Una época dorada de los espectáculos ambulantes en los EEUU está a punto de acabar en los años 30. El surgimiento o expansión de otras formas de entretenimiento, la radio, el cine (y pronto la televisión), los cambios en el gusto del público y la perdida de ingresos motivada por la Gran Depresión llevan al cierre a muchos de estos espectáculos y que la mayoría de los supervivientes entren en decadencia por los beneficios decrecientes. Aunque en esta entrada me centraré en el caso norteamericano, no difiere demasiado de la situación en Europa, las Islas Británicas o la lejana Australia, aunque con las lógicas diferencias de escala y de lenguaje.
Hace ya mucho, pero mucho, que en el blog hablé de un tipo especial de espectáculo ambulante (el barnstorming o espectáculos aéreos), y ahí os remito para información sobre los mismos. Tampoco hablaré demasiado de los Parques de atracciones, que se hacen comunes en muchas ciudades de los EEUU desde la década de 1880 (siendo los más importantes los de Coney Island, en Brooklyn, Nueva York), con espectáculos muy parecidos a los aquí descritos pero con mayor profusión de atracciones mecánicas y una estructura más permanente.
Nos ocuparemos por tanto de dos tipos principales, que tienen cosas en común pero también diferencias, aunque a veces estas son más teóricas que reales: el Circo y las ferias ambulantes.
El Circo
El circo es la élite de los espectáculos itinerantes y sus miembros a menudo miran con cierto aire de superioridad a sus parientes pobres, menos afortunados. Sin embargo, no todos son iguales dentro del circo , por ejemplo los payasos a menudo son tratados con condescendencia por otros artistas (pese a ser considerados una de las bases del espectáculo). Aunque el personal de los circos, tanto en América como en Europa, siempre ha sido internacional a lo largo de los 30 y los 40 el aumento de artistas extranjeros (entre ellos, claro está, muchos alemanes de origen judío) es notable.
Los más comunes componentes del circo han permanecido constantes a lo largo del tiempo y son aún fácilmente identificables para la mayoría de nosotros en plenos siglo XXI. Domadores y funambulistas, forzudos y trapecistas, payasos y caballistas, leones y elefantes, son los signos más reconocibles de los circos, como lo es la gran carpa principal (o Big Top), que puede cubrir una, dos o, en los más grandes, incluso tres pistas.
El más importante circo de la época es el Ringling Bros. and Barnum & Bailey Circus, que podía albergar a 8000 espectadores, utilizaba 90 vagones de tren para su transporte y era producto de la fusión de dos grandes circos anteriores (El espectáculo más grande del mundo de Barnum & Bailey y el circo Ringling Bros.). Pero la mayoría de los circos (y aquí puedes ver una lista de circos de los 20 y los 30) eran mucho más modestos.
Normalmente el espectáculo principal suele tener lugar a última hora de la tarde, después de la cena en los países anglosajones, (aunque a veces también hay sesiones matutinas, especialmente dedicadas al público infantil), mientras que los entretenimientos secundarios (los sideshows) suelen tener un horario mucho más amplias.
Algunas figuras circenses alcanzan la fama nacional durante los 20 y 30, como Mabel Stark, la domadora de tigres, incluso apareció en la tarzanesca El hombre león (King of the Jungle, 1933, H. Bruce Humberstone), o la familia Codona, una dinastía de trapecistas de origen mexicano (coincidentemente Alfredo Codona doblaría al tarzán oficial, Johnny Weissmuller, en dos películas)
Como he apuntado antes, junto con los espectáculos principales de la carpa suelen contar con un espectáculo secundario no muy distinto al de las ferias. En realidad, a veces, la distancia entre una feria que incluye algunos artistas de tipo circense y un circo que incluye, como entretenimiento secundario, una feria es meramente teórica, o de escala.
La feria ambulante
Este tipo de entretenimiento itinerante (que en inglés suele llamarse carnival, de donde viene el apelativo carny o carney para los que trabajan allí) está compuesto de una serie de entretenimientos, atracciones y espectáculos, organizados formando calles temporales, especialmente el mainway o camino principal. Suele haber también puestos de comida (palomitas, manzanas caramelizadas, perritos calientes, cacahuetes tostados...) y de venta de juguetes, fórmulas milagrosas y otras fruslerías.
Los precios de entrada, y de cada atracción que se pagaba por separado, solían andar en el orden de los centavos de dólar (entre 5c y 25c), pero es casi imposible establecer una norma común, variando mucho por el lugar, la calidad de la feria y las circunstancias económicas concretas. Según avanza la Depresión muchas ferias se ven obligadas a bajar los precios, lo que a su vez redunda en peor mantenimiento y sueldos más exiguos para los participantes, entrando en una espiral de decadencia.
Los atracciones más comunes incluyen atracciones mecánicas (como tiovivos, montañas rusas, túneles del terror o norias), juegos de azar (ruletas, loterías), juegos de habilidad (tiro al blanco, Skee-ball), fuerza (High Striker o "el típico juego de darle con un mazo a una palanca para que suene la campanita para el que no he encontrado nombre en español") o inteligencia (adivinar el número de monedas en un tarro) además de magos, pitonisas, adivinadores, tragasables, lanzadores de cuchillos, encantadores de serpientes, forzudos, pugilistas y, por supuesto, los espectáculos de fenómenos. Otros espectáculos habituales incluyen animales vivos, normalmente no animales grandes (que quedan reservados para los circos caros) pero si serpientes o, a veces, algún simio desafortunado.
También muchos incluyen kooch shows, hoochie coochie shows o girlie shows, que incluyen bailarinas ligeras de ropa, a menudo escudándose en una excusa étnica, como afirmar que se trata de bailarinas árabes de la danza del vientre, (aunque raramente lo sean) o de interés científico-médico, como demostración del baile muscular europeo.
Muchos artistas cuentan con sus propias casetas o carpas independientes, donde cobran la entrada personalmente o, a veces, con su propio anunciante particular. En algunos de estos espectáculos, principalmente los de hombres-monstruos o geeks, se cava un pozo de unos dos metros donde se exhibe al fenómeno en cuestión, de forma que los espectadores lo ven siempre desde arriba (y por ello son conocidos como pit shows).
Es común, sin embargo, es que varios artistas se presenten juntos, formando parte de lo que suele ser llamado el diez en uno (aunque el número de artista que incluye no tiene por que ser diez) en una única carpa de gran tamaño.
El diez en uno
Lo primero que llama la atención del diez en uno es un gran telón pintado, donde se muestran (de forma melodramática y exagerada) los fenómenos y artistas que pueden verse en el interior, que rodea la entrada a una gran carpa.
Frente a dicha un anunciante (normalmente en un pequeño atril y acompañado de uno o más de los fenómenos, para atraer la atención) intenta atraer a los paseantes hacia las taquillas que flanquean la entrada a la carpa, recitando las maravillas que podrán ver en su interior, así como el increíblemente bajo precio de entrada ("¡No dos dólares, ni un dólar, ni siquiera 50 centavos!¡solo por un cuarto de dólar!"). También se imprimían folletos baratos con imágenes impactantes y breves semblanzas.
Una vez pasado por las taquillas (con cuidado pues es habitual, casi inevitable, que intenten engañar al visitante con el cambio) dentro de la carpa se encontrarán una serie de tarimas elevadas, puestas a lo largo de las paredes, a veces separadas entre si por cortinas, donde los fenómenos anunciados se mostraran, invariablemente, mucho menos espectaculares de lo que el telón pintado o el anunciante prometía.
Otro feriante va describiendo lo que ven, e intentará conducir lo más rápido posible al grupo de visitantes delante de cada tarima, para que el artistas muestre su talento, habilidad o excepcionalidad y después vayan dirigiéndose hacia la salida. Los fenómenos intentan vender recuerdos baratos de su visita (libritos con chistes, horóscopos, fotos de estudio del fenómeno, juguetitos de calidad ínfima o similares). En ocasiones en la parte de atrás hay una zona separada (que se cobra a un precio extra) con el Blow-off, un espectáculo adicional (a veces picante, a veces terrorífico), en ocasiones limitada a Solo hombres adultos.
Fenómenos, fenómenos hechos a si mismos y gaffs
Una parte innegablemente, y afortunadamente, anacrónica de estos espectáculos son los fenómenos (freaks), personas que eran exhibidas, principalmente, por su aspecto singular o un talento extraño. La variedad de personas incluidas bajo el calificativo de fenómenos incluye cualquier persona de aspecto o comportamiento considerado excepcional : gente excepcionalmente alta (gigantes), delgada (esqueletos vivientes), obesa o baja (enanos), afectados de hirsutismo (mujeres barbudas) o albinismo, personas con retraso madurativo y cognitivo, a las que les faltaban miembros, mellizos unidos, etc.), incluso extranjeros de lugares exóticos (o que fingían serlo, a menudo los supuestos zulúes resultaban ser de Alabama o los egipcios venían del Sur de Rio Grande).
Se suele distinguir entre los fenómenos auténticos (aquellos que eran producto de condiciones de nacimiento o accidentes), fenómenos hechos a si mismos y los falsos fenómenos (gaffs o gaffed freaks) que fingían cierta característica inusual, con maquillaje o con trucos más elaborados, como espejos o arneses especiales (no eran raros los falsos mellizos siameses, por ejemplo).
También tragasables, faquires, transformistas, encantadores de serpientes... eran considerados fenómenos y exhibidos como tales. Una categoría curiosa eran los hombres y mujeres tatuados que, aunque en decadencia en los años 30 (cuando los tatuajes se habían vuelto más comunes y menos dolorosos) habían sido muy comunes durante las primeras décadas del siglo. Contaban con espectaculares tatuajes en gran parte del cuerpo, que mostraban, a veces con cierto punto de erotismo. A menudo combinaban sus exhibiciones con trabajos como tatuadores (en la mayoría de pueblos y ciudades pequeñas no era común encontrarse un tatuador disponible).
Por supuesto, aún los auténticos, eran rodeados de historias exageradas o fantásticas sobre su origen, la naturaleza de su excepcionalidad o sus capacidades. Algunos se convertían en supervivientes de civilizaciones perdidas o pueblos desconocidos (¡incluso marcianos!), se afirmaba que eran híbridos entre humanos y animales o misterios médicos desconocidos, y a otros se les daba un falso trasfondo científico (añadiendo títulos como doctor o profesor) o aristocráticos. Así una persona de origen ruso con hipertricosis podía convertirse en el Niño perro del Cáucaso (y se contaba en el folleto como había sido cazado en las montañas y llevado a la civilización) o una persona pequeña podía convertirse en descendiente de la alta nobleza británica, pese a ser en realidad un americano de origen humilde.
Tampoco era raro que incluso los auténticos fenómenos usaran trucos visuales o maquillaje para acentuar ciertos rasgos, por ejemplo era habitual que los gigantes usaran sombreros altos y alzas en los zapatos o que la gente pequeña se rodeara de mobiliario algo más grande de lo normal para acentuar su pequeñez.
Los discursos de venta están llenos de exageraciones, historias fantásticas y justificaciones edificantes sobre el interés de lo que se va a ver en el interior, pero es dudoso cuanto era realmente creído por los espectadores y cuanto era dicho con un guiño de ironía y una sonrisa cómplice. ¿Creía realmente la gente de un pueblo perdido de Iowa, por ejemplo, que aquella muchacha evidentemente maquillada que encantaba serpientes era una princesa india? ¿o simplemente se prestaban a entrar en el juego? Es posible que hubiera un poco de todo y que el feriante jugara siempre con esos dos registros, el serio y el cómico, para atraer a toda clase de público.
Algunos eran participantes conscientes, e incluso orgullosos, del espectáculo y de su parte en la feria, entre otras cosas por que para muchos esta era la mejor (o la única) opción laboral disponible. Otros eran obligados por sus tutores, o empresarios que se habían hecho con su custodia de modo más o menos legal, a participar en contra de sus deseos. La historia de Eko e Iko (que enlazo algo más arriba) es un buen ejemplo de los abusos que llegaban a darse, como también lo podría ser la historia de las hermanas Hilton.
En los años 20 y 30 había comenzado a producirse un cambio de mentalidad que consideraba obsceno o inadecuada la exhibición de fenómenos, pero este sentimiento no está ni mucho menos generalizado y era más probable que provocara algo de discusión en los periódicos locales o alguna diatriba desde un púlpito que prohibiciones directas. Sin embargo, el estreno de La parada de los monstruos (Freaks, Tod Browning, 1932), donde aparecían verdaderos fenómenos (entre otros las hermanas Hilton antes mencionadas), provocó tal escándalo que fue retirada de los cines fulminantemente y durante años se consideró una película perdida. Era algo que estaba allí, que estaba incluso muy extendido, pero que la sociedad prefería fingir que no existía.
Otro espectáculo común es la exhibición en forma de galería de las maravillas de objetos misteriosos o excepcionales, que puede incluir desde figuras de cera, a animales o monstruos, y objetos supuestamente arqueológicos o formaciones geológicas excepcionales, pero suelen atraer menos público que los fenómenos vivientes. A menudo el anunciante insinuará que podrán ver a una criatura viva (y así se mostrará en folletos e ilustraciones) solo para encontrarse un animal disecado o conservado en formol (o un montaje de varios animales para crear un monstruo como la infame sirena de Fiyi)
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