Cosas para leer: El vagabundo armado y otras aventuras de Carlos de la Muerte por Seabury Quinn


Otra colección de relatos pulp publicado por La Biblioteca del laberinto, en este caso una serie de aventuras históricas escritas por Seabury Quinn, el que en su momento era el autor más popular de Weird Tales. Además de los relatos de Quinn el traductor, Óscar Mariscal, tiene a bien añadir una historia de su autoría, calificada por el mismo de apócrifa, al conjunto. También incluye una muy interesante aunque breve introducción en que repasa la vida y obra del autor, así como sus temas más recurrentes. A la editorial un punto negativo por la portada, una magnífica ilustración de N.C. Wyeth, con mínima conexión con el interior. 

Seabury Quinn fue en su momento el autor más popular de Weird Tales, al que más a menudo se le dedicaban portadas y que era repetidamente alabado por los fans en laudatorias, e injustificadas, misivas.  Su personaje más popular era el investigador de lo paranormal Jules de Grandin, que apareció en nada menos que 93 historias cortas y una novela serializada, publicada en España por Pulp Ediciones y reseñada aquí, pero también escribió otros muchos relatos de los temas más diversos. Los que aparecen en este volumen provienen de dos pulps de aventuras, las tres primeras fueron publicadas en  The Magic Carpet entre 1933 y 1934, mientras que la última apareció en Golden Fleece en 1939. La primera estaba especializada en relatos “orientales” (su primer título había sido Oriental Stories) y estaba principalmente alimentada por los mismos autores que Weird Tales, mientras que Golden Fleece ofrecía aventuras históricas de tipo más general. 

Los relatos de Quinn en este libro son pues aventuras de capa y espada puras, sin elementos sobrenaturales manifiestos, si bien el traductor decide incluir un elemento mágico en su propio relato. Todos ellos están  protagonizados por un peculiar  personaje conocido por el, no menos peculiar, nombre de Carlos de la Muerte. Aventurero criado entre los piratas berberiscos (ahí el elemento oriental), pero hijo de una pareja inglesa, que debe escapar a Europa y adopta el nombre de Carlos de la Muerte en su desafortunada visita a España. También allí rescata de galeras a su compañeros de aventuras, un moro de pintorescos juramentos llamado Hassan “el Negro”.  Por el camino va ganándose otros apodos y más aliados, siendo conocido también como El Tigre y como El Señor del Fuego en distintos momentos.  El personaje parece estar dotado de un aire de invencibilidad y de infalibilidad que resulta un poco aburrido, y muchas veces las situaciones se resuelven con recurso a soluciones repetitivas. Sus “astutos planes” resultan de una simplicidad que los hace más bien poco creíbles. 

Por supuesto los relatos están repletos de prejuicios, especialmente  antiespañoles, alimentado por las páginas más oscuras de la Inquisición,la guerra de Flandes y la unión ibérica. Exagerado y dramático resulta el auto de fe que presencia en su primer día en España (vaya con la coincidencia) y las brutalidades de los villanos, siempre españoles, son descritas con una truculencia chocante. Carlos de la Muerte y sus compañeros hacen de su bandera el enfrentarse a los “pelayos”, los españoles, en Portugal, en Flandes o donde se tercie, con abundantes referencias a su crueldad y su tiranía. Pero los personajes principales distan mucho de resultar simpáticos o amables, especialmente Hassan resulta a menudo desasosegante por su tendencia a la violencia excesiva e injustificada. 

El relato añadido por Oscar Mariscal resulta, por otra parte, caer en los errores comunes del pastiche, dejarse llevar por la imitación y la lecturas de las manías del autor original hasta un punto en que la referencia se pierde por lo exagerado o lo caricaturesco. Retoma elementos de los relatos anteriores pero los lleva siempre un paso más allá hasta el histrionismo.

Aunque tiene muchos defectos, evidentes y dejando de lado la limitada documentación histórica, resulta entretenido por momentos y mueve a su personaje por lugares y situaciones que podrían haber sido mejor resueltas por otro autor. Definitivamente Seabury Quinn no es lo mío. 

Puntuación: 5/10

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