Jack Kirby es un autor tan seguido como inimitable, pese a intentos loables como las series del Cuarto Mundo de Simonson o aquel breve invento que fue Kirby Genesis (algunos reseñados aquí, aquí y aquí) por no hablar de su papel como uno de los padres del universo marvel y, en general, de la estética superheroica contemporánea.
Aunque el público general se haya obsesionado más en Stan Lee, más mediático especialmente por los cameos en las películas del MCU, los profesionales del cómic siempre han fijado su vista en "el Rey", admiración cuyos ecos pueden verse en dibujantes tan diferentes como Mike Mignola, John Byrne, Mike Allred o nuestro David Rubín y en guionistas como Alan Moore o Mark Waid (que, uno en Supreme y otro en los Cuatro Fantásticos, elevan a Kirby al nivel de demiurgo de sus universos ficticios), entre otros. Muchos esperamos, tras un tímido homenaje estético en Thor: Ragnarok o en Guardianes de la Galaxia, que la futura película de los Eternos eleve su reconocimiento a nivel general y que la película beba igualmente de su fantástica imaginación visual para ofrecernos algo de su fuerza.
Lo cierto es que muchas de sus creaciones en solitario no se han visto acompañadas del éxito comercial continuado, ni han tenido largas colecciones a sus espaldas, siendo resucitadas regularmente, parece que más por el esfuerzo de autores y editores que por la respuesta del público. Así los dioses del 4º Mundo, pese a la elevación de Darkseid al trono de villano por excelencia de DC, aparecen a menudo como secundarios o comparsas de los personajes principales.
Tal es también el destino del personaje que nos ocupa, este Etrigan el Demonio que desde sus primeras aventuras (1972-1974), incluidas en este tomo, ha protagonizado varias series regulares (la más larga alcanzó los 58 números en los años 90) y unas cuantas miniseries. Dando tumbos pero prácticamente intacto entre los cambios de continuidad de la editorial (que han reescrito el pasado de otros personajes) ha aparecido como invitado en cualquier colección imaginable, y como sueño de fan, también ha cruzado sus caminos con las demás creaciones de Kirby, como en la ya clásica Odisea Cósmica (Jim Starlin y Mike Mignola)
Estos cómics de Demon no son el mejor trabajo de Kirby, lastrado por diálogos torpes (nunca fueron su punto fuerte) y, parece ser, por cierta falta de interés del autor. En cierta forma la colección respondía más a un deseo editorial, reintroducir elementos de horror que habían sido dejados de lado (a la fuerza) en los 50, aprovechando la relajación de las normas del Comics Code en los años 70, que autoral. Kirby estaba más centrado en su gran obra, el Cuarto Mundo y, en cierta forma, la colección es un retorno a los cómics de monstruos a los que había prestado su talento durante los años 60.
El demonio Etrigan es un ser sobrenatural cuyo destino está unido al humano Jason Blood, atado a él por la brujería del mago Merlín, en una conexión artúrica que también es un guiño al origen del aspecto del personaje (inspirado por un disfraz utilizado por el Príncipe Valiente en una página dominical de diciembre de 1937) y a lo largo de sus, algo incoherentes, aventuras se enfrenta a sosias de personajes clásicos del terror como el monstruo de Frankenstein, el Hombre lobo o el Fantasma de la Ópera.
En general las referencias son los grandes clásicos de terror de los años 30-40, referencias naturales para un autor de la edad de Kirby (recordamos, nacido en 1917). Su fantasma tiene el rostro de la versión de Lon Chaney (estrenada en 1925 pero reestrenada con sonido en 1930) y su "monstruo" creado por el doctor "Maldadstein" toma el chaleco peludo de La Sombra de Frankenstein (Son of Frankenstein, 1939), y, también, el Igor barbudo recuerda especialmente al interpretado por Bela Lugosi en la misma película.
Las figuras de Kirby como dibujante se mueven por sus escenarios alucinados, su tecnología imposible habitual y se cortan por la misma anatomía icónica y fantástica de sus otros cómics. Pese a las influencias antes mencionadas no hay apenas espacio para lo gótico, todo es puro Kirby. Hasta sus alcantarillas parecen cavernas alienígenas repletas de tecnología, sus personajes aparecen como titanes con rostros tallados con ángulos imposibles y los estallidos, humos extraños y crepitares de energía saltan entre las páginas. Los combates son espectaculares y dotados de un dinamismo que parece saltar de la página mientras que por momentos la narración visual se ve minada por unos diálogos demasiado largos y, a menudo, redundantes.
En general secundarios ninguno de los personajes es memorable, quizás con la excepción de otra creación menor que ha tenido una fértil vida posterior como villano y secundario en distintos medios: Klarion el Niño Brujo y su gato-familiar Teekl. Recordar la interesante aparición en aquella locura de los 7 Soldados de Grant Morrison (otro gran seguidor de Kirby y otra de las asignaturas pendientes a reseñar en el blog) o su aparición en las aventuras animadas de Young Justice. Lo poco que podemos ver de su extraño Mundo-Brujo, con una estética puritana y simbología oculta que proporciona cierto toque lovecraftiano, muestra la facilidad con la que el autor creaba, lanzaba y olvidaba conceptos que años después siguen siendo explotados por las editoriales.
En general Demon no es un cómic memorable y tiene visibles defectos, el mayor de los cuales es cierta debilidad conceptual, cierta falta de interés por crear (más allá del mencionado y apenas vislumbrado mundo de Klarion) esos mundos fantásticos en los que "el Rey" brilla especialmente.
Recomendado para completistas del autor o fans, haberlos, haylos, del personaje. La edición de ecc es muy correcta (muy cercana a la edición reciente americana), aunque se enfrenta al problema habitual (e irresoluble) con el color en la reedición de cómics antiguos, aunque esta vez no hay, afortunadamente, recoloreado imaginativo los colores saturados sobre la brillante página satinada resultan quizás demasiado agresivos a la vista
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