Cosas para ver: filmografía pulp, La momia (parte II) el ciclo de la Hammer


Continuamos con la siguiente parada en las adaptaciones oficiales de la momia (si tal cosa es posible) con el ciclo de películas de este tema producidas por la británica Hammer, entre 1959 y 1971, cuatro películas que (al contrario que el ciclo de Kharis de la Universal) no forman una serie, sino que configuran cuatro historias independientes, con rasgos muy diferentes y varios intentos de diversificar el material, con éxito muy variable.

Careciendo del éxito icónico de sus adaptaciones de Drácula y, especialmente, Frankenstein (que es para mi gusto la saga más destacable de la Hammer), la momia ofrece una solida primera película y tres aventuras mucho más irregulares, que fluctúan entre lo divertido, a pesar de todo, y lo meramente pasable, o peor.

Cartel de la película, un dibujo muestra a la momia en primer término, como saliendo de los pantanos, unos hombres (vestidos como policías británicos) le siguen y aún más atrás unos árboles raquíticos sirven como único paisaje. Uno de los policías ha disparado su escopeta de forma que hay un agujero en el abdomen de la momia, a través de la cual se proyecta también la luz que sostiene otro de los agentes.  Fuera del marco de esta imagen principal,  yuxtapuesta a esta de forma un poco inconsistente, en la esquina inferior derecha aparece una mujer que parece girarse asustada hacia la escena.   Un par de imágenes más pequeñas, en fondo amarillo y con lineas en negro, muestran un par de escenas de la película, Kharis estrangulando a John Banning y una escena del enterramiento de Ananka.  En letras destacadas se destaca que es "¡Totalmente nueva!" y que está "en technicolor"
La momia (The Mummy, 1959, Terence Fisher)

Solo cuatro años después de la parodia con Abbot y Costello, producida aún por la Universal, la Hammer continúa la revisión de los clásicos de la productora americana, que había iniciado con Frankenstein y Drácula. El plan era continuar después con el Hombre invisible, pero el relativo fracaso de esta versión de La momia, significó el fin de dicho proyecto.

Aunque retoma el título de la original, en muchos aspectos esta película de 1959 se puede considerar una revisión, incluso una remezcla, de elementos del ciclo de Kharis, y este es el nombre que recibe la momia, interpretada en este caso por Christopher Lee. En el caso de Frankenstein la Universal había exigido a la productora británica que no utilizara elementos del maquillaje icónico de Jack Pierce (y así el Frankenstein de Lee carece de los tornillos o la cabeza cuadrada de su antecesor) pero aquí, mejoradas las relaciones con los americanos, el maquillaje creado por Roy Ashton bebe claramente de su antecedente. Quizás la principal diferencia es dejar un espacio más visible, sin cubrir con protésicos en torno a los ojos de Lee, lo que le permite realizar una interpretación poderosa, que depende mucho de la mirada y también del cuidado lenguaje corporal que expresa su Kharis.

El argumento nos presenta al equipo de arqueólogos británicos, que están a punto de penetrar en la tumba de la princesa Ananka. Entre ellos se encuentra Joseph Whemple (Raymond Huntley, heredando el nombre del personaje de Arthur Byron en la versión de Freund), Steve Banning (Felix Aylmer, con el nombre del protagonista en la segunda película del ciclo) y el hijo de este último John (Peter Cushing) que, sin embargo no puede entrar en la tumba por encontrarse herido, con una pierna rota. Aunque tendría que abandonar la expedición para atender su lesión, su obsesión con el descubrimiento es tal que se resiste a recibir atención médica. La película no nos mostrará por el momento todo lo que sucede dentro de la tumba, pero cuando la escena se traslada al Gran Bretaña descubrimos que Whemple murió y que el mayor de los Banning está recluido en un manicomio, mientras que John efectivamente, está afectado por la cojera causada por su falta de atención. Se ha casado con la hermosa Isobel (Yvonne Furneaux) y vive una vida de respetable caballero victoriano.

Pero Mehemet Bey (George Pastell) llega a Inglaterra portando la momia de Kharis con el deseo de vengar el sacrilegio realizado sobre la tumba de la princesa. En un giro un poco enrevesado, unos transportistas ineptos dejan caer accidentalmente la caja que contiene la criatura al pantano, pero eso no es óbice para que, ante los ensalmos de Mehemet Bey, Kharis se alce para ejecutar sus órdenes. Sin embargo el parecido (por supuesto, son interpretados por la misma actriz) de Isobel con la fenecida Ananka (al menos con el pelo suelo, un giro que resulta algo tonto) detiene en un primer intento la mano del ejecutor no-muerto.

Se produce una investigación criminal oficial ante los crímenes, dirigida por el Inspector Mulrooney (Eddie Byrne) pero será la investigación extraoficial de John Banning la que nos llevará al enfrentamiento fundamental entre el sacerdote egipcio y el arqueólogo británico. Y es que este enfrentamiento es mucho más importante en esta versión que la historia de amor trágico y reencarnado, que queda reducida a la mínima expresión, y especialmente dibuja un conflicto subyacente, sobre el derecho de los investigadores europeos sobre al pasado egipcio.

La película resignifica las cargas coloniales de las historias de los 30 y 40 en una situación que, pese a los pocos años transcurridos, ha cambiado radicalmente. En 1956 había tenido lugar la Crisis del Canal de Suez, en el que Egipto había demostrado que el papel de Gran Bretaña como gran potencia mundial era cosa del pasado; la antigua colonia había conseguido doblegar la mano de sus antiguos colonizadores y a afectos prácticos se confirmaba el papel de actor secundario del Reino Unido en la Guerra Fría. Y, pese a situar la acción en la época de máximo esplendor imperial británica, esta nueva dinámica no deja de afectar al enfrentamiento, especialmente en la magnífica escena de su duelo dialéctico y conceptual. El final tiene ecos del trágico de el Fantasma de la momia, con el Kharis de Lee hundiéndose en el pantano, pero, en su caso, para no alzarse más.

En el terreno de la mitología y elementos propios de la serie, el guion de Jimmy Sangster abandona las hojas de tana completamente y vuelve a traer un papiro mágico a colación, aunque ahora sea llamado el "Pergamino de la vida" y en vez de Libro de Thoth, y  haga referencia al ficticio dios Karnak (que, recordemos, había sido ya mencionado en las películas anteriores como uno de los nombres utilizados por la secta). 

Primer plano de Christopher Lee como Kharis, el maquillaje recuerda al de las películas de la universal aunque tiene un aspecto algo más sucio y destrozado, la boca es apenas una linea y destacan los ojos, donde la máscara deja paso a la piel maquillada del actor.

Las escenas en Egipto, tanto las de la excavación como los obligatorios flashbacks, son sorprendentemente pobres, más teniendo en cuenta el cuidado de la producción en sus escenarios y vestuarios victorianos. Es tal la limitación que las escenas aparecen rodadas repetidamente desde el mismo ángulo y posición, provocando una sensación teatral y poco convincente. El color muestra los tintes rojizos y verdosos, que dominan sobre otros tonos, que predominan en el primer technicolor primitivo y acentuando cierto aire de estilización de la realidad.

Pese a algunos problemas de ritmo el resultado general es bueno, sin llegar a la excelencia de las películas de Frankenstein, dirigidas también por Fisher, y ofrece una versión complementaria y curiosa de la historia ya conocida.

Cartel en inglés de la película, la imagen (un dibujo)  principal es la momia (con una imagen que no concuerda mucho con lo de la película y con un aspecto algo cómico) sujeta de la cintura a una mujer que grita. La escena aparece situada en una especie de túnel indeterminado.   Los eslóganes publicitarios rezan "¡Mitad hueso, mitad vendaje, todo terror que hiela la sangre!"
La maldición de la momia (The Curse of the Mummy’s Tomb, 1964, Michael Carreras)

Sigo con mis preguntas sin respuesta ¿Cuándo una saga no es una saga? ¿Puede funcionar una serie conceptual (manteniendo el concepto de momia pero sin continuidad argumental o de personajes (aunque si repita un actor)? La Hammer lo intentó en sus siguientes instancias de su serie, creando una sucesión de películas no relacionadas (incluso con distintas mitologías de como funciona el tema de la reanimación) 

Esta mediocre La maldición de la momia, ofrece pues una nueva momia (ya ni Kharis ni Imhotep) y un nuevo motivo para la reanimación. 

La historia, ambientada en 1900, se abre con un prólogo bastante desconectado del resto de la acción, cuando unos beduinos torturan y asesinan a un egiptólogo, el profesor Dubois (Bernard Rebel) aparentemente para disuadir a los demás de seguir excavando. Aunque la escena ofrece un poco de espectáculo gore, la verdad es que esta muerte y los beduinos no tienen efecto duradero en nada más, ni siquiera en la mente de Annete Dubois (Jeanne Roland), la hija del fallecido científico. 

La historia se centra entonces en la excavación, donde está a punto de desvelarse la ubicación de la momia de Ra-Antef (supuesto hijo de Ramses VIII, es decir en torno al 1200 a.c.), allí hay una disputa entre la visión científica de Sir Giles Dalrymple (Jack Gwillim) y la más comercial del promotor de la excavación, el americano Alexander King (Fred Clark) que quiere montar un espectáculo de exhibición con el difunto. Dalrymple dimite y la responsabilidad de la excavación recae en un egiptólogo más joven y ambicioso John Bray (Ronald Howard), que bebe los vientos por Annete (Jeanne Roland), que trabajaba como asistente de su padre. 

Mientras la momia es preparada para su exhibición y trasladada aparece un personaje que constituye la novedad más evidente en la mitología de la película, pero cuya naturaleza exacta prefiero no definir por ser su revelación fundamental para la trama, Adam Beauchamp (Terence Morgan). Adam, en principio, parece más que dispuesto a seducir a Annete (y parece conseguirlo sin mucho esfuerzo), pero se desvela un interés aún mayor en Ra-Antef. Como es inevitable la momia termina siendo animada y se suceden los asesinatos de los miembros de la expedición.

George Pastell reaparece como un nuevo personaje egipcio, Hashmi Bey, pero de ser el antagonista principal en la película de Fisher, aquí el actor es prácticamente un secundario. Sigue expresando un punto de vista de mayor respeto a las antigüedades, pero pronto se aleja del conflicto principal y el tema del derecho de exhibir momias.

Por seguir ligeramente con el hilo de la representación étnica de los antiguos egipcios aquí vemos, de nuevo, unos faraones de improbables rasgos anglosajones.  El papel de la momia es interpretado por Dickie Owen, bajo un maquillaje similar al utilizado por Lee (aunque careciendo de ese espacio libre alrededor de los ojos y con un tono verdoso más marcado) que realiza una no interpretación bastante anodina. Lee consigue trasmitir con su mirada y sus movimientos, esta momia de Ra-Antef se comporta como un autómata. 

La fuente de la reanimación, en esta ocasión sin hechizos del Libro de la Thoth ni hojas de tana, es un amuleto que es entregado a Ra-Antef por un "antiguo pueblo del Sahara", por lo que en origen ni siquiera es egipcio y su conexión la momificación casi circunstancial.
El maquillaje es muy similar al utilizado por Lee, aunque se ha eliminado el hueco expresivo en torno a los ojos. Primer plano de la momia en su sarcófago.

Algunas escenas presentan elementos visuales curiosos, el uso de los callejones de Londres como escenario de algunos de los crímenes, en un cruce de elementos que ya se presentaba en la película de Fisher (y anteriormente en la serie de Kharis, renqueando por paisajes norteamericanos de la universal) pero aquí se acentúa. Algunas recrean casi directamente planificaciones o ideas introducidas en La momia de 1959 (como la entrada a través de las ventanas francesas de la momia para acabar con una de sus víctimas).

La película es dirigida por Michael Carreras, una figura fundamental en el estudio Hammer, aunque más como ejecutivo (era el hijo del cofundador de la compañía, James Carreras) y como productor que como director. Solo dirigió ocho films, además de intervenir en la finalización de otra de las películas de esta filmografía, La sangre en la tumba de la momia que posiblemente sea la mejor del pack. 


Cartel en inglés de la película. En combinación de tres colores, blanco, negro y rojo. En la parte superior izquierda aparece el título, con la O en la palabra shroud decorada con una calavera blanca, en rojo. El dibujo principal representa el rostro y la mano de la momia (en gran tamaño  y con un diseño más tradicional, no como el utilizado en la película, con ojos desorbitados, y el puño alzado delante del rostro. Un figura femenina más pequeña (la composición no deja muy claro si está siendo agarrada por el puño de la momia, que es en este caso gigantesca, o se encuentra detrás de esta) de cintura para arriba con cara de terror, pelo rubio suelto y mostrando un generoso escote en sujetador y una camisa desgarrada. El fondo vacío es negro en la parte superior y pasa al rojo y luego al blanco en la inferior.
El sudario de la momia (The Mummy's Shroud, 1967, John Gilling) 

Es otro intento de contar una historia ligeramente diferente con otra momia también distinta, pero con un resultado poco satisfactorio, para mi una de las peores películas de toda esta filmografía (aunque, como siempre, se pueden sacar lecciones aún de las malas películas).

La película se abre, como no, con el prólogo en el antiguo Egipto, que cuenta la historia del príncipe Kah-to-Bey (Toolsie Persaud) y su sirviente Prem (Dickie Owen, que había interpretado a la momia en la película anterior), que escapan de Egipto tras un conflicto civil, solo para morir en el desierto. El amuleto de la anterior hace también una breve aparición (en realidad ojo avizor se puede apreciar la reutilización de attrezzo en toda la película) como sello de los faraones, pero no es este caso el motivo de la resurrección si no el uso de sudario como foco y, finalmente, arma. 

Por supuesto un grupo de arqueólogos, en la década de 1920, se apresta a descubrir el lugar de enterramiento y despiertan las iras del guardián de la tumba, Hasmid Ali (interpretado por Roger Delgado, famoso como una de las encarnación del Maestro en Doctor Who) que utiliza el sudario en que está envuelto el cuerpo de Kah-to-Bey para despertar la momia de Prem (interpretado ahora por Eddie Powell), para ir eliminando a los arqueólogos uno a uno. Entre ellos destaca el despreciable Stanley Preston (John Philips), su hijo Paul (David Buck) y la impresionable lingüista Claire (Maggie Kimberly).

Al menos hay cierto entretenimiento en que las muertes son un poco más imaginativas que en otras momias (casi diría uno que al estilo de un slasher precoz), esta es una momia a la que vemos usar una variedad de técnicas e instrumentos, incluyendo un hacha moderna, para llevar a cabo su cometido. También hay algunos giros inusuales en la grabación de estas escenas, usando espejos, distorsiones provocadas por cristales o luces para darles cierto aspecto novedoso, pero no ocultan la poco imaginación del guion.

En general se me ha hecho lenta y aburrida. Además los estereotipos raciales llegan aquí a un nivel casi delirante, mientras los malignos "beys" de películas anteriores son villanos con clase, señoriales incluso, el Ali de esta, su madre bruja y los demás personajes "árabes" son un mal chiste.

La momia con un hacha, a punto de golpear. Se muestra el rostro (cubiertas las vendas por una especie de máscara arcillosa pintada), los brazos, donde las vendas forman unos patrones muy densos y entrecruzados y varias de las decoraciones adicionales. El escenario es parte de un museo, con paredes de color amarillento, y un relieve pintado egipcio al fondo.

El prólogo histórico, demasiado largo, da una cantidad de detalles y trasfondo que luego no aportan nada a la película posterior y además, de nuevo, peca de una falta de presupuesto para la recreación pasmosa, con escenas rodadas en canteras (evidentemente en el húmedo clima británico) con un puñado de extras y escenarios claramente teatrales. Por ejemplo, entiendo que la insistencia del prólogo en el afecto del faraón Men-Tah por su hijo Kah-to-Bey (ambos inventados, aunque la cronología los situaría en torno a la 11ª dinastía, alrededor del 2000 a.c.), pretende contrastar con la mala relación entre Stanley y su hijo, pero ese contraste aporta poco, o nada, a la resolución y desarrollo de la acción, solo pospone la aparición de la momia.

El diseño de esta es un cambio radical, con una especie de máscara blanca  de yeso sobre el rostro (con algunos rasgos pintados sobre ella), y otras decoraciones sobre los vendajes, que particularmente creo que solo reducen la fuerza icónica de la figura pero que parecen conectar, de nuevo, con algunos futuros slashers. El acabado del traje no es demasiado conseguido y traiciona el momento no demasiado boyante que la compañía estaba atravesando en esos momentos. El diseño en general, con el rostro pintado y los vendajes de los brazos parece inspirado en ejemplos reales, pero de periodo romano (y por tanto muy tardíos) , en particular hay un curioso ejemplar en el British que muestra grandes similitudes.

John Gilling, que no solo dirige si no que también escribe el guion, es un director con una carrera larga y prolífica; mucho antes de trabajar para la Hammer  dirigió a Bela Lugosi en una infame comedia titulada Mother Riley Meets the Vampire (1952), donde Lugosi parodia su propia actuación como Drácula. También dirigió en su tiempo en la Hammer la mucho más disfrutable El reptil (The Reptile, 1966).

El misterio de la pirámide (1986)

Sangre en la tumba de la momia (Blood from the Mummy's Tomb, 1971,  Seth Holt y Michael Carreras) 

Con este título tan largo acaba la no-saga de la momia de la Hammer, con una película que gira en torno al ocultismo egipcio, pero en la que técnicamente no hay ninguna momia (dejando de lado la coña del final). Es una adaptación de la Joya de las siete estrellas, un clásico de fantasmas egipcios escrito por Bram Stoker en 1903. Aquí la Hammer decide trasladar la acción al Londres contemporáneo (de forma no muy distinta a como el año siguiente el Drácula de Lee se trasladará al año 72... 73 en español).

El argumento va desvelando sus cartas a base de sorpresas y vueltas de tuerca, abriéndose con la ya típica escena de flashback al Antiguo Egipto pero, en este caso, su aspecto pesadillesco e irreal, acentúa la extrañeza, en vez de dar una sobreexplicación. Nuestra protagonista, Margaret (Valerie Leon) sufre estas terribles pesadillas, es perseguida por individuos extraños y poco a poco se ve dominada por una personalidad diferente. Incluso su padre Julian Fuchs (Andrew Keir) sabe más de lo que cuenta y guarda secretos que pueden resultar mortales. Pero entre la galería de personajes destaca el melifluo pero siniestro Corbek (James Villiers).

Todo parece conectar con una excavación en que Fuchs, Corbeck y, otros que se convertirán en victimas descubrieron la tumba de la malvada reina Tera, en el Valle de la Hechicera (ni el nombre ni el lugar son históricos, pero vienen directamente de la novela). Pero en vez de encontrar una momia encontraron el cuerpo perfectamente conservado de la reina, es decir, perfectamente conservado excepto por su mano derecha, cortada a la altura de la muñeca. Por supuesto la pobre Margaret es una imagen perfecta de la reina Tera e, incluso, descubriremos más adelante que nació en el mismo momento en que la tumba fue descubierta, a medio mundo de distancia. 

Valerie Leon, como la reina Tera, descansa en su sarcófago, perfectamente conservada y con una media sonrisa en el rostro. Un grueso collar con oro y joyas cubre la parte superior de su pecho y una especie de corona o diadema del mismo material rodea su cuerpo. Vemos una parte de los frescos de la tumba a su alrededor.

La película es, sorprendentemente, bastante divertida, mezclando un argumento y escenas truculentas y bastante psicotrónicas de una forma que termina funcionando a pesar del sin sentido. Y todo pese a que la producción fue marcada por dos desgracias. En primer lugar el protagonista original iba a ser Peter Cushing (y llegó a rodar al menos un día), pero la enfermedad de su esposa le obligó a dejar el puesto a Andrew Keir. Pero, además, el director Seth Holt murió de un infarto en pleno rodaje, a falta de una semana de rodaje. Por ello Michael Carreras, director ocasional pero sobre todo productor, se encargó de terminar de rodar la última parte.

Como ya comenté en la primera entrada es curioso que aquí reaparezca la imagen de la momia femenina, como una figura seductora y atractiva: la exhibición del cuerpo de Valerie Leon en su doble papel es constante, y fue además parte importante de la publicidad de la película. Esto, lógicamente teniendo en cuenta el material utilizado, recupera una tradición común a principios del siglo XX pero que, hasta ahora, las películas que hemos revisado habían ignorado en que la momia no es es el sacerdote o guardián agresivo (y varón), si no en que se trata de una  princesa. Esta suele mantener un aspecto de mujer atractiva durante la mayor parte del relato (a veces con cierto extraño fetichismo hacia los cuerpos conservados en los museos) de  y la relación romántica, normalmente condenada, se establece entre el protagonista masculino y la revivida princesa (y cuyo arquetipo puede situarse en la Novela de la momia de  Théophile Gautier de 1857)



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