Lugar misterioso: Opar

En el corazón del Congo existe la leyenda de una ciudad antiquísima, llamada Opar.

Orígenes
Según estas historias esta fue antaño una colonia atlante, que quedó aislada de su madre patria hace muchos siglos, a su propia suerte en el interior del continente africano. Como habría llegado a establecerse una colonia atlante en un lugar tan remoto a llevado a muchos a suponer una conexión con la mucho menos conocida tierra perdida de Khokarsa, un imperio marítimo prehistórico del que hablaremos en posteriores entregas y que tuvo su apogeo en torno al 10 000 a.c.

Otras han señalado la similitud del nombre con el igualmente legendario Ophir u Ofir, que aparece brevemente en un episodio bíblico, contemporáneo al rey Salomón, lo que indicaría que en torno al 3000 a.c. la ciudad de Opar aún mantenía una población civilizada y participaba en intercambios comerciales a larga distancia. La conexión con el Ophir mencionado en las Crónicas Nemedias parece remota, sin embargo hay una posible conexión con el reino de la era hiboria conocido como Punt.

Un autor, al menos, he hecho una firme defensa de que Opar en realidad se trataría de una colonia cretense, pero esto parece contradecirse con todos los datos aportados.  

Sin poder creer totalmente estas leyendas lo cierto es que en una amplia región del interior de África, ocasionalmente, se han encontrado extraños restos arqueológicos; estos parecen corresponderse con una cultura, similar en cuanto a tecnología al Egipto de los faraones, en una época muy lejana del pasado. Los pocos que afirman haber visto la ciudad corroboran que se trata de un monumento completamente distinto, en estilo y ejecución, a cualquier otra ruina antigua africana.

Las leyendas que hablan sobre esta ciudad maldita, y sus habitantes bestiales que ocasionalmente salen para cazar víctimas para sus sacrificios, se ha extendido por buena parte del centro de África, lo que hace muy difícil aventurar su posición exacta. La sorprendente coherencia de los testimonios, separados en el tiempo y en el espacio, pueden ayudarnos a discernir la verdad.

Construcciones
Según cuentan estos escasos testigos y la sabiduría popular, aunque la ciudad ha sido asaltada por la incansable selva aún muchas de sus estructuras siguen en pie, una muralla aparentemente inexpugnable rodea todavía sus edificios, algunos de los cuales aún se alzan, con sus torres y cúpulas, por encima de los árboles.

La mayor de las construcciones conservados es el llamado en las historias Templo del Sol, rematado con una figura de un ave gigantesca y decorado con tablillas dorados cubiertas de jeroglificos que nadie ha sido capaz de interpretar, aunque según al menos un testigo guardan cierto parecido con la escritura Tifinagh del norte de África. El interior está dividido en varias cámaras y habitaciones de tamaño variable que parecen seguir una distribución radial. Al fondo del edificio existe una sala llamada la Cámara de los Muertos, donde se cree que los espectros de los muertos realizan sus propias ceremonias y sacrificios. De esta sala saldría un pasillo secreto que conduce hacia los sótanos, donde se encuentra la Cámara del Tesoro, llena hasta el techo de lingotes de oro, y la Cámara de los Joyas, con gemas en bruto y talladas en cantidades ingentes.

Pobladores de Opar
La población opariana presenta un visible dimorfismo sexual, los varones son simiescos, con colmillos prominentes y rostros deformes mientras que las mujeres son más ligeras, proporcionadas y, desde el punto de vista de los visitantes humanos, incluso hermosas. Se cree que estas características pueden derivar del cruce con alguna variedad menos desarrollada de homínido presente en la región en el pasado y hoy posiblemente desaparecidos.

Practican la exposición de los niños de ambos sexos que difieren de estos caracteres ideales, es decir las niñas con rasgos simiescos y los niños demasiado humanos son dejados a la intemperie para morir.

Su número es muy escaso, no más de cuatrocientos o quinientos adultos, y en franco descenso. Los habitantes de Opar no utilizan flechas, se cree que por motivos religiosos y no por ninguna incapacidad biológica. Son gobernados por una linea de sacerdotisas, aunque según algunas leyendas en realidad se trata de una única mujer inmortal, llamadas siempre La.

Adoran a una única divinidad, el Dios Llameante, de forma sangrienta, ofreciendo sacrificios humanos en la cámara central del Templo del Sol. Según la descripción del ritual que aparece en la obra de Sir Wade Jermyn, Observaciones de las diversas partes de África, la víctima es atada, viva y consciente, a un altar situado bajo una estrecha apertura en el alto techo; cuando el sol atraviesa esta ranura, de forma que sus rayos incidan en el pecho del sacrificio, la sacerdotisa de turno clava en ese punto un puñal de obsidiana. A continuación los hombres y mujeres de la ciudad, con copas de oro, beben la sangre que escapa de la herida y corre por una serie de acanaladuras talladas para este fin en el altar.

La ciudadela de los Bolgani
A escasa distancia de las ruinas de Opar se encuentra otro complejo en ruinas, posiblemente parte del mismo complejo original; quizás un puesto avanzado o alguna clase de complejo religioso, político o militar. Está rodeado de una muralla de granito, con una única puerta en su lado este y en su interior hay, dejando de lado un puñado de chozas en mal estado, únicamente un gigantesco edificio de apariencia fantástica, con multitud de torres de distinto tamaño.

Esta ciudadela está habitada por seres aún más bestiales, al menos en apariencia, que los oparianos. Están divididos en dos tipologías claramente diferenciadas: una muy similar a los gorilas (pero evidentemente con una inteligencia muy superior, que gobiernan la ciudadela y forman la clase dirigente; y otra, que por las descripciones recuerda a las reconstrucciones de austrolopitecinos, más pequeños y estilizados, que actúan como esclavos de los primeros.

Los bolgani (palabra que en otro contexto se ha utilizado para referirse a los verdaderos gorilas) adoran a un dios-león, aunque puede mencionarse posibles restos de una tradición totémica y que el león sea, posiblemente, el totem de una antigua dinastía real o gobernante.

Los operianos y los bolgani, pese a su cercanía, parecen vivir mayormente unos a espaldas de los otros y ambas poblaciones se encuentran en franca decadencia.  Algunos afirman que a finales de la segunda guerra mundial ambas ciudades estaban ya deshabitadas, pero se desconoce si su población se extinguió o los supervivientes simplemente abandonaron las ruinas para perderse aún más en las nieblas de la historia.

Ubicación
La ubicación de la ciudad perdida, y la ciudadela, es difícil de precisar pero la mayoría de indicios señalan hacia la parte más oriental del territorio conocido en los años 30 como Congo Belga, cerca de las posesiones británicas y alemanas en África Oriental.

Algunos precisan aún más y señalan a la región de Virunga como su ubicación más probable.

Conexiones con otras localizaciones
Otras tierras perdidas del interior de África se han conectado diréctamente o indiréctamente con Opar. La ciudad perdida de Zinj, mencionada como fuente de diamantes en periodo histórico, o los asentamientos conocidos como Athen y Cathne o la misteriosa ciudad de Opak-Re, y por supuesto la ya mencionada Zu-Vendis.

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