Tom King es un guionista que ha ascendido a una velocidad pasmosa, de ser un don nadie a ser reconocido como uno de los mejores autores del panorama actual, con una serie de obras brillantes que han revitalizado a personajes clásicos como su miniserie sobre La Visión para Marvel o los Omega Men y su Mister Miracle, además de dirigir una época muy alabada en Batman, para DC. Es un autor con un estilo muy literario y que aporta una profundidad psicológica característica, por medio, a menudo, de un estilo de monólogos en que los personajes consiguen expresar ideas sobre si mismos o sobre los demás que resaltan perspectivas novedosas, aún sobre personajes muy trillados o sobreexplotados.
Por ello este Héroes en Crisis parecía un proyecto perfecto para él: todo gira en torno a un lugar secreto, Santuario, donde por medio del psicodrama y el análisis se intenta ayudar a los superhéroes, y por algún motivo algunos otros metahumanos (que alguien me explique exactamente que hace allí Poison Ivy), a superar las tensiones psicológicas de su profesión.
Algo terrible sucede y los héroes no solo deben investigar lo sucedido, y encontrar a los responsables, si no enfrentarse también a los efectos de que la existencia de este centro de ayuda psicológica sea conocido por el gran público. No es sorprendente, leyendo sus obras en conjunto, descubrir que King tenga estudios en el campo.
Pero es que quizás aquí la equivalencia entre el estrés postraumático de los soldados y policías (implícitamente norteamericanos) y los héroes parece forzado y quizás demasiado simple, además de políticamente poco exportable, más allá de la posición frente al tema de la sociedad norteamericana. King parece empeñado en defender la idea, loable por otra parte, de que la necesidad de ayuda psicológica no los hace débiles y que sus defectos no los hace menos heroicos, pero narrativamente lo hace de una manera demasiado transparente e incluso torpe, provocando a veces el efecto contrario de lo que pretende.
La construcción ideológica de este argumento también me parece muy fallida, por que se basa en una apreciación apriorista de que los héroes lo son hagan lo que hagan que parece muy peligrosa y justificadora de algunos de las peores consecuencias de la política exterior norteamericana (o de su policía y sus excesos de fuerza). Si los héroes lo son hagan lo que hagan y por su intención, más que por sus acciones, ¿Qué los distingue de los villanos?
Más allá de esta intención, el argumento en si (lo que pasa y por qué pasa) hace aguas, con una justificación fantástica con un bucle temporal que no explica ni remotamente todas las vueltas del argumento y saltos argumentales que parecen apresurados, o no demasiado bien enlazados, y que parecen además hacerse trampas al solitario y arreglar lo irreparable.
Por momentos recuerda demasiado al desarrollo de la fallida Crisis de identidad y, sobre todo, su fallida conclusión-explicación. También aquí, como en aquella, tenemos personajes que parecen actuar de pronto muy fuera de personaje, guiados más por decisiones editoriales a futuro que por su historia anterior y una conclusión que requiere que los mayores héroes y detectives del mundo fallaran demasiadas tiradas de percepción/investigar.
En el dibujo se suceden varios artistas con estilos similares de forma que en la lectura el cambio de uno a otro no llama demasiado la atención. Destacan sobre todas las páginas dibujadas por Mitch Gerards (Miracle Man) aunque el que más páginas ofrece es Clay Mann, algo más limitado (me desconcierta su forma de dibujar lo uniformes pintados sobre personajes desnudos, especialmente las heroinas). La expresividad de las rostros, tan importante para algunas de las escenas, también es poco convincente en mi opinión, de forma que a veces parece faltarnos una capa adicional de información sobre el tono en que deben leerse o interpretarse algunas escenas y, especialmente algunas de las confesiones ante la cámara de los personajes.
La diferencia de nivel también se nota en la narración, que parece mejor hilvanada (por medio de transiciones de objeto a objeto o jugar con los encuadres) en los números dibujados por Gerards que por otros artistas. Destacar la labor unificadora y realmente admirable del colorista Tomeu Morey.
Pese a estos defectos el cómic se luce puntualmente, lo suficiente para resultar una lectura ligeramente superior a la media, y al nivel que nos estamos acostumbrando, pero una gran decepción con respecto a otros proyectos de King y las expectativas creadas.
En el dibujo se suceden varios artistas con estilos similares de forma que en la lectura el cambio de uno a otro no llama demasiado la atención. Destacan sobre todas las páginas dibujadas por Mitch Gerards (Miracle Man) aunque el que más páginas ofrece es Clay Mann, algo más limitado (me desconcierta su forma de dibujar lo uniformes pintados sobre personajes desnudos, especialmente las heroinas). La expresividad de las rostros, tan importante para algunas de las escenas, también es poco convincente en mi opinión, de forma que a veces parece faltarnos una capa adicional de información sobre el tono en que deben leerse o interpretarse algunas escenas y, especialmente algunas de las confesiones ante la cámara de los personajes.
La diferencia de nivel también se nota en la narración, que parece mejor hilvanada (por medio de transiciones de objeto a objeto o jugar con los encuadres) en los números dibujados por Gerards que por otros artistas. Destacar la labor unificadora y realmente admirable del colorista Tomeu Morey.
Pese a estos defectos el cómic se luce puntualmente, lo suficiente para resultar una lectura ligeramente superior a la media, y al nivel que nos estamos acostumbrando, pero una gran decepción con respecto a otros proyectos de King y las expectativas creadas.
Puntuación: 6/10
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