Cosas para ver: Filmografía pulp (6ª parte) Especial Solomon Kane


En las entradas anteriores me he centrado en películas que, para mi, ejemplifican el estilo de aventuras y acción pulp, tanto películas ambientadas y rodadas en los años 30. En esta entrada pretendo desviarme un poco de ese género para hablar de películas de capa y espada, de espadachines y de aventuras piráticas que igualmente pueden, desde mi punto de vista, inspirar a los directores de juego y jugadores que quieran vivir sus aventuras en la Europa de Solomon Kane (y otros juegos similares ambientados entre el siglo XVI y el XVII)

No voy a reseñar la película de Solomon Kane, que ya he reseñado en otra parte, si no películas que en una forma  u otra considero una inspiración para campañas en ese particular cruce de la historia, el terror y la fantasía, con mi propio y deformada lente. Tampoco voy a repetir las loas o críticas a otras películas ya reseñadas, así que es posible que alguna que echéis en falta estén ya comentadas por aquí.

Unas cuantas de estas películas no coinciden cronológicamente con la época del Solomon Kane de los relatos, en realidad hay más películas sobre el siglo XVII, incluso alguna de principios del XVIII, que sobre el XVI, pero están lo bastante cercanas, en tono o elementos concretos, para (al menos para mi) servir como inspiración. He dejado muchas cosas fuera, algunas de forma más que consciente, y quizás un día ofrezca una segunda parte de la filmografía. Espero que lo disfrutéis.

El capitán Blood (Captain Blood, 1935, Michael Curtiz) 
Interesante para: piratas con valores.

Todas las películas clásicas de aventuras de capa y espada protagonizadas por Errol Flynn son un ejemplo maravilloso de como se veía el género en la época pulp, por parte del público americano. Podría recomendar cualquiera de ellas y, especialmente, cualquiera de las dirigidas por Michael Curtiz, como La vida privada de Elizabeth y Essex (The Private Life of Elizabeth and Essex, 1939) o El Halcón del Mar (The Sea Hawk, 1940), son magníficas y ayudan a ver cual era la imagen mental de estos periodos y de la aventura como género. Si he elegido el Capitán Blood es por que es la única de ellas que se estrenó antes del fallecimiento de Robert E. Howard.

Tras la rebelión de Monmouth (1685) el médico Peter Blood (Errol Flynn) es desterrado injustamente a Jamaica, condenado a trabajos forzados en las colonias. Allí conoce a la rica y privilegiada Arabella Bishop (Olivia de Havilland) que queda impresionada por el joven médico. Tras fugarse y convertirse en pirata el destino conduce a Arabella a ser capturada por el pérfido pirata francés el Capitán Levasseur  (Basil Rathbone) y Blood debe acudir a rescatarla. Las aventuras se suceden a partir de allí con duelos, abordajes y todo lo que puedes desear en una película de piratas.

Basada en el libro homónimo de Rafael Sabatini, novelista inglés cuya obra se publicó antes, durante y después de la era pulp y  que también es responsable de El Halcón del Mar, Scaramouche y otras grandes historias de aventura. Estas, sin duda, fueron, junto con las de Harold Lamb, una gran influencia en las historias de Howard aunque su tono sea más victoriano, menos moderno, que el del tejano.

Peter Blood, y sus hombres, son el arquetipo de buen pirata, que solo cae en la piratería (practicada dentro de unos límites moralmente aceptables) como último recurso ante la injusticia y que, cuando así lo requieren las circunstancias, está dispuesto a sacrificarse por su amada, su desagradecida nación o los desamparados en general. Flynn ha nacido para interpretar esa clase de papeles y Rathbone le da la réplica perfecta en todo momento, el duelo entre ambos en la playa sigue siendo uno de los momentos más recordados de la esgrima cinematográfica.

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El Viyi  (Viy, 1967, Konstantin Ershov y Georgiy Kropachyov)
Interesante para: exorcitas, viajeros por Ucrania.

Cruce de película de horror con elementos cómicos y un tono picaresco. La crítica anticlerical, esos seminaristas destrozando los lugares por los que pasan, y hacia la forma tradicional de vida está presente y es inevitable recordar que se trata de una película de plena época soviética, pero también ofrece curiosas estampas etnográficas. Está basado en un relato de  Nikolái Gógol del mismo título y se sitúa en un año impreciso, de forma casi atemporal.

Las desventuras de Khoma Brut, o Tomás el Bruto, (interpretado por Leonid Kuravlyov), un poco despierto, y aún menos modélico, seminarista, que se ve enfrentado a los manejos de una bruja, aún después de muerta. El punto álgido del relato son tres noches que el estudiante debe pasar velando un cadáver en una pequeña iglesia y los asaltos de fuerzas sobrenaturales (aunque la posibilidad de que todo sea sugestión y algo de alcohol no puede desecharse) que sufre a lo largo de las mismas. Los trucajes físicos, los limitados efectos de postproducción y el maquillaje hacen lo posible para crear unas escenas pesadillescas que no dejan de ser, al mismo tiempo, cómicas.

La misma historia  también inspiró la interesante La máscara del demonio (La maschera del demonio, Mario Bava, 1960) pero, menos el prólogo, en su conjunto está ambientada en el siglo XIX.

En 2006 se realizó una continuación, El poder del miedo (Vedma, 2006) que en realidad funciona casi como una nueva versión.

Finalmente, por ahora, en 2014 se produjo una película con un título original muy similar, aunque incomprensiblemente convertida en castellano en Transilvania, el Imperio prohibido (Viy 3D, 2014, Oleg Stepchenko) pese a no haber ningún imperio y no suceder en Transilvania. Esta sitúa la historia  en los albores del siglo XVIII e introduce un, molesto, personaje inglés (Jason Flemyng) como narrador principal e hilo conductor de la trama, que se complica con más personajes y más giros de guion. Esta película además continúa en una segunda parte, aún no estrenada, ambientada en China (con Jackie Chan y Arnold Schwarzenegger, nada más y nada menos) En general resulta demasiado genérica, con mayor dedicación al ambiente y los elementos visuales, fundamentalmente digitales, que a la historia o los personajes y una estructura y narración inconsistente y mal hilvanada. Algún elemento visual se salva, y puede ser utilizado como inspiración para una campaña cosaca, pero no lo bastante como para compensar todo lo demás.

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La garra de Satán (The Blood in Satan's Claw, 1971, Piers Haggard)
Interesante para: jueces rurales, sectarios

Existe un subgénero del terror que se suele llamar en inglés folk horror, quizás traducible como horror rural, en el que el elemento principal suele ser la supervivencia o resurgir de cultos oscuros en regiones apartadas y atrasadas, especialmente en el domesticado agro británico, aparentemente un lugar donde "nada malo puede pasar". Los paisajes bucólicos suelen combinarse con el terror, que muchas veces no requiere ningún factor sobrenatural, al menos evidente, y confía en el puro terror humano. El nacimiento del género, además, en plenos años 60 y su auge en los 70 coincide con el creciente número de jóvenes interesados en cultos neopaganos y movimientos espirituales de la Nueva Era, que predican cierta vuelta a las raíces rurales como una Arcadia perdida.

Quizás el ejemplo fundacional sea Cuando las brujas arden/el General Witchfinder/El Inquisidor (Witchfinder General/The Conqueror Worm, 1968, Michael Reeves)  mientras que la cumbre del subgénero sea El Hombre de Mimbre (The Wicker Man, 1973, Robin Hardy), que traslada el horror a una remota isla escocesa en el momento actual, aunque otras películas más modernas como El Apostol (Apostle, 2018, Gareth Evans) o la muy reciente, y decepcionante, Midsommar (2019, Ari  Aster) no dejen de beber de las mismas fuentes.

En La garra de Satán una comunidad inglesa de mediados del siglo XVII, tranquila y pacífica en la superficie,  se ve sacudida por la aparición de unos extraños restos en un campo de cultivo. Un juez (Patrick Wymark), en principio escéptico, se enfrenta a la locura y a una comunidad que poco a poco va perdiendo el control mientras niños, jóvenes y adultos se ven seducidos por un extraño culto. Se trata de una película que depende mucho del ambiente, de crear una situación malsana y tensa hasta el final más que de sustos puntuales. 

Este subgénero de horror rural está muy cercano a las ideas lovecraftianas de maldad ancestral y cultos misteriosos, pero mientras que en el autor de Providence muchas veces este elemento es externo (heredado de pueblos extintos o traído de tierras lejanas) en el horror rural la oscuridad surge, habitualmente, de la comunidad misma, es un mal interior que siempre ha estado allí y que espera un momento cualquiera para volver a salir al exterior.
El Péndulo de la Muerte (The Pit and the Pendulum, 1961,  Roger Corman)
Interesante para: familiares inquisitivos, maridos cornudos.

La Inquisición española es un tema inevitable cuando hablamos de terror de época, todo el mundo espera a la Inquisición española. No voy a entrar a discutir aquí la fidelidad histórica de esta imagen, exagerada sin duda pero, al contrario de lo que algunos revisionistas de nuevo cuño quieren vendernos, no totalmente infundada, pero es inevitable que al revisar películas sobre la época a la que nos referimos, y más si están ambientadas en España y realizadas desde la cultura anglosajona, la Inquisición haga su aparición tarde o temprano, sea como un elemento menor o bien como villanos principales de la función.

Esta película en particular pertenece al ciclo de Poe de Roger Corman, la mayoría protagonizadas por Vincent Price; pero donde el relato era demasiado corto o no ofrecía el material que Corman estaba buscando no tenía miedo a inventar, añadir o eliminar lo que quisiera. En este caso, poco queda del relato de Poe en el guión escrito por Richard Matheson, más allá del título y el clímax del tercer acto, aunque recoge también elementos de otras historias del autor (la falsa muerta o las relaciones familiares enfermizas son muy del gusto gótico del americano)

Un inglés, Francis Barnard (John Kerr), llega en pleno siglo XVI a España, al castillo azotado por el mar de su cuñado Nicolas Medina (Vincent Price) para descubrir la causa de la muerte de su hermana, y esposa de Nicolas, Elizabeth (Barbara Steele). Las evasivas de Nicolas y de los demás habitantes del castillo sobre las circunstancias de lo sucedido convencen a Francis de que sus parientes le oculta algo, más oscuro que la supuesta enfermedad sanguínea que llevó a Elizabeth a la tumba.

La película es una producción barata, los escenarios por ejemplo están rellenos de atrezzo genérico no siempre adecuado y se nota que está rodada en estudio, pero siempre mantiene un estilo propio. Los flashback virados a distintos colores pueden resultar algo extraños ahora pero era una opción innovadora por entonces, aprovechando el film altamente saturado de color. Vincent Price sobreactua, es innegable, pero nunca decepciona.

Existe otra el Péndulo de la Muerte (The Pit and the Pendulum, 1991, Stuart Gordon), con un argumento totalmente diferente y que traslada la acción a Toledo en 1492 y cae, ahora si, en todos los tópicos imaginables, y algunos más, sobre la Inquisición pero tiene a Lance Erikssen interpretando a un Torquemada deliciosamente malvado.

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A Field in England (2013, Ben Wheatley)
Interesante para: alquimistas, consumidores de sustancias extrañas

Ben Wheatley es un director británico con una filmografía bastante peculiar que, a menudo, consigue fascinar a los críticos pero que obtiene una reacción mucho menos entusiasta por parte del público en general.

Algunos han querido asociar esta película con el horror rural del que hablaba más arriba pero, dejando de lado la ambientación innegablemente campestre de los acontecimientos, no comparto esa asociación.

En plena guerra civil inglesa un patético grupo de desertores vaga por la campiña inglesa. Entre ellos Whitehead (Reece Shearsmith) es un erudito, un estudioso de ciencias ocultas, hasta entonces apartado del mundo, que está buscando a un individuo particular, un alquimista llamado O'Neill (Michael Smiley). Cuando lo encuentra, sin embargo, él y el resto del grupo se ven forzados a trabajar para el alquimista, buscando un tesoro misterioso oculto en el campo. Lo extraño, lo incomprensible y lo lisérgico  van tomando el control de los acontecimientos a partir de ese momento y es difícil contar lo que sucede.

Es una película poco convencional, de narrativa desconcertante, con una cámara nerviosa de encuadres extraños y fragmentos  narrativos y sonoros a veces inconexos o aparentemente sin sentido. La película no se explica a si misma, ni a sus personajes ni su trama, ni justifica todas sus decisiones pero en conjunto produce un efecto muy particular, acentuado por los elementos alucinógenos y alucinatorios de la historia.

No es una película para aquellos que busquen una historia convencional o una narración tradicional pero a mi personalmente me parece muy interesante, más allá de significados o interpretaciones que se puedan buscar a sus episodios.

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Sauna (2018,  Antti-Jussi Annila)
Interesante para: ¿guerreros miopes?

Esta película finlandesa se encuentra en una linea muy fina que separa a lo trascendente de lo ridículo en demasiadas ocasiones. La resolución de la trama y el destino de los personajes es lo suficientemente imprecisa para no darnos respuestas claras del significado de las escenas que vemos en pantalla, que funcionan con bastante efectividad pese a lo limitado de los medios humanos y técnicos.

Es el año 1595 y acaba de terminar la larga y cruenta guerra ruso-sueca, una comisión formada por enviados de ambas naciones se encuentran en algún punto de Finlandia trazando la frontera entre los dominios de ambas, deben atravesar un pantano apenas cartografiado, en el corazón del cual descubren un poblado hasta entonces desconocido. Junto al poblado una extraña construcción, una sauna (edifico que tiene un valor casi religioso entre los fineses), que parece tener un efecto sobrenatural sobre todos ellos. El papel protagonista recae en los dos enviados suecos, dos hermanos muy diferentes: el duro Eerik (Ville Virtanen), un veterano con mucha sangre a sus espaldas, y Knut (Tommi Eronen), un cartógrafo con sus propios rasgos oscuros.

La película se mueve con un puñado de personajes y localizaciones, confiando en crear la tensión sin mostrar demasiado y sugiriendo un horror mayor del que podemos ver. Las limitaciones de vestuario y efectos especiales, desgraciadamente, son demasiado evidentes en muchos momentos pero el director consigue crear, pese a ello, algunas imágenes potentes ayudado por una banda sonora efectiva pero minimalista. La película es mejor trasmitiendo sentimientos que contando una historia, que no queda clara en ningún momento.

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El último valle (The Last Valley, 1971, James Clavell)
Interesante para: disidentes religiosos, mercenarios.

Esta es una película que me ha marcado muchísimo como espectador y, también, como rolero, de forma consciente o inconsciente ha inspirado varias partidas a distintos juegos a lo largo de los años. Es una de esas películas que no puedo evitar recomendar ante la más mínima provocación, normalmente ante la total incomprensión de mis interlocutores que no han oído hablar de la película, o que la han visto y no comporten mi entusiasmo por ella. Solo falta un monstruo acechando en las colinas o una bruja haciendo de las suyas para ser aún mejor.

Ambientada durante la guerra de los Treinta años (1618-1648) en una aislada aldea, un valle que ha conseguido salvarse de la destrucción que asola Alemania en esos años. Allí un grupo de mercenarios comandados por el Capitán (Michel Caine) se hacen fuertes para pasar el invierno. asta allí llega también Vogel (Omar Shariff), un estudioso desencantado que huye de los horrores de la guerra y de la pérdida de su fe. La tensión entre los mercenarios protestantes y los aldeanos católicos, y entre el Capitán y Vogel, va creciendo hasta estallar violentamente. El valle se convierte en un verdadero microcosmos de toda la guerra, lo que podría ser un paraíso, amenazado de destrucción por las mismas fuerzas que han convertido el país, el mundo, en una ruina.

El duelo interpretativo entre Michael Caine (en un personaje antipático, casi un monstruo, al que consigue imprimir parte de su carisma) y Shariff es magnífico, cambiando continuamente el equilibrio entre ambos y con los personajes del pueblo, específicamente, el fanático capellán Sebastian (Per Oscarsson) o el alcalde Gruber (Nigel Davenport).

El director y guionista, James Clavell, es también responsable de la novela, y el guión de la famosa  miniserie televisiva, Shogun (Shogun, 1980, Jerry London) que sigue las aventuras del marino John Blackthorne (Richard Chamberlain) en el Japón de principios del siglo XVII y que es también un buen material para el narrador que quiera llevar a sus personajes al extremo oriente.

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Los señores del acero ( Flesh+Blood, 1985, Paul Verhoeven)
Interesante para: mercenarios (más desagradables)

Otra película de mercenarios que me marcó en su momento, protagonizada esta por el recientemente fallecido Rutger Hauer. Fue la primera película americana de Verhoeven, aunque con un reparto internacional principalmente europeo, y fue un fracaso en taquilla, quizás por sus aspecto feista y moralmente turbio.

Es una película bastante oscura en general, con personajes desagradables y un ambiente de sordidez, violencia y corrupción, puede ser por momentos difícil de ver, especialmente por los personajes femeninos.


La acción se sitúa en una ciudad italiana en torno a principios del siglo XVI, donde una compañía de mercenarios al mando de Hawkwood (Jack Thompson) recuperan la urbe en nombre del noble Arnolfini (Fernando Hilbeck), entre estos mercenarios destaca una banda comandado por el brutal Martin (Rutger Hauer). Pero una vez cumplida su función, y tomada la ciudad, Arnolfini ya no tiene necesidad de ellos así que, con la ayuda de Hawkwood, decide eliminarlos de forma expeditiva y negarles el botín que les había prometido. Al mismo tiempo conocemos al hijo de Arnolfini, Steve (Tom Burlison) y a su prometida Agnes (Jennifer Jason Leigh), que viven en su propio mundo de privilegio hasta que este choca violentamente con el de los mercenarios.

No hay elemento sobrenatural explícito, aunque si referencias a  varias supersticiones que afectan profundamente al comportamiento de los personajes: la mandrágora que sirve como filtro de amor, la aparición profética de una figura de San Martín, el terror y efecto casi sobrenatural de la peste, etc.

El guión tiene algunos momentos no demasiado bien resueltos y, como buena parte de la carrera de Verhoeven, hay escenas que buscan más el choque y dejar a la audiencia descolocada por la yuxtaposición de sexo y violencia que por su función narrativa.

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Rosencrantz y Guildenstern han muerto (Rosencrantz and Guildenstern are dead, 1990, Tom Stoppard)
Interesante para: aficionados a Shakespeare, actores

El cine basado en las obas y en la vida de Shakespeare normalmente utiliza, independientemente de cuando o donde esté situada la acción, escenarios y vestuarios propios de la época del autor y, por  tanto, muy adecuados para el universo de Solomon Kane. En ese sentido, de recreación, Anonymous (2011, Roland Emmerich) es quizás una de las más interesantes, pese a la base argumental absurda (el debate de la autoría me parece una de las más inanes teorías de la conspiración que aún perviven).

Podríamos hacer una lista casi infinita de adaptaciones, actores y directores que han seguido dicho camino, pero puestos a elegir entre toda la producción, y por poner un ejemplo relativamente poco conocido, he elegido esta extraña comedia del absurdo.

Rosencrantz and Guildenstern están muertos se construye como una especie de historia paralela al desarrollo de Hamlet, centrándose en estos dos personajes secundarios de la famosa obra. Tom Stoppard es más conocido como guionista (Brazil, Shakespeare in Love), siendo este su único intento en la dirección, y también es el creador de la obra de teatro, del mismo título, en la que se basa el film. Desde un punto de vista cinematográfico la película es algo limitada, con una estructura y ritmo demasiado teatral, a veces pesado, se basa sobre todo en el humor verbal y juegos de palabras que son difícilmente traducibles a otros idiomas.

Protagonizada por unos jovencísimos Tim Roth, como Guildenstern, y Gary Oldman, como Rosencrantz (o viceversa, que ni ellos lo tienen demasiado claro)  a su alrededor transitan los demás personajes de la tragedia, incluyendo el Hamlet encarnado por Iain Glen, apareciendo y desapareciendo según los ritmos de la obra original, mientras ellos intentan entender su papel en todo el barullo. La presencia de una compañía teatral en el castillo de Elsinore, que tendrá un papel fundamental en la resolución del drama, permite un juego metateatral, con una obra dentro de  otra obra, y actores interpretando actores que a su vez interpretan personajes (y que la película añade aún otro nivel de recursividad), sirve como clave de los mecanismos de la tragedia.

Requiere un conocimiento algo más que superficial de la obra original para seguir los giros que van sucediendo y rellenar los huecos, diálogos cortados a la mitad, personajes cuyo destino es sugerido pero no mostrado...

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La Condesa (The Countess, 2009, Julie Delpy)
Interesante para: damas de la nobleza

El famoso caso de Ersébet Bathory, la conocida como condesa sangrienta o incluso la Drácula femenina, ha dado lugar a muchas adaptaciones cinematográficas más o menos fantásticas y, a menudo, situadas en la actualidad. La conjunción de terror y sexo, la historia de la condesa que utiliza la sangre de las doncellas para mantener su juventud da múltiples ocasiones para mostrar cuerpos femeninos, ha sido utilizada como principal reclamo en muchas de estas versiones desde, al menos, la variación interpretada por Ingrid Pitt en la Condesa Drácula (Countess Dracula, 1970, Peter Sasdy). También en este caso el listado de todas las películas basadas o inspiradas en el personaje sería una tarea demasiado larga y farragosa para los objetivos de esta filmografía por lo que he elegido únicamente una película sobre todas, no necesariamente la mejor pero si quizás la que me ha resultado más interesante de revisitar.

Ersébet Bathory (Julie Delpy) es criada para gobernar, o para ser más exactos, para ayudar a gobernar al marido que su familia ha seleccionado, Ferenc Nádasdy (Charly Hübner), un hábil guerrero que se destaca en la eterna guerra contra los turcos. Cuando Ferenc muere, Ersébet conoce al joven Itsván Thurzó (Daniel Bruhl) y se enamora de él; cuando Itsván, manipulado por su padre, se distancia de ella, aparentemente por una mujer más joven, se inicia la serie de asesinato y actos violentos en busca de la juventud perdida, o al menos ese es el relato que se nos ofrece. En su camino hacia la locura se ve afectada también por la oscura influencia de otro aristócrata Dominic Vizakna (Sebastian Blomberg). El elemento sobrenatural, de nuevo, se limita a las supersticiones creídas por los personajes, aunque hay algo vampírico en el transilvano Vizakna y la figura de la bruja-consejera-amante Darvulia (Anamaria Marinca) juega también un papel muy importante.

La película está inspirada en los sucesos históricos más que seguirlos fielmente (por ejemplo Imre Thurzó, el personaje en que se podría basar Itsván, no tenía más de 16 años cuando muere Ersébet) pero ofrece un interesante retrato del personaje. El plantear finalmente que lo que hemos visto es solo la historia que sus enemigos han creado sobre ella, choca demasiado con la narración visual, que en ningún momento nos ofrece dudas de lo que estamos viendo. El recurso de escudarse en un narrador poco fiable, que cuenta únicamente lo que le han contado, y por tanto no es culpable de las deformaciones de la verdad, no funciona tampoco, al olvidarse demasiado a menudo y plantear escenas, como el monólogo final, que no es posible que él conociera, ni que nadie le contara.

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La princesa de Montpensier (La Princesse de Montpensier, 2010, Bertrand Tavernier)
Interesante para: viajeros por Francia, hugonotes

Esta película adapta uno de los clásicos de la literatura francesa, publicada con el mismo título en 1662 sin indicar el nombre de la autora (Madame de La Fayette). Cuenta una complicada trama matrimonial entre nobles en plena época de las guerras de religión.  Una etapa que, aunque a mi me interesa particularmente, no está tan representada cinematográficamente como me gustaría. Tenemos, en tiempos más o menos recientes la conocida La Reina Margot (La Reine Margot, 1994, Patrice Chéreau) algún biopic sobre Enrique de Borbón, como Enrique de Navarra (Henri 4, 2010, Jo Baier),  y en el terreno de lo fantástico hay una película sobre Nostradamus (1994, Roger Christian) y poco más... mientras tanto las Siete vidas del Gavilán, una de las obras maestras del cómic histórico francés, sigue sin tener una adaptación (por dar ideas).


El centro de la trama son una serie de amores no correspondidos y un matrimonio concertado entre  aristócratas. Marie, Marquesa de Mézières (Mélanie Thierry) está enamorada de Henri, Duque de Guisa (Gaspard Ulliel) pero por circunstancias políticas debe comprometerse con Philippe, Príncipe de Montpensier (Grégoire Leprince-Ringuet). Para complicar las cosas también el veterano tutor de Montpensier, François, Conde de Chabannes (Lambert Wilson), y Henri, Duque de Anjou (Raphaël Personnaz), el futuro rey Enrique III, se prendan de la bella Marie. Las circunstancias políticas y personales van alterando la posición de uno y otros mientras Marie se debate entre su deber, Montpensier, y su corazón, Guisa. Al mismo tiempo el país sigue sumergido en la espiral de violencia de las guerras, que se llevará al fnal a muchos de ellos por delante. En el terreno de las interpretaciones me temo que el veterano Lambert Wilson, como Chabannes, se merienda a todos sus compañeros de reparto y especialmente el poco brillante Montpenssier.

El argumento es poco aventurero, aunque no falta algún duelo y alguna batalla (rodado todo con eficiencia pero sin espectacularidad), y no hay nada mágico o sobrenatural que apuntar. El ambiente está muy conseguido, los vestuarios son inspiradores y se trata, además, de una de esas obras fundamentales en la historia literaria del país vecino.

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Michael Kohlhaas (2013, Arnaud des Pallières)
Interesante para: justicieros

La novela Michael Kolhaas, publicada en 1810 por Heinrich von Kleist y que se inspiraba a su vez  en el caso real de un tal Hans Kohlhase, es una historia clásica de injusticia y rebelión. Ha sido llevada al cine en múltiples ocasiones, esta versión más reciente curiosamente traslada la historia de los territorios alemanes a Francia, y digo curiosamente por que el libro de von Kleist no dejaba de llevar implícita una crítica anti francesa.

En esta versión, pues, Michael Kolhaas (Mads Mikkelsen) es un pacífico comerciante de caballos, un emigrante alemán establecido en la región francesa de Cavannes. Durante un viaje, dos de sus caballos son injustamente confiscados por un barón local (Swann Arlaud); pese a que todo el mundo, incluida su mujer Judith (Delphine Chuillot), le recomienda que lo olvide (en realidad es lo bastante próspero como para que esos dos caballos no le representen una pérdida fundamental) comienza una lucha, jurídica al principio, para recuperar lo que considera suyo, lo que considera justo, con un coste terrible.

El significado de la venganza, de la justicia, del bien y del mal se tratan pero no intenta forzar una conclusión concreta, ni machaca un mensaje evidente, dejando que los hechos hablen por si mismos y que el espectador saque sus propias moralejas. Sin embargo, a veces, el ritmo se vuelve algo tedioso y la forma de narrar, sin llamar la atención, sin estridencias y sin acentuar las acciones, puede resultar algo sosa.

Mikkelsen interpreta magníficamente a un personaje que en muchos aspectos me recuerda a Solomon Kane: parco en palabras, inflexible, tan seguro en su sentido de la justicia y su propio valor como ser humano que puede conducirse a si mismo, y a otros, a la destrucción.


Trailer (trailer horrible por cierto, el tono es totalmente contrario a la película)

Los mosqueteros (serie de TV, 2014-2016)
Interesante para: aventureros varios, nobles insatisfechos

Existen también multitud de versiones de Los tres mosqueteros que varían mucho en tono y calidad, y sobre todo en siempre intentar actualizar la historia para hacerla más asumible para los espectadores contemporáneos, produciendo en general obras demasiado atadas a su época de producción.

Nadie puede ignorar la visión desmitificadora del díptico dirigido por Richard Lester en los 70, o asociar la versión de Stephen Harrek, con la conocida canción de Brian Adams, a otra época que los primeros años 90 y la sombra del exito de Jovenes Forajidos. Y prefiero no hablar, por lo que diga del cine actual, del horror que es la perpetrada por  Paul W. S. Anderson en 2011.  Quizás la versión más fiel seguirá siendo la clásica de 1948, dirigida por George Sidney  y con Gene Kelly como un algo desconcertante D'Artagnan.

Esta serie, tanto como ficción histórica como adaptación de Dumas, es prácticamente nula pero entretenida como pura serie de aventuras que utiliza unos pocos rasgos de los personajes originales y sus tramas pero que, en general, camina por vericuetos completamente distintos. Durante los episodios explotan cosas, hay muchas persecuciones y, curiosamente, muchos más disparos que duelos con espadas.

Toma, como las novelas, a D'Artagnan (Luke Pasqualino) como personaje principal, e introductor de los espectadores en el mundo, mientras que Aramitz (Santiago Cabrera), Porthos (Howard Charles) y Athos (Tom Burke) se ajustan a personalidades muy arquetípicas, aunque tienen episodios dedicados a ellos en los que brillar especialmente y desarrollarse un poco, especialmente Athos. Junto a ellos, entre los personajes secundarios, podemos destacar a una siempre interesante antiheroina Milady (Maimie McCoy), a la activa Constance (Tamla Kari) y a un divertido, e inepto, rey Luis (Ryan Gage).

La serie combina argumentos de uno o dos episodios con un villano mayor que suele estar detrás de la mayoría de estos acontecimientos. El inicial Richelieu (Peter Capaldi) de la primera temporada es reemplazado, por cuestiones ajenas a la producción, por un no menos pérfido Rochefort (Marc Warren) en la segunda y el siniestro dueto formado por  el Marqués de Feron (Rupert Everet) y su mano derecha Lucien Grimaud (Matthew McNulty) en la tercera. Este cambio de villanos, aunque trastoca aún más cualquier similitud con las novelas, resulta refrescante aunque en parte se hacen algo repetitivos.

En el escaso aspecto histórico me desconcierta especialmente la obsesión con la revolución francesa, como si el siglo XVII francés prefigurara o hiciera inevitable (con un sistema particularmente injusto o una pobreza exacerbada) el estallido popular de finales del XVIII. Este es un rasgo que he podido observar en otras adaptaciones, como El hombre de la máscara de hierro (The Man in the Iron Mask, 1998, Randall Wallace) pero también en otro  material, como la Francia idealizada en el Montaigne de 7º Mar.

Por supuesto que la nobleza francesa era orgullosa y extractiva, que el pueblo no tenía voz en el gobierno y que muchos se sentían descontentos ante esta situación. Pero en aquellos tiempo Francia no era una excepción en ese sentido, ni su pueblo estaba particularmente inclinado a la revolución social (no más que Inglaterra o España). Sin embargo la tensión que si era fundamental y si provocó revueltas populares repetidas, la materia religiosa (los últimos coletazos de la división entre católicos y hugonotes) es dejada más de lado y apenas comentada en la mayoría de adaptaciones. Quizás por ser adaptaciones fundamentalmente anglosajonas (países de mayoría protestante) tratando con protagonistas católicos.

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La bruja: una leyenda de Nueva Inglaterra (The VVitch: A New-England Folktale, 2015, Robert Eggers)
Interesante para: cualquiera

Estaba convencido de que ya había reseñado esta película ya en el blog, tan convencido que casi se me pasa incluirla en la filmografía, y habría sido una verdadera pena, por que es una verdadera joya. Una de las mejores películas que he visto en mucho tiempo, de cualquier categoría.

La película retrata a una familia de puritanos en la Nueva Inglaterra de 1630 que son expulsados de la comunidad por sus ideas religiosas y deben vivir aislados, en una granja en el límite del bosque. Sobre ellos se cierne la amenaza casi mitológica de la bruja.

Pero el centro del relato es la dinámica familiar, el derrumbe de la unidad social básica entre el miedo ante un mal que aparece real y tangible y la manía religiosa. La estricta madre Katherine (Kate Dickie), el fracasado padre William (Ralph Ineson) y sus hijos, Caleb (Harvey Scrimshaw), los gemelos Mercy (Ellie Grainger) y Jonas (Lucas Dawson)  pero sobre todo la adolescente Thomasin (Anya Taylor-Joy). Las miradas y los gestos trasmiten más que las palabras, vacías en muchos casos, los silencios y lo que se está a punto de decir, pero no se dice (no se puede/no se debe decir), son fundamentales.

Las actuaciones, la fotografía (ayudado por una magnífica selección y uso del paisaje), el sonido, todo encaja perfectamente para generar una tensión creciente, una sensación de horror y desesperación que se va apoderando de todo, hasta un final que a algunos espectadores les ha resultado desconcertante pero que a mi me parece que sirve como perfecta resolución a lo construido, cerrando el círculo de la película perfectamente.

Además la época está increíblemente retratada (ayudado por el marco y casting limitado de la mayor parte del relato): los vestuarios, los edificios, los aperos,... todo trasmite una atención al detalle que nos sumerge en un tiempo y un lugar ajenos a nosotros. El guión utiliza material de los juicios de brujería  para construir algunos de los sucesos extraños que van acumulándose (recuerdo haber leído en su momento que incluso utiliza en los diálogos fragmentos de esos mismos juicios)

Trailer.


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