Sigo añadiendo películas que, desde mi punto de vista, resultan interesantes para el narrador interesado en cualquiera de las múltiples variedades del pulp, con ejemplos de terror, género, negro y aventuras (principalmente) así como alguna comedia, algún musical y, de vez en cuando, rarezas difíciles de clasificar.
Los criterios de inclusión, tengo que admitirlo son difusos, algunas lo hacen por su ambientación o rodaje en la época dorada de los pulps, otros por elementos argumentales o formales que de una manera u otra me resultan inspiradores... y a veces es la casualidad (un descubrimiento o una revisión reciente) la que hace que cierta película entre en la lista o no.
La calidad no es siempre el criterio principal, aunque en general intento no poner películas que considero insalvablemente malas y, a veces, algunos clásicos indiscutibles se han quedado injustamente olvidados o dejados de lado por obvios (¡y es que en el listado donde voy apuntando todas las que podrían tener un pase llevo 284 películas y ¡seguro que me faltan muchas!).
Y aclarados estos puntos, ¡vamos con la 10ª entrega! (si te interesan las anteriores aquí puedes verlas)
Dick Tracy contra Cueball
(Dick Tracy vs Cueball, 946, Gordon M. Douglas)
Preparando la reciente entrada sobre el detective por antonomasia de las tiras de prensa decidí ver todas (de ser posible localizarlas) las películas dedicadas al personaje, incluso revisar aquellas (como la de 1990) que ya había visto. Me sorprendió la relativa calidad de las dos primeras (las dos protagonizadas por Morgan Conway) y especialmente esta segunda.
En ella Dick Tracy (Morgan Conway) debe investigar una serie de asesinatos en torno a unos diamantes robados, perpetrados por un misterioso estrangulador, que utiliza una correa de cuero para cometer sus crímenes. Este es el Cueball (literalmente la bola blanca del billar) del título (Dick Wessel), un personaje original de la película (aunque ¡en 2011! finalmente hizo su aparición oficial en la tira). Se trata de un argumento sin muchas vueltas, la típica historia de traiciones en que los criminales se van volviendo unos contra otros, y una investigación bastante rutinaria por parte del detective, lo que años después sería material de serie televisiva. Pero es entretenida y resuelve con elegancia la mayoría de secuencias, incluso con algunos movimientos de cámara y planos realmente interesantes.
Estas películas de Dick Tracy demuestran perfectamente la dificultad de mantener el tono del cómic en la pantalla, con elementos visuales propios del género negro y un argumento criminal repleto de asesinatos, pero totalmente blanco en el terreno sexual y con diversos elementos más o menos humorísticos descarados. Entre dichos elementos debo destacar la aparición de un personaje extraído directamente del cómic Vitamin Flintheart (Ian Keith). Este personaje es un actor, exagerado e histriónico, que combina el aspecto físico (y muchos manierismos) de John Barrymore (uno de los grandes actores de su generación, pero dado a cierta sobreactuación) y de Charles Aubrey Smith (ex-jugador de cricket y actor que se especializó entre 1915 y 1949 en papeles de aristócrata o militar británico). Un problema parecido existe para adaptar a otro justiciero clásico del cómic como the Spirit, y en parte explica el desaguisado de tonos de la película dirigida por Frank Miller.
Conway sería sustituido en la siguiente película por Ralph Byrd (que ya había interpretado a Tracy en los seriales de la Republic dedicados al personaje, desde 1937), continúan en las últimas dos películas de la serie. Se produce una situación curiosa, de interpretes que van hilvanando películas de la serie, a veces en papeles super secundarios (como el británico de rostro particular Skelton Knaggs que aparece tanto en la segunda como en la cuarta película o Trevor Bardette, que es asesinado, interpretando a dos personajes distintos, en la primera y la segunda), mientras que otros rostros van cambiando entre una y otra (como Tess Trueheart que es interpretada por Anne Jeffreys en las dos primeras, por Kay Christopher en la tercera y por Anne Gwynne en la cuarta). recisamente para su uso como material de apoyo rolero son películas perfectas para extraer retratos para personajes (por la cantidad de personajes de rasgos muy característicos y lo bastante poco conocidos para no llevar ninguna carga intrínseca para los demás jugadores)
También es curioso el caso de un escenario claramente reutilizado, aunque con un cambio de nombre: el bar de mala reputación la Daga goteante de esta que nos ocupa se convierte en la Calavera parpadeante (cada uno con su cartel de neón alusivo) en Dick Tracy's Dilemma (1947, John Rawlins) y aún en Dick Tracy contra Siniestro (Dick Tracy meets Gruesome, 1948, John Rawlins), la cuarta y última película, se convierte en el Nudo del ahorcado. Manteniendo la misma barra, la misma pianola y las mismas mesas... y la misma clientela criminal.
Calcuta
(Calcutta, 1946, John Farrow )
Alan Ladd es uno de los grandes galanes del cine clásico, un actor cuya interpretación más importante es el magnífico western Raíces profundas (Shane, 1953, George Stevens), pero que hizo su nombre protagonizando principalmente filmes de género negro, western y aventuras en los 40 y 50.
Entre ella ya hemos mencionada aquí China (1943, también dirigida por John Farrow), pero también podríamos hablar de Saigon (1948, Leslie Fenton) o Tempestad en oriente (Thunder in the East, 1951, Charles Vidor), además de esta que nos ocupa. Películas no siempre buenas, pero que conseguían atraer a su público y mantenerlo entretenido. Sin alardes interpretativos (normalmente) Ladd tira de carisma, y belleza física, para convertirse en un icono de la época. Lo hace interpretando personajes casi intercambiables, cortados siempre de una pieza: americanos duros, de instintos mercenarios (o literalmente mercenarios), en una localización exótica, que se ablandan por la influencia de una mujer hermosa (o varias), siempre con la misma pose y manierismos de tío duro.
En este caso Ladd interpreta a Neale Gordon, un piloto americano que vuela en una compañía entre China y la India, junto con dos buenos amigos Pedro Blake (William Bendix) y Bill Cunningham (John Whitney). Cuando este último es asesinado en Calcuta, poco después de anunciar que va a casarse con una mujer que sus amigos no conocen, Gordon inicia una investigación. Esta le llevara a conocer a unas cuantas coloridas figuras del mundo criminal de la ciudad, como la intermediaria Mrs. Smith (Edith King), el elegante pero un punto siniestro Mr. Malik (Paul Singh) y el dueño de un casino Mr. Lasser (Lowell Gilmore). Al mismo tiempo comienza a verse seducido por la aparente inocencia de Virginia Moore (Gail Russell), la novia de su amigo fallecido, y se aleja de su romance con la cantante de cabaret Marina Tanev (June Deprez).
Calcuta se encuentra en la intersección entre la aventura exótica y el género negro, en un espacio en que se sentirían a gusto Casablanca o El embrujo de Shanghai, donde el escenario orientalista mediatiza arquetipos de la historia criminal. El fez o el turbante reemplaza al fedora, las calles de Nueva York o Chicago dejan paso a atestados mercados llenos de rostros oscuros, pero raramente se enfrenta a problemas específicos de su escenario, aunque a veces ofrecen apuntes en el subtexto. Por ejemplo, acabamos la película sin saber exactamente por que los crímenes se cometen como si fueran realizados por thugee, ni se explora el origen de Marina como (posiblemente) una refugiada rusa.
El director australiano John Farrow era un veterano de Hollywood, que había empezado su carrera como guionista en los 20 después de una juventud como marinero en los mares del sur, y que ya ha aparecido más de una vez en estas entradas. Como director hacía debutado en 1937 con Men in Exile, un remake de la moralista historia criminal de A salvo en el infierno (Save in Hell, 1931, William A. Wellman), iniciando una prolífica carrera con proyectos variados y sin un estilo personal marcado, pero siempre bien narradas. Su mayor éxito sería, posiblemente, la interesante Volvieron cinco (Five Came Back, 1939), una historia de supervivencia con guion de Jerry Cady, Donald Trumbo y Nathanael West, en que un grupo de personaje diversos deben sobrevivir a un accidente en la jungla amazónica, mostrando fortalezas y debilidades que su vida común no había permitido desarrollar.
En Tempestad en oriente, mencionada arriba, Ladd repite ambientación en India, aunque en ese caso si se enfrasca en la política. El francés Charles Boyer interpreta al primer ministro de un principado indio, partidario de la no violencia de Gandhi (e implícitamente hindú) enfrentado a unos violentos rebeldes (implícitamente musulmanes). Alan Ladd interpreta aquí a Steve Gibbs, otro piloto americano, en este caso dispuestos a vender armas (un cargamento de Thompsons) a cualquiera de los dos bandos, sin ningún escrúpulo moral. Todo el discurso heroico en torno a la resistencia pacífica del personaje de Boyer se resuelve al final con un solución expeditiva que se vuelve un poco risible.
Pero precisamente estos elementos desaprovechados, personajes cuyo trasfondo no se explora lo bastante o historias que no alcanzan el nivel de su premisa hacen estas películas muy interesantes para adaptarlas al juego pulp, o al menos tomar elementos de ellas para conformar tu propia historia.
Uncharted
(2022, Ruben Fleishcher)
Antes de nada necesito hacer una confesión, nunca he jugado a un juego de Uncharted en mi vida, por ningún motivo en especial, simplemente nunca se ha dado la circunstancia. Por ello es muy posible que los detalles de la adaptación se me escapen completamente y no puedo juzgar si Tom Holland y Mark Walhberg hacen justicia a los personajes que interpretan en la pantalla. Solo puedo juzgar la película por si misma, como cine, y solo puedo decir que en ese sentido el resultado es claramente decepcionante.
Resumiendo el argumento, brevemente, seguimos las aventuras de Nathan Drake (Tom Holland), un joven de talentos imprecisos, en busca de un tesoro, ocultado por los supervivientes de la expedición de Magallanes-Elcano alrededor del mundo. En su viaje se ve ayudado, aunque la geometría de su relación es cambiante, por el veterano Victor Sullivan (Mark Walhberg) y la investigadora Chloe Frazer (Sophia Ali) y enfrentado al heredero de los Moncada, una antigua dinastía y supuestos patronos de la expedición, Santiago (Antonio Banderas) y sus mercenarios y sicarios, entre los que destaca la mortífera Jo Braddock (Tati Gabrielle).
El desarrollo en si es previsible, donde los supuestos cambios de alianzas pretenden dar un poco de sorpresa cuando en si se limita a seguir la línea de puntos, pero el verdadero fallo de la película se encuentra en la ejecución de ese argumento y, sobre todo, una caracterización muy floja de los personajes. No tenemos muy claro quienes son estas personas, ni por que hacen lo que hacen, y, en realidad, ni siquiera consiguen caernos demasiado bien. Al menos Tom Holland resulta divertido por algunos momentos, pero Walhberg parece pasar toda le película sin flexionar un metafórico músculo interpretativo. Tampoco el supuesto argumento romántico trasmite ninguna emoción.
Los puzles arqueológicos son más o menos divertidos aunque, con su representación de Barcelona especialmente, también algo absurdos. Enfrentados al problema de las historias de búsqueda de tesoros en el mundo contemporáneo (el que este es muy difícil de distinguir del expolio), utilizan la excusa de robar a los colonialistas (pero resulta curioso que elijan el viaje de Magallanes para ello). Es decir, nuestros héroes no están robando a una tribu nativa, o a un pueblo colonizado, si no a los responsables de esa colonización, es más, incluso se esfuerza en señalar el carácter oscuro continuado de la dinastía de los Moncada hasta el día de hoy, para luego hacer un juego de manos y apartar a Banderas (que no tiene ocasión para verdaderamente lucirse como un villano) de nuestro camino.
Las escenas de acción, pecan de esa ruptura de la realidad asumida, propia del cine de acción contemporáneo, haciendo difíciles de dar credibilidad a algunas de las más exageradas. Drake pasa, al principio de la historia, de tener dificultades para escapar de un par de matones en una sala de subastas a saltar entre cajas de suministros siendo arrojadas desde un avión o enfrentarse con ejércitos de sicarios, casi sin esfuerzo ni solución de continuidad. La idea de empezar la película in media res (con el protagonista en peligro de muerte) y luego saltar hacia atrás, para contarnos la historia hasta ese punto, podría resultar interesante, pero no parece haber un buen motivo narrativo para ello, y no aporta realmente nada a lo que nos está contando.
En general, el trabajo de Ruben Fleishcher tras la cámara, parece terriblemente genérico, como si la película hubiera sido dirigida por el mismo comité que aprobó el guion plagado de tópicos. No hay ni una idea visual, ni un movimiento de cámara, ni un montaje que no hayamos visto mil veces, realizado con más ganas y convencimiento. Quizás la culpa, en parte, tenga que ver con el baile de directores que arrastró el proyecto pero, de nuevo, solo juzgando el resultado no hay salvación posible.
La banda sonora de Ramin Djawadi es bastante competente e incluye algunas piezas muy interesantes para utilizar para tus aventuras contemporáneas (el uso de sintetizadores y ritmos modernos no me trasmite precisamente años 30), si eres de los que usa música en las partidas. Piezas perfectas para persecuciones como Parachute u otras de amenaza sutil como Meeting Braddock son pistas muy interesantes o incluso descubrimiento épico (con una nota de amenaza final) de Giant Urns pueden ser buenas aportaciones a cualquier lista utilizada para estos menesteres.
La sombra de Piratas del Caribe es muy alargada en este, fundamentalmente fallido, proyecto. No solo en un plano conceptual, siendo una historia inspirada en una de las atracciones de los parques de atracciones de Disney, si no con evidentes paralelismos argumentales y visuales. Pero pese de ser, como digo, un intento fallido sigue siendo bastante entretenida y disfrutable en algunos aspectos.
Jungle Cruise(2021, Jaume Collet-Serra)
El argumento y el plantel de personajes parece un cruce forzado entre la franquicia que elevó a icono al Capitán Jack Sparrow y la Momia de Stephen Sommers, como si la alquimia del éxito pudiera repetirse solo por imitación. Resulta una película bastante divertida, más de lo que esperaba, y funcional en su falta de originalidad.
La película, siguiendo la fórmula, se abre con una narración que nos presenta directamente el objeto misterioso, en este caso un árbol mágico (llamado las Lágrimas de la Luna) que puede curar cualquiera enfermedad o maldición, oculto en algún lugar del Amazonas; siguiendo su rastro se encuentra la erudita Lily Houghton (Emily Blunt), y su hermano MacGregor Houghton (Jack Whitehall), pese a que la machista y encorsetada sociedad británica (la película se sitúa en 1916) no está dispuesta a reconocer los méritos de una mujer investigadora. En el Amazonas su camino se cruza con Frank Wolff (Dwayne Johnson) que parece malvivir como guía turístico, aficionado a los juegos de palabras infames, con un destartalado barquito de vapor. Como villano tenemos una doble amenaza, por un lado los no muertos conquistadores capitaneados por Lope de Aguirre (Édgar Ramírez) y, por otro, el príncipe alemán Joachim (Jesse Plemons) y su submarino.
Disney intenta lograr la cuadratura del círculo, o nadar y guardar la ropa, con el difícil equilibrio entre la aventura colonial y las sensibilidades postcoloniales, dibujando un retrato bastante desigual de los nativos (los imaginarios Pika Michuna), que sin embargo siguen siendo personajes básicamente pasivos en la aventura, víctimas de unos y colaboradores necesarios, pero sin objetivos personales propios, de otros. La cantidad de entrevistas con la actriz mexicana Verónica Falcón promocionando su personaje (por ejemplo) contrasta con el poco tiempo que finalmente le dedica el metraje a su personaje, Trader Sam.
Pero el principal fallo es que, para mi, la química romántica entre la pareja protagonista es totalmente inexistente, en ningún momento parece haber ninguna atracción entre ellos, algo que resultaría aceptable si su relación fuera meramente amistosa (la química y el tiempo cómico están bastante conseguidos), pero la relación romántica simplemente se siente falsa. Johnson resulta divertido como héroe de acción, pero toda su marca (su identidad como estrella) choca con la dinámica y estética de la película. Al contrario que en la franquicia de Jumanji (donde esta personalidad apuntala la percepción del personaje dentro del videojuego y es parte fundamental de la broma) aquí resulta difícil creer en el actor como un perdedor en horas bajas (y su acento, o falta de él, tampoco resulta convincente). Emily Blunt actúa más que correctamente, con un personaje que tampoco se le ofrecen muchos matices, pero igualmente ni ella logra hacer creíble que Lily y Wolff sean algo más que buenos amigos. Jack Whitehall resulta una sorpresa en un personaje que resulta más divertido de lo que el recurso al cliché podría augurar.
No soy demasiado fan de algunos de los excesos visuales de la película en cuanto al uso de CGI, los diseños de los conquistadores malditos (cada uno mutado en un elemento selvático diferente y dos de ellos interpretados por los españoles Dani Rovira y Quim Gutiérrez) son interesantes pero quizás demasiado abigarrados, especialmente para una presencia tan breve, y por momentos los añadidos digitales resultan demasiado chocantes en relación a los momentos más apegados a la tierra. El montaje, que no intenta resultar clásico si no que es claramente moderno, es uno de los puntos álgidos en la dirección y consigue mantener unidas la escenas de forma bastante efectiva.
Respecto a la banda sonora, si antes decía que Uncharted tiene algunas piezas perfectas para aventuras modernas, Jungle Cruise nos proporciona interesantes temas para un ambiente más clásico. James Newton Howard crea un precioso tema central (Jungle Cruise Suite), que sirve como leitmotiv en varias piezas muy ambientales y divertidas (pero que quizás por ello no se adecúen al ritmo de la escena que estas jugando, nada hay peor que una fanfarria en el momento inadecuado). El uso del Nothing else matters de Metallica resulta curiosamente adecuado pero tampoco aporta algo que no pudiera haber conseguido una pieza original.
Los rumores sobre una segunda parte han sido casi constantes desde su estreno, pero curiosamente plantea un final en que se enfrenta a una problemática similar a la de la Momia a la hora de plantearse una continuación: mantener el concepto sin resultar repetitivo.
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