Cosas para leer: Batman y superman: Generaciones por John Byrne

 

John Byrne se lanza en este Elseworld a imaginar un universo en que Batman y Superman hubieran debutado realmente en los años 30 en que lo hicieron sus cómics y el tiempo hubiera transcurrido de forma "normal" sin reinicios, actualizaciones ni crisis, en que (al principio al menos) el tiempo pasa de forma real y los personajes envejecen y cambian con los años. Este concepto, que evidentemente me encanta sobre el papel, da unos resultados irregulares, que se acentúan en este tomo que combina tres miniseries distintas enmarcadas en el mismo universo paralelo (lo que en DC habitualmente se conoce como Elseworlds).

Byrne, un autor cuyo papel en la historia del género no creo que sea necesario que glose (otra vez), realizó en 1996 una miniserie muy especial, que reunía no ha Superman y Batman si no al cruzado nocturno con el Capitán América (duelo que hemos podido ver también en la miniserie Marvel Vs DC que precedieron a Amalgan y en el JLA vs Vengadores), cedido por la Marvel en este caso, para crear una aventura ambientada en 1945. Esta pequeña joya, más allá de alguna similitud en su clímax con la película de Rocketeer, planteaba en su epílogo unos años 60 en los que Batman se había retirado, y era Dick Greyson el que portaba el traje cuando desenterraban al Capitán América de su prisión de hielo. Se puede decir que aquí estaba sembrada la  semilla de este Genarations, que se lanzó a publicar tres años después.

Fragmento de la portada del número 4 vol 1. Superman y Batman se dan la espalda, ambos con los brazos cruzados y el cuerpo de perfil, pero con la cara girada hacia el frente. Visten versiones "clásicas" de sus uniformes, pero Superman tiene el pelo largo y blanco. Tras ellos dos escenas de épocas distintas, una a la izquierda (Superman con canas en las sienes vuela en medio de una tormenta de energía de color azul y negro) y la derecha (un joven superboy vuela sonriente en un paisaje urbano, bajo él corre un personaje vestido con una versión del traje de Robin)
La primera miniserie, publicada entre enero y abril de 1999, se estructura en cuatro números, cada uno de los cuales contiene dos historias, separadas entre si diez años (menos la última que se ambienta en el remoto futuro del 2919). Desde 1939 vamos saltando, con hilos argumentales que se continúan pero sobre todo siguiendo una saga familiar en que los vástagos de los dos superhéroes van tomando el relevo (o uniéndose a ellos) en la lucha contra el crimen. Pero en cierta forma Byrne destruye su propia concepción, dotando de inmortalidad a los dos personajes principales, que así transcurren por los años ellos mismos prácticamente sin cambios y resultan en cierta manera antipáticos por este estado, esa negación de la mortalidad, sobre el que no se ofrece ninguna reflexión.

La segunda miniserie, que salió entre agosto y noviembre de 2001, mantiene una estructura similar, con  historias separadas por saltos temporales, esta vez de 11 años, insertadas entre las fechas de la primera miniserie. Y aquí empieza a estirar los conceptos, haciendo un curioso proceso de revisionismo sobre su misma obra y provocando unas cuantas inconsistencias y contradicciones. También esta miniserie se abre más a personajes fuera de las familias principales, por ejemplo con presencia de diversos personajes de la Sociedad de la Justicia en el número de 1942 y sus propios legados en números posteriores, encarnados en personajes que mezclan elementos de cómics posteriores de la continuidad oficial con ideas más o menos originales de Byrne. 

La tercera y última, de marzo de 2003 a febrero de 2004, también utiliza una estructura de saltos temporales, pero en esta ocasión se trata de saltos de un siglo y Byrne se aleja del enfoque anterior (un drama generacional) para contar una historia de ciencia ficción con la Legión de superhéroes y los nuevos dioses. De paso también complica su propia cronología y estructura, de nuevo reversionando elementos que ya nos había contado en números anteriores. También inserta otros personajes de Kirby como OMAC (del que el mismo realizó una actualización en 1991) o Kamandi, o lleva a los personajes al antiguo oeste sin que la historia realmente aporte demasiado. 

Varios personajes del supergrupo primera línea en la portada del número 11 de Marvel: la generación perdida, por John Byrne con tintas de Al Migrom.

Entre la primera y la segunda de estas miniseries, por cierto, había realizado un proyecto de concepción similar pero inserto, en este caso, en el universo Marvel titulado La generación perdida y que pretendía presentar una serie de superhéroes que habrían actuado en el universo Marvel principal entre el fin de la segunda guerra mundial y el principio del universo Marvel (aprovechando la cronología deslizante de Marvel para dotarlos de casi cuarenta años de historia propia). La miniserie, que se basaba también en saltos temporales y un elenco de personajes variado, fue un relativo fracaso, especialmente por que sus personajes no han tenido una vida más allá de la misma (si no me equivoco el mismo Byrne haría referencia posterior a ellos en su propio proyecto X-Men: los años perdidos y aparecían en una única viñeta en la Historia del Universo Marvel de Mark Waid y Javier Rodríguez). También en Next Men (cuya primera etapa se publico en 1992-1994) el villano que salta en el tiempo, y las paradojas temporales que esto provoca es un tema central, por lo que podemos decir que la idea era una constante en su obra de los 90-00.

La calidad del dibujo entra dentro de la producción de un Byrne que había pasado ya la que considero su era dorada, especialmente en la tercera miniserie, donde algunos dibujos parecen descuidados o apresurados. Los ambientes de ciencia ficción le permiten lucirse, cuando está dispuesto a esforzarse, pero a veces la narrativa se resiente por un abuso de viñetas grandes y muy cargadas de texto, con mucha exposición innecesaria. 

En primer plano Batman (con un uniforme de estilo retro, con el símbolo sin círculo amarillo y la máscara con grandes orejas) observa desde lo alto a Lois Lane y Clark Kent saliendo de un edificio de estilo art deco y hablando con un policía. Mientras lo hace un bocadillo de pensamiento nos indica que sospecha que Clark Kent esconde algo
Los diseños de personajes fluctúan entre lo inspirado (el de Knightwing)y lo terrible (el de Kyle Rayner, por ejemplo). Aunque en los cómics ambientados en los 30-40 y 50 hay cierto esfuerzo de Byrne para adecuar ligeramente su estilo a los cómics de ese periodo (el uniforme de Batman con grandes orejas o el rostro simplificado de Superman en sus primeras apariciones), este esfuerzo parece abandonarse en números posteriores donde más allá de concesiones a la moda (las patillas de Batman II en los 70 o el Joker con camisa con chorreras) Byrne simplemente dibuja y estructura la página como siempre ha hecho. Y por supuesto ese siempre es el de uno de los más grandes dibujantes de superhéroes y consigue salir airoso de cosas aparentemente imposibles. 

Argumentalmente se produce un fuerte contraste entre ideas generales y conceptos que dependen del sentido de la maravilla y el optimismo puro de la edad de plata con otros más oscuros, que no siempre consiguen funcionar en conjunción. Aunque se podría argumentar que aquí también intenta mostrar una visión histórica del género (ya que el momento más oscuro coincide con los 80-90) no parece tener demasiado interés, en realidad, en dicho estilo y la oscuridad funciona más como un puro choque que como una reflexión sobre el asunto. La estructura de las miniseries y como están enfocados los eventos hace que a veces el salto de tono entre unos momentos y otros sea brutal, especialmente en la primera miniserie donde podemos saltar de un número tonto con Batmito y Mr. Mister Mxyzptlk a la descarnada masacre de personajes secundarios con el giro de unas pocas páginas.

Viñeta del número 4, primera miniserie, en la que junto a Batman y Superman aparecen precisamente uno de mis diseños favoritos, Knightwing, y uno de los que menos me gusta, Kyle Rayner (linterna verde). Knightwing lleva un traje enterizo negro, con un murcielago estilizado de color blanco y diseño geomátrico cubriendo la parte superior del pecho y los hombros, lleva una máscara que deja ver el rostro y también el pelo. Rayner lleva la combinación de colores (morado, verde y rojo) del Linterna Verde de la edad de oro. Camisa suelta roja con el emblema de la linterna, mangas moradas y unos guanteletes rígidos de color verde en la parte superior. En la inferior un cinturón amarillo simple, pantalones verdes y una especie de botas altas blindadas también verdes hasta medio muslo. El antifaz también es morado.

Por ejemplo, podríamos comparar los sucesos en torno a la guerra de Vietnam, que incluyen referencias a temas como la masacre de civiles, la presencia de prisioneros americanos o las novias de guerra, con el tratamiento muy superior del mismo tema en Spiderman: Toda una vida (Chip Zdarsky, Mark Bagley) y su visión del papel del Capitán América en dicho conflicto. Aquí todas esas cosas suceden sin que Superman, el mismo Superman de la edad de oro, parezca sentir ninguna necesidad de intervenir o se planteé ninguna cuestión sobre el conflicto, hasta que este le afecta personalmente. Y una vez pasamos a los 80, Byrne ya no parece tener nada que decir sobre los cómics de la época (de los que posiblemente está desconectado) y simplemente crea viñetas de ciencia ficción cada vez más fantásticas. 

Otro giro argumental que me llama la atención es el uso repetido de un elemento de romance, o al menos atracción, entre una niña (o mujer con cuerpo de niña) y un adulto, que resulta un poco incómodo o, al menos, desafortunado y que parece aparecer demasiado a menudo en la obra del autor. Tampoco su argumento para justificar la muerte de los Wayne (cuando él mismo crea el problema de necesitar una justificación) tiene demasiado sentido, desaprovechando páginas en construir una trama que no aporta nada al mito del personaje y que, en vez de eso, hace parecer a todos los implicados, en mi opinión, un poco idiotas.

Otro tema que me llama la atención es, en consecuencia con sus repetidas opiniones sobre el particular, lo poco que aprovecha o utiliza el trasfondo kryptoniano de Superman, incluso cuando sus aventuras le llevan al espacio. Byrne siempre ha mostrado una insistencia, a mi entender excesiva, en recalcar la naturaleza exclusivamente terrestre (y por extensión en su caso 100% norteamericana) de Superman. Recordemos, por ejemplo, la forma en que en su Hombre de Ácero insiste en que lo que envían Lara y Jor-El a la Tierra es una cámara de gestación y que técnicamente su Superman incluso habría nacido en la Tierra.

En definitiva un cómic cuyo concepto me parece que supera con mucho a su ejecución, quizás por que requeriría un guionista que fuera capaz de ir más allá de sus propia visión de los personajes principales y supiera integrar parte de los conceptos e historias de la época que retrata.  El dibujo en sus  mejores partes consigue mantener aún así el cómic a un 


Puntuación: 5/10


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