Cosas para ver: El hijo de David Yarovesky


El género de superhéroes se ha convertido de tal forma en un estándar cultural que podemos encontrarnos con películas como esta, que aprovecha la estructura del relato de origen más clásico de todos los superhéroes para construir un relato de terror. Tori (Elizabeth Banks) y Kyle (David Denman) Breyer viven en una algo destartalada granja junto con su hijo adoptivo Brandon (Jackson A. Dunn) pero la llegada de la adolescencia significa cambios profundos en la vida del muchacho y e todos los que les rodean.

La historia del huerfano de las estrellas criado por una honrada pareja de granjeros del centro de los EEUU, aunque aquí hay menos de la idealización extrema del mundo rural que a menudo a caracterizado a los retratos de los Kent, da un giro hacia la oscuridad cuando este llega a la pubertad. Tenemos escenas completamente reconocibles, que incluso adoptan visualmente elementos de la clásica Superman de Richard Donner, pero pasadas por las reglas de otro universo, uno en que lo que llega de las estrellas no son salvadores de luminosa sonrisa. 

Esta hibridación genérica termina por no ser demasiado efectiva, las trampas y trucos para mantener la trama de terror obligan demasiado a menudo a los personajes a dejarse llevar a comportamientos simplemente estúpidos, necesarios para que la trama no llegue a una prematura conclusión. La ausencia de misterio o sorpresa durante la mayor parte de la trama es un lastre y por ello el subargumento del Sheriff investigando los extraños sucesos que rodean a la familia Breyer resulta completamente sobrante y además anticlimática, su investigación no tiene ningún sentido ya que no consigue crear ninguna tensión sobre si descubrirá la verdad y al final dicho descubrimieto, o no, resulta irrelevante. Las escenas de asesinatos al más puro estilo slasher dan paso a un climax en que no existe, no puede existir, tensión alguna. 

Tampoco consigue la trama hace creíble la transformación de Brandon. Uno de los puntos de la historia de Superman es la optimista idea de que nuestro origen no determina quienes somos, aunque el héroe de Metrópolis deba sus poderes a su genética kryptoniana (o los rayos de nuestro sol sobre esta) es su educación lo que le hace ser quien es, al contrario de lo que Tarantino escribía en Kill Bill Superman no finge ser Clark Kent, es fundamentalmente Clark Kent quien decide convertirse en ese personaje. Para trastocar este esquema, el material que ofrece el guión de Brian y Mark Gunn (hermano y primo de James Gunn, que actúa como productor) falta de profundidad, o en su defecto  mala leche, para justificar el determinismo de esta versión oscura.  Quizás hubiera sido más interesante mostrar como, pese a las buenas intenciones de sus padres, el joven Brandon podría haberse convertido en un monstruo por si mismo, sin dejarlo todo a la carta de una influencia casi sobrenatural, si hubiera elegido ser como es.

Quizás, y viendo en la película en su conjunto, la idea de iniciar una saga (con más homenajes, quizás, a otros héroes de DC como insinúan las últimas escenas) ha hecho que los guionistas se hayan guardado parte de lo que querían contar.  Pero si esta era la historia quizás era innecesario dedicar una película al origen del personaje, ya que eso es en el fondo, especialmente cuando utiliza un esquema ya bien conocido.  

Entretenida, incluso divertida por momentos parece en definitiva una idea que merecía mejor ejecución. Al final consigue hacer una versión mucho peor de los temas que otros, no puedo decjar de pensar en el Miracleman de Moore, han ejecutado mucho mejor en los cómics. 

Puntuación: 5/10


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