Los universos superheroicos fuera de Marvel y DC dan oportunidad a llevar a menudo al género un poco más allá y, con suerte, abrir nuevas posibilidades narrativas, contar aquello que estas no se han atrevido o no han podido contar las majors. El universo de Black Hammer es, en buena medida, un reflejo de DC, con reminiscencias del Cuarto Mundo, la familia Marvel o la Legión de Superhéroes en distintos personajes y elementos, pero tratando frontalmente temas que han sido tabú durante décadas (aunque, afortunadamente, cada vez menos). Quizás, en ocasiones, estas similitudes se hayan vuelto contraproducentes y hayan resultado en historias que apenas se diferencian de sus modelos. Estoy pensando en la decepcionante La era Quantum, magníficamente dibujada por Wilfredo Torres, pero que narrativamente, es casi indistinguible de algunas aventuras de la Legión.
Así, Barbalien, uno de los personajes principales de la serie central de Black Hammer está evidentemente construido sobre el modelo que ofrece el Detective Marciano, pero añadiendo un factor de alienación adicional planteando un héroe que problematiza su homosexualidad y como esto modula los elementos comunes con el personaje de DC.
En concreto, este tomo, lo sitúa frente al drama de la crisis del SIDA y la lucha por los derechos de los homosexuales a mediados de la década de los 80, y especialmente es una denuncia de la inactividad criminal que pretendía condenar a toda una generación al silencio y la muerte, y que aún sigue costando vidas, especialmente entre grupos desfavorecidos. Esta condición de precuela se resuelve bien, pero quizás lo más difícil de encajar con lo ya narrado sea la emocionante conclusión de este tomo, un punto álgido en si mismo, que choca en parte con el personaje más reprimido que nos encontramos al principio de la serie principal.
Por ello, en Planeta Rojo revisitamos una parte del pasado del personaje, lejos de los límites de la granja y su entorno, de vuelta a esa Spiral City (también el uso de ciudades imaginarias el mundo de Black Hammer se vincula más a DC que a Marvel) que se va volviendo protagonista también del universo creado por Jeff Lemire y Dean Ormston; aunque aquí, como muchas veces, parece recrear vistas de finales de los 70 y los 80 de Nueva York, y se perfilan incluso algunas de las referencias cinematográficas de algunos detalles.
El dibujo de Gabriel Hernández Walta es rotundo, fresco y narrativamente brillante. Mencionar para mostrar el buen uso del tempo y la estructura, el montaje paralelo de las escenas del clímax, en que el cambio de estructura de la página va acelerando y tensando el ritmo narrativo, o el uso de viñetas regulares y simétricas para reflejar la forma en que nuestro protagonista se ve atrapado en los convencionalismos de su doble vida como policía y como superhéroe, o la forma en que sus transformaciones se resuelven a menudo entre viñetas. La caracterización de los distintos personajes, y los distintos aspectos que llega a lucir el multiforme protagonista, y la expresividad en sus rostros, sus miradas y sus cuerpos son también un punto fuerte.
El color de Jordie Ballaire, que ya colaboró anteriormente con Walta (La Vision), encaja perfectamente con al narración, un color naturalista, con algunos toques pictóricos, pero poco uso expresivo del mismo (con excepción, quizás, de la doble página que conforma un arcoíris de viñetas).
Jeff Lemire, aunque aparece como coargumentista, deja el guion en manos de Tate Brombal; un autor joven que ha trabajado fundamentalmente en el universo Black Hammer (aunque recientemente también se ha encargado de la serie derivada House of Slaughter, surgida de la exitosa Algo está matando niños) y que utiliza aquí un estilo muy literario, articulando de forma magnífica tanto los elementos cotidianos y humanos con aquellos que beben directamente de la tradición de ciencia-ficción de Espada y planeta. Por algunos momentos se vuelve demasiado discursivo, necesitando hacer uso de diálogos expositivos algo pesados para trasmitir ideas, sin duda, importantes. La sinceridad y fuerza de la historia social, humana, es el principal impulso de esta obra, que se manifiesta especialmente en los personajes secundarios, mientras que Barbalien es, al menos durante una parte importante, más un espectador confuso que un agente consciente hasta el final, épico y amargo al mismo tiempo.
En definitiva Barbalien: Planeta Rojo es un magnífico cómic que aúna la aventura con la denuncia, y ofrece una de las mejores ampliaciones al universo de Black Hammer, con un discurso emocionante y aún tristemente necesario, "Porque nunca dejaremos de luchar".
Puntuación: 9/10
Que bueno verte tan activo. ¿Has leído los Proyectos Manhattan?
ResponderEliminarPues la verdad es que no ¿qué me estoy perdiendo? Muchas gracias por comentar, ¡siempre anima!
ResponderEliminarBueno si te gusta la weird science (o más bien Evil science) y las historia distópica está muy bien. Lo único que no me ha gustado es el dibujo de los personajes.
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