Con el final de la fase 3 del enorme proyecto que es el universo Marvel en su vertiente audiovisual la producción se encuentra con un problema conceptual: varios de los héroes clásicos que han protagonizado dicho universo durante más de diez años ahora se han retirado o han muerto y, en ese momento, se hace necesario poner en primer plano a personajes que, hasta ahora, han sido secundarios y ver si desde esa nueva posición pueden seguir llevando adelante el proyecto. Tal es la finalidad de Bruja Escarlata y Visión y, sin duda, es lo que anima este Halcón y el Soldado de Invierno. El Capitán América encarnado por Chris Evans se ha retirado y la pregunta que se plantea es quién ocupara su lugar.
Personalmente siempre me ha gustado la idea del legado en los superhéroes, que una máscara, un nombre en clave pueda ser heredado por una nueva generación de héroes que puedan dotarlo de nuevos significados, al mismo tiempo que siguen bebiendo de la tradición del personaje. Los condicionantes de la imagen real, donde un personaje no puede tener una vida eterna (mientras sea interpretado por el mismo actor al menos), hace este concepto mucho más interesante, casi inevitble, para el MCU que para su versión en papel.
Y que conste que la idea de retirar al personaje original y ofrecer un nuevo héroe con el mismo nombre que el anterior tiene una larga tradición en el cómic. Quizás la más significativa sea la forma en que tanto DC como Marvel reutilizaron conceptos y personajes de la Edad de Oro para recrear sus universos en los años 60 y 70. Así tuvimos al segundo Linterna Verde o el nombre Visión, un oscuro héroe de la edad de Oro, se reutilizó para el androide que todos conocemos. Pero lo cierto es que más allá de ese momento estos movimientos de renovación parcial de los personajes han sido recibidos con cierta hostilidad por los lectores y, a largo plazo, en su mayor parte se han visto anulados o deshechos con el tiempo.
Si Barry Allen no tuvo problema para sustituir a Ray Garrick o Hal Jordan para sustituir Alan Scott (aunque ambos fueron recuperados como miembros de la Sociedad de la Justicia) las sustituciones de estos por nuevas generaciones han sido repetidamente anuladas por DC, volviendo a un estatus quo que no ayuda, a mi entender, a evolucionar su universo de ficción y que obliga a anular el avance del tiempo por medios artificiales.
En el caso del cómic del Capitán América la idea de sustituir a Steve Rogers también ha tenido su propia y accidentada historia, que se ve reflejada en esta serie. Dejando de lado sustituciones introducidas por la retrocontinuidad (convirtiendo al personaje que protagonizó los cómics de los años pre Marvel del Capitán América en otras identidades) el primer reemplazo, en tiempo real, tendría lugar en la década de los 80.
Una larga saga llevó primero a Rogers a perder temporalmente el escudo y el derecho a llamarse Capitán América (siendo reemplazado en el título por Walker en Captain America Vol 1 #333 USA). Durante año y medio este fue el nuevo status quo, con Rogers utilizando una nueva identidad como el Capitán y Walker como Capitán América oficial, hasta el número 350 en que recuperó el puesto, después de que Walker se enfrentara a varias crisis de personalidad y de valores, incluyendo la muerte de su familia y finalmente una muerte pública fingida. Walker, poco después, reaparecería como el US Agente, una identidad que ha tenido una suerte desigual durante las décadas siguientes (como gran parte de las versiones alternativas o modernizadas creadas en los 80 en Marvel).
Ed Brubaker volvió a plantear la idea de reemplazar a Rogers en 2008, cuando, tras Civil War, Bucky Barnes, a quién el mismo había resucitado convertido en el Soldado de Invierno, portó el escudo y el título de Capitán América tras la supuesta muerte de su portado original (en la Muerte del Capitán América). Fueron casi cinco años, con una historia convulsa entre sagas y eventos, en que Rogers no fue el Capitán América hasta recuperar el papel en 2013, durante los eventos de Fear Itself.
Cualquiera que haya visto Halcón y el Soldado de Invierno en su totalidad verá paralelismos entre estos arcos y lo que la serie nos ha mostrado, siguiendo la sabia receta de Kevin Feige y compañía de destilar décadas de historia de los cómics en las historias del MCU, recogiendo aquellos elementos más interesantes para presentarlos de formas nuevas a un público más amplio.
Tenemos a John Walker tomando el manto de Capitán América, tenemos la duda de quien será el portador final del escudo y tenemos la disquisición moral de qué representa el personaje en la América actual y, especialmente, su posible significado para la población afroamericana. Pero aquí la posibilidad de que Chris Evans vuelva a ser el Capitán América, y en principio por tanto que lo sea Steve Rogers, parece remota: el MCU tiene la posibilidad de ofrecer verdadero cambio, algo que el conservadurismo de lectores y editoriales impide en los cómics.
Con mimbres muy interesantes, sin embargo, mi sensación es que la serie se atasca en cuanto al ritmo y algunas cosas son resueltas con una sorprendente torpeza en el último episodio, especialmente. Si el personaje de Walker (magnífico Wyatt Russell) aparece eficientemente perfilado durante la mayor parte de los episodios, la resolución final de su arco de personaje en el último episodio es apresurada y algo confusa. De la misma manera la reaparición de Zemo (Daniel Brühl) anima varios episodios, siendo lo más interesante en pantalla en varios de ellos, para luego desaparecer abruptamente.
La serie insiste en temas polémicos y lo hace de forma prometedora, pero luego termina por no resolver muy eficazmente las semillas que planta. El plan e ideología de los Sin Banderas, por ejemplo, es poco comprensible o los detalles del mundo reconstruido tras la vuelta de las personas destruidas por Thanos son demasiado difusos. Quizás sea pedirle demasiado que su visión sea más compleja, pero si da la sensación de decepción ante lo que parecía unos caminos inexplorados hasta el momento.
Respecto a las cosas que si me han convencido están las actuaciones de los personajes principales, un Sam Wilson (Anthony Mackie) que luce una personalidad, y un trasfondo, que apenas habíamos podido ver hasta ahora en anteriores películas y un Bucky Barnes (Sebastian Stan) que ofrece una mayor variedad dramática y que tiene, él si, un arco de personaje a mi entender mejor resuelto. También me ha encantado la forma de introducir a Isaiah Bradley (Carl Lumbly) y la historia del muy recomendable cómic Verdad: rojo, blanco y negro (de Robert Morales y Kyle Baker) en este universo.
En general la sensación que ha trasmitido la serie, en mayor medida que Bruja Escarlata y Visión, es su condición de producto de transición, que busca colocar las piezas en determinadas posiciones para siguientes fases y películas más que ser un producto por si mismo. Me quedo con ganas de ver más del nuevo Capitán (y ver que tramas le esperan en las nuevas películas), de Zemo, del US Agente e intrigado por las posibilidades que se abren de otros nuevos personajes, pero como historia individual no resulta memorable.
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