Cosas para ver: Wakanda Forever de Ryan Coogler


Black Panther (habrá que acostumbrarse a decirlo en inglés, que incluso los wakandianos cuando hablan en su lengua dicen Black Panther), la película de 2018, me parece una muy buena película que, con algunos problemas evidentes en su tramo final, al menos intentaba tratar temas reales con una sensibilidad propia. La desgraciada muerte de Chadwick Boseman pesa sobre esta Wakanda Forever, que se esfuerza por presentar sus respetos y construir, a partir de allí un nuevo relato.

La primera película, en su distinción entre el heroico T'Challa y el villano Killmonger, apuntaba a debates sobre las identidades y contradicciones de la diáspora africana. Especialmente, lógicamente, la afroamericana, y aquí podríamos señalar un rasgo egotista que comparte con la cultura norteamericana general. Dentro del asunto racial se perfilaban motivaciones en torno a las categorías de privilegio, pérdida de la conexión con su propia identidad cultural, pero también el trauma de la violencia y la figura del padre ausente.

En esta segunda, la producción intenta abrir su marco en ese sentido, y conectar con otra historia colonial como es la latinoamericana, encarnada en el Namor interpretado por Tenoch Huerta, y su pueblo de Talokan (recreación estética y temáticamente muy distanciada de los atlantes tradicionales de Marvel). Pero mi sensación es que la producción trata estos de forma mucho más impersonal y superficial, menos sentida, que en la primera producción y por tanto termina sin decir demasiado sobre el asunto. 

Precisamente la estética del reino submarino de Namor, que apenas llegamos a vislumbrar en todo su esplendor, contrasta con la creación de ambiente lograda en Wakanda, que sin embargo parecía mucho más real y compleja en Black Panther. Ese enfoque afrofuturista de la ciudad, aunque sigue presente, es menos aprovechado y en el caso de Talocan no parece haber una concepción equivalente, de reimaginación en términos de ciencia ficción de la iconografía maya más que reutilización.

Relacionar ambos reinos perdidos por medio del vibranium y establecer así un paralelismo directo entre las dos naciones de supervivientes a los procesos de colonización (y, desde este punto de vista, se hace comprensible situar el nacimiento de Namor donde lo hace) y explotación neocolonial, parece un movimiento inteligente. Pero quizás, la ausencia de un personaje contemporáneo con una conexión real y sentida con dicha cultura hace que nos resulte más ajena e indiferente, los descendientes actuales de los pueblos originarios mesoamericanos brillan prácticamente por su ausencia, dejando sólo a sus descendientes fantásticos como representación. Así la inclusión de la, para mi muy desaprovechada, Riri Williams (Dominque Thorne) vuelve a incidir en la relación de idealización/privilegio de los wakandianos (y también de pasada en al figura del padre ausente) frente a los afroamericanos, pero no nos dice nada en relación con Talokan y no hay otro personaje que nos permita abrir esa puerta. 

Pero, además, la misma Wakanda parece algo menos real en esta secuela, donde tenemos mucho menos tiempo para visitarla y, aunque se añaden interesantes elementos estéticos de cómics recientes (especialmente la etapa dibujada por Brian Stelfreeze, como las armaduras  de los Ángeles de la medianoche), quedan un poco ahogados por una saturación de personajes, especialmente en un clímax final que no consigue aunar todos los elementos planteados pese a algunos planos interesantes.

La película, en general, resulta irregular y pierde interés en momentos en que nos alejamos del conflicto principal. Con un principio muy potente, tanto el homenaje a Chadwick Boseman como el principio en si de la acción, resultan emocionantes y prometedores. Por momentos, sin embargo, aburre, especialmente cuando se pierde en una trama terciaria en América que no termina de encajar y que termina sin dejar, prácticamente, nada memorable y que realmente no va a ninguna parte.

Es de agradecer que la magnífica reina Ramonda de Angela Bassett ocupe un primer plano muy merecido, de la misma manera que el M'Baku de Winston Duke gana enteros en esta segunda parte. Otros, como las Dora Milaje en general o la misma Nakia de Lupita Nyong'o, quedan confundidos con el fondo y sus tramas parecen aparecer y desaparecer sin un verdadero desarrollo dramático. Letitia Wright debe transformar al personaje de Shuri de la primera película en una heroína por derecho propio, posiblemente de forma más apresurada de lo pretendido, y solventa la papeleta, pero sin brillar demasiado.

La presentación de Namor, dejando de lado los problemas mencionados más arriba, ofrece un personaje con muchas posibilidades para futuros proyectos y Tenoch Huerta  consigue funcionar como personaje ambivalente, incluso en los momentos en que su motivación o acciones no resultan del todo creíbles. 

En definitiva ha sido una pequeña decepción, más que nada por las expectativas creadas por la primera, que da lugar a una película correcta, con algunos momentos de emoción y la introducción de Namor como puntos álgidos. 

Puntuación: 6/10 

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