Cosas para leer: Bajo la túnica púrpura de Stanley J. Weyman

La novela de aventuras decimonónica es una influencia notoria en los relatos contenidos en las revistas pulp de los 20 y 30, aunque exista un cambio de sensibilidad fundamental que separa al victoriano Stanley J. Weyman de un Bedford-Jones o, aún más, de un Robert E. Howard. Mientras que los autores los 30 introducen en sus espadachines algo del cinismo y parquedad de sus contemporáneos hard-boiled, Weyman cae en un sentimentalismo algo afectado y empalagoso. No hay que olvidar que la novela histórica (y la cultura popular) siempre existe en un diálogo con su presente, nunca sólo con el pasado, y los escritorios victorianos se hicieron verdaderos maestros en traspasar sus prejuicios al pasado.

Sin embargo, aún en plenos años 30, esta obra (publicada originalmente en 1894) seguía siendo lo bastante popular para verse adaptada al medio cinematográfico. En concreto esta historia que nos ocupa contó con dos versiones mudas, una de 1915 (Under the Red Robe, Wilfred Noy) y otra  de 1923 (Bajo la púrpura cardenalicia, Alan Crosland)  y una sonora, en 1936 (Bajo el manto escarlata, Victor Sjöström). Para que hablemos de la falta de originalidad del cine actual.

Siguiendo la tradición de continuadores e imitadores de Dumas esta novela se sitúa en el largo periodo de gobierno del cardenal Richelieu y, en particular, se fija en el periodo tardío de las guerras de religión (las referencias históricas concretas sitúan estas aventuras durante el año de 1630). En medio de estos últimos estertores de la lucha entre la corona y los hugonotes, el autor sitúa a su protagonista (Gil de Berault), un cínico espadachín y jugador que se ve obligado a convertirse en agente del cardenal para detener a un líder de los rebeldes, M. de Cocheforet. Obligado a mentir para infiltrarse en la remota y rústica Bearne, todo se complica sobremanera cuando se enamora de la hermana de su presa.

Partiendo de un principio magnífico, con la descripción de las circunstancias que llevan al duelo y la vida parisina, y una idea curiosa (que obliga al espadachín a usar la astucia por encima de la habilidad con la espada) la novela se enreda con la almibarada trama romántica. Las escenas de acción bien trazadas, incluso algunos momentos de picaresca casi cómicos, se pierden en esa trama principal, que resulta poco convincente y en exceso melodramática. El final aprovecha una anécdota histórica real para proporcionar una especie de deus ex machina de la situación sin salida en la que la trama ha situado a los personajes.

Como británico, de una época más religiosa que la actual, las simpatías del autor parecen inclinarse por los perseguidos hugonotes, al menos por sus élites de buena familia, que lo religioso no quite lo clasista. Aunque, más allá de la imagen maquiavélica del cardenal, no hay una representación particularmente negativa de los católicos por si mismos (aunque sin duda la imagen de los soldados del cardenal torturando al sirviente de los De Cocheforet tiene algo de eso). 

La edición de Diábolo incluye una breve introducción sobre el autor y hermosas ilustraciones de la edición original, realizadas por un ilustrador clásico como Richard Caton Woodville Jr, que hace un gran trabajo con el vestuario de época (especialmente el militar) aunque la reproducción de algunas de las láminas es poco clara.

Un divertimento de aventuras para pasar el rato.


Puntuación: 6/10


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