En cualquier localidad polvorienta y perdida de la Norteamérica rural la vida suele transcurrir con monótona rutina, en esos lugares aislados pocas cosas permiten dejar de lado el trabajo en el campo, pero ocasionalmente el ruido de un motor desde el aire puede significar un breve respiro. Cuando el avión de un "barnstormer" solitario, o incluso un verdadero Circo Volante, llegan a la ciudad... todo puede pasar.
Los espectáculos aéreos itinerantes vivieron su era dorada en los Estados Unidos en la primera mitad de los años 20. Con un excedente de pilotos entrenados para la guerra, sin otra salida profesional (las lineas aéreas estaban aún formándose), escasa regulación estatal o nacional y un remanente de aviones que el ejército vendía a bajo precio (especialmente los biplazas Curtiss JN-4 Jenny, utilizados fundamentalmente para instrucción y que costaban tan sólo 200$), unido a la novedad que aún representaba la aviación para la inmensa mayoría de la población, todo parecía favorecer a este negocio.
Muchos pilotos se limitaban a viajar solos o en grupos pequeños de pueblo en pueblo. Al llegar a un área nueva solían sobrevolar el pueblo, para atraer la atención, a veces arrojando octavillas (cuando podían permitírselas) y luego aterrizaban en algún campo cercano, donde acordaban con el dueño las condiciones para usarlo como pista de aterrizaje por un día o dos. Después ofrecían mostrar sus acrobacias o llevar a los aldeanos en breves vuelos por un precio de unos pocos dolares. Ganando de esta manera justo lo bastante para seguir pagando el mantenimiento de sus aviones, la gasolina, la comida y, si eran afortunados, quizás ahorrar algo de dinero para proyectos más ambiciosos. En muchos casos sus destartalados aviones eran el único aeroplano que aquellos campesinos habían visto jamás y su presencia era celebrada casi como una fiesta. A menudo podían confiar en ser invitados a comer por alguna familia del pueblo, deseosa de escuchar sus anécdotas y aventuras, muchas veces inventadas. Sin embargo, el menor accidente o una avería podía arruinar fácilmente a estos aviadores. Era una vida a salto de mata, pero rodeada de cierto halo romántico y aventurero que fascinaba a muchos.
Otros pilotos, por otra parte, viajaban en compañías más grandes, los llamados Circos Volantes. Estas eran espectáculos más impresionantes, que se movían en caravanas de camiones, con pilotos especialistas en diversos trucos y maniobras (stunt pilots) además de amplio personal de tierra como mecánicos, vendedores de entradas, voceadores y presentadores. Estos espectáculos incluían no sólo acrobacias aéreas propiamente dichas también había saltos en paracaídas, paseos sobre las alas o cambios de avión en el aire, llevados a cabo en muchos casos muy cerca de, o sobre, el público. Estos Circos solían contar además con más publicidad (carteles, pasquines,...) y muchas veces concertaban los espectáculos con semanas de antelación. Además pasaban por pueblos y ciudades más importantes, incluso en ocasiones llegaban a realizar contadas giras por el extranjero. Eran también dados a espectaculares trucos publicitarios (como por ejemplo utilizar una ambulancia con su sirena sonando) para atraer a la gente al espectáculo. Por supuesto aún dentro de los circos volantes había claras jerarquías, entre los más importantes podemos destacar el de Ivan Gates, el de Jimmy Angel o el de Jimmy y Bessie Woods, vistos por miles de personas a lo largo de los años, mientras otros muchos llevaban adelante sus espectáculos con más pena que gloria.
Muchas de las figuras más conocidas de la historia de la aviación de los años 20 y 30 pasaron al menos una temporada como barnstormers, el futuro héroe de la aviación Charles Lindbergh por ejemplo, ¡incluso el mismísimo Hermann Göring!, y otros muchos hicieron su nombre gracias a estos espectáculos. Hubo también un número significativo de barstormers femeninas; mientras que la aviación militar y las lineas comerciales estaban vetadas a las mujeres, al menos en los EEUU, los espectáculos aéreos eran para algunas su única posibilidad de volar. Así tenemos personajes tan interesantes como Bessie Coleman, no sólo una de las primeras aviadoras de renombre si no además una de las primeras personas de color en recibir licencia de piloto, o Florence "Pancho" Barnes, que posteriormente abriría un conocido local llamado el Happy Botton Riding Club cerca de la base Edwards, por entonces el Muroc Army Air Field, uno de los más importantes lugares de pruebas de la fuerza aérea americana (y que por ejemplo hace su aparición en el comic de DC The Silver Age)
Para mediados de la década de los 20, sin embargo, estos espectáculos estaban ya en decadencia. La competencia despiadada, demasiados espectáculos para un público decreciente, obligaba a realizar maniobras más y más peligrosas para atraer al público que comenzaba a cansarse de los mismos espectáculos. Esta carrera por "el más difícil todavía" provocó varios accidentes sonados, que a su vez obligaron a la administración a tomar cartas en el asunto e imponer reglas más estrictas para la aviación civil, en concreto se suele citar la Ley de comercio aéreo de 1926, como señal del principio del fin de esta era.
Por otra parte el crecimiento de las primeras compañías aéreas y servicios de correo (además de los trabajos como especialistas en la naciente industria del cine) abrió nuevas posibilidades profesionales a los pilotos, que ya no veían esta como la única salida para "seguir en el aire". Los viejos Jenny, además, cada vez eran más difíciles de mantener, al ser más escasas las piezas disponibles para las reparaciones. Sin embargo, aunque la época de los espectáculos ambulantes había acabado ya en 1927 la era dorada de las carreras aéreas acababa de empezar... pero eso es materia para otra ocasión.
Es posible que personajes con trasfondo de aviador hayan trabajado al menos por algún tiempo en uno de estos espectáculos o que tengan antiguos compañeros de armas en uno de ellos; quizás compañeros de armas necesitados de ayuda. Ten en cuenta que, al menos al principio, muchos de estos pilotos tenían también experiencia y entrenamiento militar y muchos no fueron capaces de reintegrarse a la vida civil tras el conflicto.
Las aventuras de un grupo de pilotos itinerantes viajando por los Estados Unidos, de pueblo en pueblo, enfrentándose a constantes peligros y llevando la justicia a los desfavorecidos es un buen hilo conductor para una campaña, perfecto para una de carácter episódico. Cada partida puede ser así un relato contenido en si mismo mientras los personajes abandonan el pueblo para dirigirse a su siguiente espectáculo y a su siguiente aventura. Con poco trabajo se podría introducir el elemento sobrenatural o, a través del típico mecánico chiflado, avances científicos imposibles. Una serie de pnjs fijos (los mecánicos, quizás la chica de la taquilla...) y una gran cantidad de pnjs ocasionales, quizás incluso una némesis en forma de otro circo volante competidor.
Como oponentes del grupo de personajes un Circo Volante también podría ser una tapadera para una organización de contrabandistas de alcohol, durante la Prohibición, o de armas, saltándose las fronteras estatales y nacionales, que podría así viajar rápidamente y aparecer de pueblo en pueblo sin levantar, demasiadas, sospechas. Parece que esta clase de comportamiento no fue desconocido en la realidad y por ejemplo se cuenta que The Lunatics of Love Field, un grupo de pilotos de Texas comandados por Floyd "Slats" Rogers, solían cruzar la frontera con México para estos menesteres en sus espectáculos de la tarde.
P.D. El cartel de al lado pertenece a la película El Carnaval de las Águilas (The Great Waldo Pepper, Georfe Roy Hill) una película de 1975 que refleja buena parte de la vida de estos artistas ambulantes y la historia del espectáculo. La portada que acompaña la cabezera del artículo pertenece al libro Barnstormer in Oz de Philip Jose Farmer, un libro al menos tan extraño como parece, protagonizado por el hijo de Dorothy que vuelve al reino de Oz para mostrarnos aquello que Baum fue demasiado recatado para contarnos.
Las aventuras de un grupo de pilotos itinerantes viajando por los Estados Unidos, de pueblo en pueblo, enfrentándose a constantes peligros y llevando la justicia a los desfavorecidos es un buen hilo conductor para una campaña, perfecto para una de carácter episódico. Cada partida puede ser así un relato contenido en si mismo mientras los personajes abandonan el pueblo para dirigirse a su siguiente espectáculo y a su siguiente aventura. Con poco trabajo se podría introducir el elemento sobrenatural o, a través del típico mecánico chiflado, avances científicos imposibles. Una serie de pnjs fijos (los mecánicos, quizás la chica de la taquilla...) y una gran cantidad de pnjs ocasionales, quizás incluso una némesis en forma de otro circo volante competidor.
Como oponentes del grupo de personajes un Circo Volante también podría ser una tapadera para una organización de contrabandistas de alcohol, durante la Prohibición, o de armas, saltándose las fronteras estatales y nacionales, que podría así viajar rápidamente y aparecer de pueblo en pueblo sin levantar, demasiadas, sospechas. Parece que esta clase de comportamiento no fue desconocido en la realidad y por ejemplo se cuenta que The Lunatics of Love Field, un grupo de pilotos de Texas comandados por Floyd "Slats" Rogers, solían cruzar la frontera con México para estos menesteres en sus espectáculos de la tarde.
P.D. El cartel de al lado pertenece a la película El Carnaval de las Águilas (The Great Waldo Pepper, Georfe Roy Hill) una película de 1975 que refleja buena parte de la vida de estos artistas ambulantes y la historia del espectáculo. La portada que acompaña la cabezera del artículo pertenece al libro Barnstormer in Oz de Philip Jose Farmer, un libro al menos tan extraño como parece, protagonizado por el hijo de Dorothy que vuelve al reino de Oz para mostrarnos aquello que Baum fue demasiado recatado para contarnos.
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