipados con armas primitivas (incluso de piedra) y, normalmente, sin armadura, casi sin ropa, aún en plena edad media; un atavismo de un mundo olvidado, que desaparece entre la niebla ante los pueblos más modernos y civilizados.

En el esquema de invasiones que era el resumen de la historia antigua británica oficial desde hace siglos y que Howard tenía muy interiorizado, los pictos representaban el supuesto estrato "mediterráneo", matriarcal y neolítico, sobre el que se impondrían sucesivamente dos oleadas patriarcales célticas (la primera correspondiente con la tecnología del bronce, y la lengua gaélica, y la segunda con la del hierro, y la lengua británica) antes de la invasión y aculturación romana, y la posterior germánica (sajona, danesa y, finalmente, normanda).

A veces, a este nivel picto (relacionado curiosamente también con los vascos, los íberos, los ilirios y otros pueblos dispersos, de difícil adscripción a la familia indoeuropea) se anteponía uno anterior asiático mostrando así cuanto de esta concepción tenía más de visión de una jerarquía racial, y de género al asociar el matriarcado a las culturas primitivas, a la vez que histórica, con el hombre anglo-germánico (el sajón, el normando, el vikingo) situado claramente en su cima histórica. 

Por la misma época entre finales del XIX y los años 30 del XX, las teorías de Margaret Murray sobre el origen de la brujería, que asocia a un supuesto culto neolítico mantenido en secreto hasta hoy, y las teorías sobre el origen de la creencia en las hadas de David MacRitchie, como recuerdo deformado de un pueblo aborigen "pre-celta", les dotaban por asociación, además de un elemento ocultista y misterioso, que fue bien aceptado por el círculo de Lovecraft (y que aún siguen vivas en algunos círculos neopaganos y wiccanos). 

Howard había bebido de todas estas fuentes y, como en otros aspectos, parecía sentir aquí cierta fascinación por el tema, aún a su pesar; una contradicción o tensión aparente entre sus ideas racistas y su apego  por lo bárbaro, lo primitivo, la idea de la vitalidad del salvaje frente a la decadencia de la civilización. Los pictos así representados se convierten en vehículo repetido de esta imagen de barbarismo atávico enfrentados a la civilización, de una forma que trasluce quizás otras contradicciones más contemporáneas, principalmente la cuestión afroamericana en relación con sus imágenes de África. Como el mismo Solomon Kane que escucha los tambores de la jungla, sintiendo como conectan con alguna parte profunda de su personalidad; Howard siente simpatía, a su pesar, por aquellos que su educación de hombre del sur le ha enseñado a considerar inferiores. 

Es curioso también que, en algunos relatos de Conan (especialmente Más allá del río Negro) los mismos pictos de la era hiborea (pues también los traslada a dicha ambientación de fantasía) adquieran características de los nativos americanos y  la trama utilice elementos de los acontecimientos recientes fronterizos, muy presentes en la historia de su Texas natal. 

Como digo, hoy esta imagen tan particularista ha dado paso a la idea de que los pictos no eran, al fin y al cabo, un pueblo muy distinto de sus vecinos británicos, ni en apariencia física ni en cultura material y, posiblemente, tampoco en religión o en idioma (aunque esto último está muy abierto aún a debate). Incluso hay quién aventura que la distinción entre británicos y pictos era más una consecuencia de la romanización, siendo los pictos los descendientes de los britanos que había sido menos romanizados, que una diferencia en origen. Las ideas de Murray y MacRitchie son, en general, también consideradas erróneas por los académicos (aunque siguen vivas en otros ámbito). En cierta forma queda muy poco en pie del modelo howardiano de la historia escocesa

Sin embargo, su Bran Mak Morn es un personaje tan fuerte y bien definido, con al menos una de las mejores historias de su producción como es Los gusanos de la tierra, que consigue sobrevivir a su propia imposibilidad (de salida el término picto no era aún utilizado en la época en la que sitúa sus aventuras, aún menos podría ser el "último rey" de los mismos, como Howard lo califica). Los cambios culturales que los arqueólogos del siglo XIX, y la mayor parte del XX, interpretaban como producto necesario de invasiones y migraciones a gran escala, hoy se interpretan más en términos de procesos de aculturación (especialmente cuando la genética parece demostrar una continuidad de población inesperada a lo largo de la prehistoria y la antigüedad en casi toda Europa) y el viejo esquema racial jerárquico ha quedado afortunadamente olvidado

Esto nos enfrenta a un problema como narradores a la hora de utilizar el culto a Bran y la herencia picta en general en nuestras historias, si queremos ser al mismo tiempo fieles al espíritu de Howard y a nuestros conocimientos actuales. Sin embargo, en un mundo fantástico en el que las deidades de tipo lovecraftiano son reales y tienen una realidad rastreable en la historia, es posible que algunas de esas cuestiones desfasadas sean, sin embargo, reales. Además, al ser un pueblo que no ha dejado tradición escrita, ni oral reconocible, muchas cuestiones sobre su forma de vida o su religión siguen envueltas en el misterio y, posiblemente, lo seguirán estando por mucho tiempo.

En la realidad los pictos probablemente no vinieron de ningunas islas misteriosas del oeste, ni se fueron a ninguna parte, como tantos pueblos supuestamente perdidos, siguen allí, confundidos en el mosaico de herencias que conforman Escocia , quizás, solo quizás, recordando tiempos más siniestros y deidades aún más antiguas... pues ¿Quién sabe que horrores esperaban a los primeros humanos que llegaron al remoto confín de Britania?

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