Cosas para leer: Black Tudors de Miranda Kaufmann


La diversidad, o la falta de diversidad, en las ambientaciones históricas, es un tema complejo que da lugar a un exceso de reacciones airadas y malentendidos, especialmente cuando se empiezan a utilizar palabras fuertemente cargadas (el horrible y deshumanizador SJW, por ejemplo) para referirse a las opiniones con las que no estamos de acuerdo. 

Personalmente (no sin reflexión y sin dudas) no creo que sea necesario borrar las discriminaciones de las ambientaciones de tipo histórico o seudohistórico, teniendo en cuanta que representar algo no implica sostener dicho punto de vista. Me da la sensación de que al pretender borrar las aristas del pasado caemos en una recreación de parque de atracciones que termina pareciéndose a la época que imita únicamente en el vestuario (y a veces ni eso). Además tiende a resultar terriblemente inconsistente ya que estas discriminaciones no eran rasgos incidentales de su época, si no elementos fuertemente arraigados en todos los niveles de organización social y política y alterarlos sin tocar el resto del edificio institucional y social resulta paradójico.   

Por ejemplo yo considero el sistema monárquico una rémora absurda de una antigua explotación, un concepto frontalmente antidemocrático y  algo que no tiene justificación lógica ni moral ¿significa eso que debo eliminar las monarquías de cualquier ambientación seudohistórica? (aunque posiblemente, aún de forma subconsciente, la mayoría de mis monarcas se ven afectados por estas opiniones)  Y, en ocasiones, los personajes, jugadores o no jugadores, mostraran su entusiasmo por el rey o se mostraran dispuestos a morir por ello... 

Demasiado a menudo, por otra parte, el conocimiento superficial de ciertos aspectos del pasado nos impide ver que muchas de las imágenes que tenemos sobre el mismo están basadas en realidad en reconstrucciones parciales del pasado, a menudo motivadas también, en su momento, por una agenda política, aunque ahora no la podamos ver (los mitos nacionalistas victorianos impregnan aún muchas recreaciones populares de la historia). Por ello hay campos en los que se agradece una obra de divulgación que permiten ver más allá de los tópicos o la imagen popular de una época. En este caso el libro se centra sobre un segmento de la diversidad étnica en la Inglaterra bajo los monarcas Tudor. Y lo hace deteniéndose en la biografía de diez personas, excepcionales o comunes, grandes y pequeños, que sirven cada uno para mostrarnos aspectos de dicha diversidad y cómo la imagen de una Europa blanca en algún momento del pasado nunca ha sido real.

Un problema del libro es, me temo, de problemas con la definición de su marco y rango específico, no considera necesario hacer una análisis de lo que implica en el inglés contemporáneo el concepto black  ni hasta que punto este término se solapa o no con los utilizados en la época para referirse a estos diversos individuos (siendo la más común la de blackamoore). Da la impresión de que algunos de los ejemplos utilizados se agruparían en conjuntos que un británico contemporáneo posiblemente no incluiría en el mismo grupo. Entre los mencionados aparecen, por ejemplo, dos nativos de Marruecos y la autora se permite la reflexión de preguntarse, desgraciadamente sin respuesta, si ellos mismos sentían una identificación o no con otros de origen subsahariano.

La autora selecciona diez biografías entre el total a su disposición, buscando cada una representar diversos aspectos y circunstancias mostrando también la diversidad de sus situaciones. Así deja claro que no se puede sostener una equivalencia entre negro y esclavo, aunque la esclavitud juega un papel fundamental en varios de los capítulos aunque sea como amenaza o como parte del pasado de estos personajes. Algunos son figuras de fondo en algunos grandes acontecimientos, como Diego (un esclavo que se fugó de los españoles en Panamá y participó en parte del viaje de Drake alrededor del mundo) o Jacques Francis (un buceador guineano que llegó a Inglaterra para trabajar en el rescate de los cañones del famoso Mary Rose), otros pasaron sin pena ni gloria (dejando se rastro únicamente en registros parroquiales y poco más) La más curiosa, para mi, es la historia de Dederi Jaquoah, un príncipe de la región del río Cestos quer vivió en Inglaterra durante una temporada  para conocer más sobre el comercio y la industria inglesa y que años después, de vuelta a su país, provocaba la incredulidad de los comerciantes ingleses que se encontraban un nativo capaz de hablar correctamente inglés (y que tenía una idea cabal sobre el valor de algunas mercancías).

En cada uno de los capítulos no se limita a la biografía, si no que permite ir presentando diversos aspectos que se relacionan con cada uno de ellos. Se habla del comercio con África, de religión (y como esta es un factor más diferenciador en el silo XVI que el color de la piel), de la prostitución, la fabricación de seda o los viajes por mar (por mencionar sólo un puñado de aspectos) Y por el camino se mencionan otros muchos indicios de la existencia de más personajes, algunos anónimos, otros poco más que un nombre y una fecha de defunción. La autora no intenta hacer una aproximación numérica, entre otras porque es imposible determinar la etnia de la inmensa mayoría de las personas mencionadas en los registros (y por otra parte que aún quedan muchos registros por publicar) si no una cata de lo que queda por conocer. 

Un tema del que todavía queda mucho por ver y no puedo evitar pensar en el desconocimiento general en España de figuras como Juan Valiente o las grandes poblaciones de esclavos y libertos de origen africano en ciudades como Valencia o Sevilla en el siglo XVI.

Puntuación: 9/10

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