No debe ser una sorpresa para nadie que soy fan de Superman, de una manera u otra las historias del último hijo de Krypton me han acompañado desde mi infancia y varias secciones de mis estanterías contienen únicamente cómics del personaje. Por ello suelo ver, aunque no siempre tengo ocasión de comentar, también la mayor parte del material audiovisual relacionado con este héroe. Tras la desilusión que significó Man of Steel y Batman v. Superman, me encontraba particularmente expectante por ver un acercamiento fresco de retratar al más grande superhéroe de todos los tiempos en la pantalla.
James Gunn es un director, guionista y ocasional actor que ha demostrado repetidamente su interés por los personajes superheroicos; aunque sus primeros acercamientos llegaron desde el humor deconstructivo, creo que con los Guardianes de la Galaxia consiguió crear dentro del MCU su propia narrativa, más que ningún otro de los directores adscritos a la franquicia. Aunque, posiblemente, Capitán América siga contando con las mejores películas individuales, Gunn consiguió dotar a los Guardianes de unas historias divertidas, pero también convenientemente emotivas. En Peacemaker y Escuadrón Suicida volvió a demostrar que incluso los peores villanos pueden ser personajes interesantes y redimibles, además de terriblemente divertidos. Sin embargo quedaba por ver si la personalidad del director, caustica en ocasiones, podría adaptarse a un personaje más amable, optimista e inocente como es Superman. Personalmente creo que supera con éxito estas dudas y ofrece una de las mejores historias de Superman que hemos visto en la gran pantalla.
La película se lanza con valor casi suicida a retratarnos un universo superheroico completo, con multitud de personajes, historias pasadas y relaciones que nos desvela sin dejar de perder el ritmo de la aventura principal. Visualmente el color y la fantasía crean una realidad aumentada, llevada a un extremo imposible, un universo en que los colores brillantes y los elementos de ciencia ficción, con un punto humorístico, son más que un detalle: son parte consustancial de la narrativa y del diseño. En cierta forma es una ruptura con la inmensa mayoría del cine de superhéroes, en que el héroe principal (y uno o dos villanos, idealmente asociados al propio origen del héroe) es todo el vuelo de fantasía que se nos permite.
Su humor característico sigue presente en muchos momentos, especialmente en algunos de los personajes secundarios, pero también es característica la humanidad que sabe trasmitir a Clark Kent (magnífico David Corenswet) y a su entorno más inmediato, el personal del Planet y sus padres terrestres. En este entorno destaca la Lois Lane interpretada por Rachel Brosnahan, digna heredera de las mejores representantes de ese arquetipo de reportera aguerrida que encarna sin dudas y sin vacilaciones. Pero ambos van más allá de un arquetipo y funcionan como personajes reales, con una química tangible entre ellos, con un desarrollo auténtico de principio a fin. Nos encontramos con una pareja ya en curso, donde Lois (como el público que debe enfrentarse a la decisión de si puede volver a aprender a amar a Superman por lo que es) debe aprender a aceptar la honradez, la inocencia requerida para amar a Clark. La conversación-entrevista en su piso se lee como un estudio de los personajes, y sus tesis confrontadas conforman el dilema moral fundamental de la película entre el cinismo y la esperanza.
¿Qué decir del villano principal? un Luthor (Nicholas Hoult) que combina rasgos de sus encarnaciones más modernas, como CEO y manipulador político, con el poso de la versión más histriónica y la obsesión con los chanchullos inmobiliarios, de Gene Hackman en las clásicas películas de Richard Donner y Richard Lester. Despiadado, cruel y resentido, un triunfador según los estándares de nuestra sociedad, que, sin embargo, no encuentra satisfacción ni limite a su ambición y al que el más pequeño desafío, incluso imaginario, le sume en obsesiones de venganza.
Krypto también merece un párrafo en si mismo, magnífica representación de un concepto tan inocente y tan loco que posiblemente sea demasiado para los fans más atados a una idea artificiosa de adultez, de seriedad impostada. Krypto, un perro desobediente y superpoderoso, tiene algunos de los mejores gags (me parece genial el momento de las ardillas voladoras) y se convierte en la estrella inesperada de la película.
Por supuesto no es una película perfecta, y algunos de los personajes quedan necesariamente desdibujados (por ejemplo las motivaciones de la Ingeniera interpretada por María Gabriela de Faría son totalmente difusas). Como veterano del cómic yo en ningún momento sentí que perdiera el hilo, ni requiriera del espectador más de lo que daba, pero me resulta imposible imaginar si esto es así también para cualquiera que conozca el medio original. ¿Es confusa la aparición de héroes y villanos que no cuentan con historia de origen ni presentación? creo que la fuerza de los arquetipos y esquemas narrativos superheroicos, unidos a actuaciones muy enérgicas y convincentes de todo el elenco, permiten olvidar que no se nos cuenta prácticamente nada sobre Guy Gardner, Mister Terrific, Metamorpho o Hawkwoman... pero, precisamente por ello, da la sensación de plantearse como un perfecto punto de partida para interesarnos por historias individuales de dichos personajes más adelante.
Entrar en las intenciones políticas o el mensaje de la película, que funciona como una moraleja sobre la amabilidad, la empatía y la generosidad, señala más lo enrarecido que está el entorno actual que a la película en si. Que un mensaje increíblemente genérico, construido sobre principios supuestamente mantenidos (o defendidos) por toda nuestra civilización se convierta en polémico o sea considerado partidista resulta casi ofensivo. Qué resulte tan necesario y tan oportuno es, por otra parte, deprimente. Algunos pseudocomentaristas, que confunden sus cansinas provocaciones con comentario audiovisual, parecen demasiado ciegos por sus prejuicios para ver en que esquina les pinta su respuesta a la moralidad, prácticamente de fábula (y por tanto clara), de la película.
Curioso me parece, por ejemplo, que ninguno de ellos haya comentado como el giro sobre las verdaderas intenciones de Jor-El (un breve Bradley Cooper) es muy similar al acercamiento, innegablemente conservador, de John Byrne, más que a ninguna deconstrucción radical posmoderna-izquierdista, pero claro para eso tendrían que haberse leído algún cómic alguna vez. El Jor-El de los cómics ha sido continuamente reconceptualizado, desde la figura nebulosa del cómic original hasta dos extremos: por un lado casi como un Dios Padre trinitario, que envía al Hijo a la Tierra como sacrificio redentor (como sería el encarnado por Marlon Brando en la película de Donner o el Rusell Crowe de la de Snyder) o una figura más dudosa, e incluso un villano (podríamos mencionar aquí la versión resucitada que aparece en la etapa de Bendis). No es mi acercamiento favorito, personalmente soy fan de un Krypton de tendencia utópica, pero funciona perfectamente para el mensaje y en el arco de la película y su personaje principal.
La sensación que trasmite, en sus mejores momentos, es que nos encontramos ante la trasposición de medio de una saga de cómic (aunque no esté inspirada en ninguna directamente), una historia en la que saltas en medio de un culebrón que lleva en marcha muchos años y continuará aún cuando te marches de nuevo, una historia río infinita que a muchos nos sigue seduciendo en papel aunque cada vez vaya dejando más espacio a historias autoconclusivas y arcos cerrados.
Puntuación: 9/10
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