Cosas para leer: All-Star Superman de Grant Morrion y Frank Quitely



Me resulta increíble no haber dedicado ya una reseña a este cómic, uno de los mejores cómics jamás publicados sobre Superman y uno de los mejores trabajos de su estelar equipo creativo: Frank Quitely y  Grant Morrison.

Morrison comenzó su carrera como guionista de cómics en su Gran Bretaña natal, en las cabeceras de Warrior, Doctor Who Magazine y, por supuesto, 2000 AD, donde entre otras cosas creo junto a Steve Yeowell la magnífica serie Zenith (de la que ya he hablado en el blog en dos ocasiones). Su llegada al mercado americano con dos obras muy diferentes  Animal Man (1988-1990) y  Arkham Asylum: A Serious House on Serious Earth (1990) se inscribió en el movimiento general de desembarco de autores británicos que siguió al éxito de la Cosa del Pantano de Alan Moore (con quien, por cierto, tiene una conocida mala relación).  

Poco después se encargó de la desquiciada Patrulla Condenada (Doom Patrol #19-63, 1988-1993), recientemente adaptada en una serie muy recomendable, de donde surgió también el personaje de Flex Mentallo, que protagonizó años después una mini-serie dibujada, precisamente, por Frank Quitely (1996). 



Pero mientras otros, como Gaiman, parecían a veces sentirse incómodos en el mercado de los superhéroes, limitándose a adoptar sus gustos literarios a un medio por el que no sentían verdadero interés, Morrison  ha demostrado una pasión de fan y un entusiasmo creativo por las posibilidades del género del que otros carecen.  Ha llegado a escribir su particular historia del mismo (y autobiografía en parte), deslavazada y caótica, en Supergods

Además de la ya mencionada etapa en Animal Man (que jugaba a la deconstrucción del personaje, al estilo de moda, pero que también introducía elementos de la continuidad DC y el, recién destruido, Multiverso de la compañía) debemos mencionar que es responsable de traer a primer plano a la Liga de la Justicia junto con el dibujante Howard Porter (1997), en Marvel realizó uno de los más exitosos relanzamientos de X-Men (New X-Men, 2001), colección donde volvió a trabajar con Frank Quitely, y fue parcialmente responsable de la arquitectura universal de DC post-Nuevos 52 (aunque esto no sé decir si es un merito o lo contrario). 


Compartiendo el origen escocés, Frank Quitely (de nombre real Vincent Deighan) ha trabajado, como hemos visto, a menudo con Morrison y, también, con otro guionista escocés ilustre (aunque mucho menos interesante) Mark Millar (en Authority o Jupiter's Legacy, por ejemplo). Surgido del underground pasó por  Judge Dredd Magazine pero realizó relativamente pronto el salto americano, con la ya mencionada Flex Mentallo, asentándose pronto en dicho mercado, con un estilo único que le ha hecho notorio pero también, a veces, polémico.  

Sus diseños rotundos, con figuras que adquieren una corporeidad raramente vista en el comic comercial norteamericano, tiende a veces al feísmo o a la sobrecarga, y provoca algunas controversias, pero posee una fuerza innegable así como la habilidad para dibujar con confianza algunas de las ideas más locas del medio.

All-Star Superman nace como parte de un sello, All-Star, para dar a autores punteros la oportunidad de trabajar con sus personajes fuera de la continuidad establecida, proyecto que incluía también la decepcionante  All Star Batman & Robin, the Boy Wonder de Frank Miller y Jim Lee y que quedó reducido prácticamente a estas dos obras.  Quizás el reinicio (o reinicios) de DC hacía innecesario un proyecto como este y Morrison volvería a encargarse del relanzamiento de Superman tras los Nuevos 52, con un resultado correcto, sin más.


Morrison se enfrentó al guion buscando escribir la historia más universal de Superman que podría concebir, una historia que utiliza elementos bien establecidos del personaje, en formas icónicas pero no necesariamente  propias de ningún periodo concreto.  El guion no está exento de continuidad, no es una historia de origen que empiece de cero, pero nos da los bastantes elementos en cada momento para que podamos rellenar esa continuidad inexistente con un pasado que no hay tiempo, ni interés, para contar en detalle, se insinúan años de aventuras, enfrentamientos dramáticos e incluso se referencian momentos o sagas concretas casi de pasada. Desde la primera página en que, en tan solo una serie de cuatro viñetas apaisadas nos cuenta todo lo que necesitamos saber sobre la destrucción de Krypton y la llegada de Superman a la Tierra.

Tenemos así la dinámica clásica de Lois Lane como eterna novia, siempre intentando descubrir la identidad de Superman, Jimmy Olsen metiéndose en líos, el personal clásico del Daily Planet, la Fortaleza de la Soledad, Kandor en una botella y el Clark Kent de aspecto patoso y desastrado que Byrne desterró de la versión oficial.  


No se limita a contar cualquier historia de ese Superman genérico, si no que elabora una historia de resonancias míticas que entronca con sus afirmaciones sobre el poder simbólico de los héroes y su labor taumatúrgica. A lo largo de 12 lleva al personaje hasta el límite, y más allá. Al contrario que la machacona tendencia a asegurar que el problema de Superman es que es demasiado poderoso, y que la única manera de escribir buenas historias es reduciendo o eliminando sus poderes, Morrison los multiplica y eleva las historias a escala cósmica. Pero también escribe momentos mágicos de relaciones interpersonales, como el número en que Lois descubre (al fin) el secreto de Clark o la confrontación entre el periodista y Luthor en su celda.


El dibujo de Quitely alcanza sus mejores momentos retratando la dicotomía Superman/Clark, pero también ofreciendo nuevas versiones de algunos villanos clásicos (como Bizarro o el Parásito) y crea otros  nuevos (que encajan perfectamente en ese mundo de un Superman arquetípico), mundos imposibles (inolvidable la visita al Mundo Bizarro) y tecnología fantástica con una maestría que nos deja boquiabiertos. Utiliza también un diseño muy clásico del personaje principal, de nuevo intemporal, aunque quizás con una capa más corta de lo que estamos acostumbrados. En general consigue que todos, desde Lois hasta los Kent, resulten fácilmente reconocibles pero igualmente frescos.


En parte este cómic muestra, como otros basados en sosias de Superman que igualmente toman un camino similar y un resultado positivo ( pienso en cosas como Mr. Majestic de Joe Casey y Ed McGuiness o el Supreme de Alan Moore y dibujantes varios), como aún se pueden sacar buenas historias de Superman y que los conceptos de la Edad de Plata que una y otra vez han sido desechados o considerados obsoletos todavía pueden dar mucho de si. Sin embargo plantea más acuciantemente el problema del personaje en las colecciones regulares, donde este tono mayestático es difícil de mantener e incluso los mejores, Morrison en su etapa de los Nuevos 52 sirva como ejemplo, no consiguen alcanzar esta altura. 

Puntuación: 10/10





 

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