Esta reseña es, en gran parte, la historia de un fracaso; de una serie que originalmente había sido planeada para seis temporadas y que, debido a la baja audiencia y los altos costes de producción, se quedo en dos (2004 y 2005) que consiguen dejarnos un magnífico primer acto de una historia lamentablemente inconclusa. Rumores en su momento indicaban la posibilidad de que el guionista principal y creador de la serie, Daniel Knauf, continuara la historia en forma de comic pero nunca llegaron a nada.
Carnivàle es una serie extraña, visualmente muy particular, argumentalmente retorcida y poco complaciente con el espectador. Ambientada durante la Gran Depresión, principalmente en el “Dust Bowl”, una gigantesca región de EEUU arrasada por un desastre ecológico de proporciones bíblicas, con un trasfondo de familias de granjeros arruinados, huyendo hacia la Tierra Prometida de California. Por esas tierras desoladas se desplaza un espectáculo ambulante llamado Carnivàle, poblado por una extraña colección de fenómenos y artistas de baja estofa, personajes que reúnen lo fantástico y lo cotidiano.
En el primer episodio a la feria se une uno de estos granjeros desesperados, un joven que encontramos por primera vez intentando enterrar el cuerpo de su madre, mientras un operario con una excavadora amenaza con arrasar la granja que hasta hace poco era su hogar. Este joven Ben Hawkins (Nick Stahl) es también fugitivo de unos extraños sueños y posee un poder que teme y no es capaz de entender. Mientras tanto en el otro extremo del camino, en la “idílica” California, el predicador Justin Crowe (un magnífico Clancy Brown) se ve perseguido por los mismos sueños y su propio poder, que apenas controla. Ambos personajes se perfilan a lo largo de las dos temporadas como dos caras enfrentadas de la misma realidad, entes de luz o de tinieblas destinados a enfrentarse.
Mientras tanto la galería de personajes extraños, malditos y marginados que forman el espectáculo es fascinante, cada uno con sus pequeñas historias y secretos: el enano Samson (Michael J. Anderson) es la parte visible de la dirección del circo, mientras que un misterioso “Director” da las ordenes siempre desde la sombra, mientras que Jonesy (Tim deKay) un antiguo jugador de baseball con la rodilla destrozada es su mano derecha; Sofie (Clea Du Vall) es la adivina y echadora de cartas que vive con su madre catatónica, Apollonia (Diane Sallinger), a la que aparentemente ella es capaz de oír… por mencionar únicamente unos pocos. El reparto de personajes es tan amplio y diverso, y las subtramas e historias personales tan densas, que nos da la sensación de que, al final de dos temporadas, aún nos queda demasiado por conocer de todos ellos.
La mitología que desarrolla la serie, y la que deja por desarrollar y podemos leer en los filtrados documentos de producción, es especialmente densa. Incluye linajes secretos, ordenes misteriosas, libros perdidos, profecías y, sobre todo, un subtexto épico a los sucesos aparentemente menores que se van sucediendo que es acentuada por los extraños monólogos de Samson que abren algunos capítulos. Ya la magnífica escena de créditos de la serie, que combina iconografía del Tarot con imágenes del periodo nos ayuda a situar los hechos fantásticos del relato en relación con la realidad mundana y terrible de los años 30.
La calidad de los vestuarios y los escenarios, la ventana que ofrecen a una parte apenas visible del pasado, es impresionante. Todo parece sucio y gastado, pero eminentemente real,evocando en muchos casos las imágenes icónicas de esa era. Alguna reseña, y la misma página de la wikipedia, calificaba a la serie como Twin Peaks, similitud acentuada por la presencia del actor Michael J Anderson, sumado a Las Uvas de la Ira, por la ambientación, y no me parece una mala comparación. La narrativa tiene un aire de desastre inminente, de desolación inevitable, que resulta a veces difícil de soportar mientras los misterios se resuelven, o se multiplican, a un ritmo algo parsimonioso.
En internet pueden encontrarse aún, 10 años después de la cancelación de la serie, bastantes ejemplos de fanfiction y unas extensas entradas en la wikipedia en inglés (ejemplo y ejemplo, que os recomiendo leer, eso si, después de ver la serie) como testimonio de la vitalidad de sus ideas. Quizás haya por ahí quien haya continuado estas historias en sus mesas de juego, yo personalmente le veo un aire muy Kult o quizás, en el terreno patrio, Ragnarok podría ser el más adecuado.
Puntuación: 8/10
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